Magdalena Gómez
Son varias las ópticas desde las que podemos acercarnos a la reflexión sobre este inicio de año cargado de retos y de inequívocas señales sobre el rumbo al que el neosalinato empuja al país.
1. El 1º de enero de 1994 es claramente un parteaguas en nuestra historia. Con el surgimiento a la luz pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), Carlos Salinas de Gortari caminó desnudo por los senderos de lo que para él significaba el inicio de operación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero el fenómeno fue mucho más hondo, caló hasta nuestras raíces y movilizó como nunca a los pueblos indígenas de nuestro país, colocando su agenda en la de la nación y también dio esperanza y sentido a muchos activistas y movimientos en el mundo que se encontraban buscando cómo orientar la brújula de la izquierda en tiempos neoliberales.
Ya está muy dicho, hasta el cansancio, pero siempre hay que reiterarlo, cómo la magnitud de este desafío empequeñeció a la clase política mexicana hasta el punto que no pudieron sostener palabras inicialmente firmadas, como los contenidos en los históricos acuerdos de San Andrés, próximos a cumplir 11 años.
El EZLN, en cambio, ha mantenido por 13 años el respeto al cese al fuego y ha transitado por diversas iniciativas políticas y organizativas, de las cuales la más destacada y, quizá por mucho, la más exitosa es precisamente la creación de las juntas de buen gobierno en Chiapas, que representan la culminación de un proceso lento y no exento de riesgos, embestidas y agresiones del Estado mediante el Ejército y de sus emisarios "civiles" que han ostentado la falsa camiseta de "negociadores" de la paz. Para recordar saldos e impunidades basta anotar la masacre de Acteal. Por todo ello, no es casual que tras el recorrido de la otra campaña por todo el país, hayan sido las juntas de buen gobierno, la sede del Encuentro Intergaláctico anticapitalista recién concluido.
2. En 2000, con el arribo del foxismo a la Presidencia de la República, vivimos un espejismo democrático cuyo primer y rotundo traspié fue la contrarreforma indígena de 2001; en ese momento aún no estaba tan claro que nos encontrábamos ante el signo emblemático de impotencia y red de complicidades que marcó al sexenio y determinó el accionar foxista para maniobrar al final de su sexenio y garantizar la continuidad de "su continuidad príista salinista".
3. Así llegamos a 2006 con un proceso electoral contrahecho que impuso a Felipe Calderón en la Presidencia de la República, despojando a Andrés Manuel López Obrador de su legítimo triunfo. En esta ocasión, al contrario de 2000, se está aplicando la política de "fuera máscaras" y se anuncia sin ambages la línea de "mano dura" para restablecer "la seguridad". Más de lo mismo con el combate a la pobreza y la creación de empleos, cuyo signo descarnado es el irrisorio incremento al salario mínimo recién decretado.
La realidad de esa propuesta se observó en el perfil del Presupuesto de Egresos e Ingresos que el calderoniato presentó al Congreso de la Unión y que fue modificado en algunos de sus rubros más escandalosos, como el recorte en educación. Antes se habían advertido escenarios con el pago de facturas, perdón, el nombramiento del gabinete. De esa integración se desprende claramente lo que podemos esperar.
4. 2007 será el año de las definiciones organizativas en los movimientos sociales y políticos en curso, así como de su capacidad para tejer alianzas dentro y fuera del país y detener en primer lugar la criminalización de la lucha social. No partimos de cero, ahí están los detenidos y procesados de San Salvador Atenco y de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Con ellos está marcada la línea de "mano dura" con la consiguiente violación de derechos humanos de la cual, por supuesto, no se ha deslindado Felipe Calderón: a él le interesan los derechos de los inversionistas y propietarios.
Pero no sólo eso, estos casos son ejemplares desde la lógica del Estado, pero no agotan su agenda. Vienen las medidas que intentarán para avanzar en las llamadas reformas "estructurales" que el foxismo no logró concretar. Los retos no se harán esperar, así que será urgente la consolidación de la convención nacional democrática y su gobierno legítimo, la otra campaña, la promotora contra el neoliberalismo, los diálogos nacionales y todas las expresiones regionales de las mismas. Del Frente Amplio Progresista se demandará congruencia, ojalá dé la talla, porque el bloque histórico de PRI y PAN se vendrá encima para tratar de imponer acuerdos cupulares y sería muy lamentable que de nueva cuenta los partidos democráticos fallaran en favor de la clase política hegemónica.
Así, la reacción social en 2007 será clave, pues de ello dependerá la posibilidad de retomar el camino para construir un proyecto alternativo de nación y descarrilar con ello al neosalinato.
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