La verdadera "izquierda" busca siempre el cambio. En todos los órdenes y no sólo en lo político y social. Especial y primeramente lo busca en lo personal, en lo interior de cada uno. Pues "nadie puede dar lo que no tiene"... La renovación y la transformación de las Instituciones en México es una tarea que compete a todos, pero especialmente es tarea de las personas que no son conservadoras ni conformistas, que son flexibles y críticas, que no están apegadas a nada –ni siquiera a sus propias "convicciones". Es decir, personas que sean realmente "de izquierda", y no como una moda de la juventud o por tradición de familia o por conveniencias circunstanciales...
Estoy convencido de que el Proyecto de la Universidad de la IV República, o algo semejante –pues es este en esencia un Proyecto abierto y flexible-, encontrará en la "verdadera izquierda" de México el eco y el impulso necesario. No sé si será ya ahora, o en unos meses, o en algunos años. Pero es inevitable. Es el único "sitio" del espíritu humano en donde puede comprenderse y consolidarse una revolución tan honda como la que implica este Proyecto...
Puedo decir sin sonrojo esto que estoy diciendo pues me queda muy claro que no es "mío" este Proyecto. Es algo de lo que formo parte, pero que me rebasa completamente. Este Proyecto le pertenece a la IV República y a cada uno de sus verdaderos ciudadanos. Sólo en este último sentido a mí también me pertenece...
Con la esperanza de que todos ustedes se sumarán, más tarde o más temprano, a este Proyecto, y agradecido con quienes ya lo están haciendo, continúo compartiendo algunos párrafos más del libro "La Conspiración de acuario", de Marilyn Ferguson, en su capítulo acerca del cambio de paradigma en la salud y en la medicina...
LA ATENCIÓN: MEDIO DE CAMBIAR LA MATRIZ DE LA ENFERMEDAD (Marilyn Ferguson)
Los promotores de la salud holística gustan de señalar que la enfermedad, el malestar, es una falta de armonía, de bienestar. Claramente, es más importante enseñar a la gente a cambiar la matriz de sus enfermedades, las tensiones, los conflictos, o las preocupaciones que las acarrean, que no engañarlos con placebos.
El papel que juega en la curación la alteración de la conciencia puede que sea el descubrimiento más importante de la ciencia médica moderna. Consideremos, por ejemplo, la extraordinaria variedad de enfermedades susceptibles de ser tratadas por medio de biofeedback:
presión sanguínea alta
ataques
úlceras
impotencia
incontinencia de esfínteres
zumbido de oídos
parálisis consiguientes a ataques
dolores de cabeza debidos a tensión
artritis
arritmias cardíacas
hemorroides
diabetes
parálisis cerebral
rechinar de dientes
La clave está en la atención. Hace varios años, investigaciones realizadas en el seno de la Fundación Menninger informaban que los pacientes eran capaces de interrumpir los dolores de cabeza elevando la temperatura de sus manos. Sugerían la hipótesis de que el volumen sanguíneo sustraído de la cabeza para aumentar la temperatura de las manos podría aliviar la congestión arterial origen del dolor. El manejo de la temperatura por medio de biofeedback se convirtió enseguida en un método popular de combatir favorablemente la jaqueca. Pero pronto los dispensadores del biofeedback se apercibieron que algunos pacientes podían también interrumpir su jaqueca bajando la temperatura de sus manos, o bajándola unas veces y aumentándola otras.
Más que un simple cambio físico, la clave de la salud reside en el estado mental. A ese estado se le han dado diversos nombres: "reposo vigilante", «volición pasiva», «dejarse ir deliberado». Como hielo que se derrite libremente al llegar la primavera, las tensiones acumuladas parecen fundirse al calor de esta forma paradójica de atención, restableciendo el flujo natural en el remolino del cuerpo-mente.
No podemos esquivar el estrés. Las noticias, el ruido, las tensiones, los embotellamientos, los conflictos personales y la competitividad vienen a añadirse a las enfermedades relacionadas con el estrés, que son la plaga del siglo veinte. Pero, ¿es el estrés el culpable? Tal vez sufrimos de enfermedades como un medio de evitar el cambio. Nuestra vulnerabilidad frente al estrés parece deberse más a la interpretación que hacemos de los acontecimientos que a su propia gravedad.
La célebre observación de F. D. Roosevelt, «A lo único que tenemos que temer es al mismo miedo», se aplica también al cuerpo-mente. Kenneth Pelletier, psicólogo de la escuela de medicina de la universidad de California en San Francisco, y que en los últimos diez años se ha dedicado principalmente a enseñar a la gente a afrontar el estrés, señala que el cuerpo entiende en sentido literal, y no puede distinguir entre una amenaza «real» y otra puramente imaginaria. Las preocupaciones y las expectativas negativas se traducen en enfermedades físicas, porque el cuerpo se siente en peligro, aunque la amenaza sólo exista en la imaginación.
