Miguel Angel Velázquez
Develada, estrategia burda de las voces salameras
López Obrador, conciencia incómoda del sistema
Trascurrió ya un mes desde la vergonzosa toma de posesión del gobierno federal panista, y quienes decidieron otorgar el beneficio de la duda a Felipe Calderón, pueden estar tranquilos, no hay duda. Además de todas las anomalías, por decirlo de algún modo, con las que se impuso el gobierno, hay que agregarle una sola, definitiva: la complicidad.
Era mucho pedir que este gobierno emanado de las más turbias aguas del poder, pretendiera caminar por el camino de la justicia, responder con la ley en la mano al reclamo de muchos mexicanos que quieren que se hurgue en el periodo foxista, todas las atrocidades de las que fue capaz ese ridículo hombre que ocupó Los Pinos durante seis años.
Una larga lista de agravios legales cometidos en contra de la gente, son una losa pesada que se agrega a la carga con la que Calderón quiere caminar los senderos del poder. Revisar los llamados contratos de servicios múltiples para la explotación de los yacimientos de gas en el norte del país; la concesión a terceros para la generación y comercialización de la energía eléctrica, y las muy dudosas cuando menos actividades de la familia Sahagún, son algunos de los nudos de la correa con los que Fox golpeó a México, y que deben ser investigados y explicados, hasta que no quede duda de la honestidad con la que se ejecutaron, o por lo contrario, como mucha gente piensa, tienen que ser castigados para que la credibilidad sople a favor de este gobierno.
Aún ahora hay gente que sostiene, sin fundamento, la vaga posibilidad de que Calderón pida una investigación profunda e independiente sobre el gobierno de la ignorancia de Vicente Fox, como si los firmes lazos de la complicidad no estuvieran perfectamente seguros entre los dos personajes, o como si la elección de Felipe Calderón hubiera sido tan honesta que no tuviera que pagar facturas y facturas a casi todos aquellos que, con base en la trampa y la mentira, lo sentaron en la silla presidencial.
Por eso, principalmente, es que llama la atención que las mismas voces que construyeron la complicidad, sin tocar las cuentas pendientes de Fox, ni los adeudos de Calderón, busquen presionar para que el nuevo jefe de Gobierno de la ciudad se declare independiente de las influencias que pudiera tener en su gestión, el presidente legitimo, Andrés Manuel López Obrador.
Sus exigencias apenas llegan ahí, a una simple declaración de supuesta emancipación, porque entre los dos, Marcelo Ebrard y López Obrador, no hay lazos de corrupción que obligaran al actual jefe de Gobierno a saldar facturas pendientes, ni ha proteger negocios deshonestos que pusieran en entredicho su labor, pero los quieren separados, enfrentados aún mejor, porque López Obrador sigue siendo el dedo que acusa, la conciencia incómoda que no les permite dormir bien.
La estrategia, como siempre, es burda. Las mismas voces lamen con elogios falaces, el ego del jefe de Gobierno actual, lo transportan entre reflexiones de libreto al mundo de los reflectores, es decir, lo llevan entre algodones a la trampa a donde lo harán caer cuando su interés y su proyecto lo demanden, y para eso deben enfrentarlo a Andrés Manuel López Obrador.
Ya hay quienes en el equipo cercano, y no tanto, a Marcelo, se han dado cuenta del diseño, por eso buscan la vacuna, el antídoto, la fuerza que impida que el jefe de Gobierno caiga sin remedio en la trampa de las luces, tal vez todavía estén a tiempo. Buena suerte.
Los mensajes
El mismo día Felipe Calderón se vistió de verde olivo y se reunió con Ernesto Zedillo. Para los panistas estas dos actividades no llevan mensaje, no quieren decir nada, pero para muchos otros hay un mar de fondo, son símbolos inequívocos de las intenciones del gobierno.
Zedillo, el vendepatria, más que señalar una ruptura de Calderón con Salinas, que nunca se dará, vino a recoger la seguridad, para los inversionistas estadunidenses, de que el gobierno panista no variará en nada el trazo que Zedillo marcó, que siguió y afianzó Fox, y que debe culminar Calderón. Si no, ¿para qué los apoyaron?
Y luego, vestirse de verde no hace más que mostrar a los cuatro vientos, el miedo que le acosa y el refugio que pretende, porque lo de su instinto represivo va viento en popa.
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