Podemos arreglárnoslas de forma natural con el estrés a corto plazo, debido a la reacción corporal de descanso y renovación, conocida como reacción parasimpática. Pero el estrés a largo plazo, resultado de la acumulación sucesiva de circunstancias que tensionan propia de la vida moderna, se cobra su tributo debido a la falta de oportunidad para reponerse en medio de la serie consecutiva de tensiones. Pelletier, en un estudio realizado sobre meditadores en situación de laboratorio, encontró en éstos la capacidad, no sólo de producir respuestas altamente integradas, sino de hacer entrar su propio cuerpo en una fase parasimpática.
«Los yoguis han aprendido a liberarse de esos niveles excesivos de actividad neurofisiológica autogeneradora de tensiones, por el simple procedimiento de tranquilizarse a sí mismos. » La mayoría de nosotros sufre de lo que él llamaba «un ciclo destructivo acumulativo. El secreto consiste en prestar atención, en revestir de atención la propia vida». Cuando se presta atención a la tensión en un estado relajado, ésta se transforma. La meditación, el biofeedback, las técnicas de relajación, correr, escuchar música..., todas estas cosas pueden facilitar la puesta en marcha de la fase de recuperación corporal.
Negarse a reconocer las tensiones equivale a pagarlas por partida doble; no sólo no nos libramos de la alarma, sino que ésta se instala en nuestro cuerpo. Así lo demostró de forma evidente una experiencia de laboratorio. La amenaza de una dolorosa descarga eléctrica inminente produjo respuestas corporales sorprendentemente distintas en los sujetos, dependiendo de sí habían decidido afrontarla, o bien evitar pensar en ella. Los que la afrontaban, intentaban comprender la situación.
Dirigían su atención de forma activa al shock inminente, y deseaban superarlo; pensaban en lo que estaba sucediendo en el laboratorio, o bien fijaban la atención en sus propios cuerpos. Por el contrario, quienes deseaban evitarla, echaban mano de un montón de estrategias para intentar distraerse. Trataban de pensar en cosas tranquilizadoras, de fuera del laboratorio, o bien se dedicaban a fantasear. Mientras que quienes afrontaban la descarga sentían que podían hacer algo para aliviar la tensión de la situación, aunque no fuera más que prepararse para ella, quienes pretendían evitarla tendían a sentirse indefensos e intentaban escapar negando la situación.
En los primeros, la actividad muscular aumentaba, lo que constituye una respuesta fisiológica adecuada. En los segundos, el ritmo cardíaco era notablemente más rápido, lo que indica que la tensión reprimida se había remitido a un nivel más patológico.
La negación de la tensión puede conducirnos a la tumba. La mente no sólo cuenta con estrategias para «emparedar» los conflictos psicológicos, sino que puede también negar la enfermedad surgida por haberse negado a reconocer las propias tensiones. El efecto patológico de ese rechazo a enfrentarse con los hechos se puso de relieve de forma patente en un estudio sobre el cáncer realizado en la universidad de Texas. Los pacientes que habían mostrado un mayor rechazo a responder a preguntas sobre su enfermedad, mostraron una mayor probabilidad de ofrecer un pronóstico negativo en el seguimiento efectuado dos meses mas tarde.
Los conflictos que no han sido afrontados conscientemente pueden hacer su aparición como daño físico en formas tan variadas como personas hay. Una conspiradora de Acuario, que había trabajado en un establecimiento médico, expresaba su convencimiento de que a los enfermos no se les debería decir: «Va usted a volver a ser el de antes». "Con mucha frecuencia, no quieren volver a ser como eran, ni seguir haciendo lo que hacían. Mi nuera, que tuvo hace poco un ataque, confesó que no se había reconocido a sí misma su deseo de cambiar de vida. De modo que el ataque se encargó de hacerlo por ella. Conozco también a un hombre que llevaba un negocio de coches con un hermano suyo muy perezoso. Cargaba de hecho con todo el peso del trabajo sin decir una palabra. Cuando le vino el ataque, su hermano tuvo que encargarse de todo. Más tarde dijo que estaba contento de haber tenido el ataque".
Si aprendemos a prestar atención a nuestros conflictos internos, podremos resolverlos de una forma menos drástica para nuestra salud.
Álvaro, ciudadano de la IV República
Toda la información sobre la Universidad de la IV República y su Licenciatura en Medicina la podrás encontrar en:
http://universidaddela4arepublica.blogspot.com
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