Carlos Fernández-Vega
Funcionarios y banqueros de ayer y de hoy soslayan el asunto de la cartera vencida
Las señales de alarma comienzan a registrarse por el sostenido crecimiento de la cartera vencida de las tarjetas de crédito de la banca comercial, por mucho que la Asociación de Bancos de (en) México considere que el avance de dicho indicador "no es un asunto que preocupe".
No les inquietará a ellos, porque finalmente los que pagan las consecuencias son los mexicanos, quienes, por la gracia del PRIAN, aún deben cuando menos 20 años de Fobaproa. De acuerdo con lo publicado el pasado miércoles por La Jornada (Roberto González Amador, "mientras los bancos que operan en México refuerzan estrategias para colocar préstamos entre los sectores de menor ingreso, la cartera vencida derivada del uso de tarjetas de crédito llegó a 12 mil 131.8 millones de pesos, un incremento anual de 172 por ciento. Se trata de la cifra más alta desde el desastre financiero de 1994 y 1995, que derivó en el rescate del sistema bancario con recursos públicos. Incluso, la tasa de crecimiento supera en nueve veces la reportada en los años de la crisis bancaria".
Pero a los banqueros trasnacionales les tiene sin cuidado las consecuencias del incremento sostenido en la cartera vencida, como tampoco, en su momento, a los especuladores autóctonos a los que el salinato entregó el sistema bancario en 1991-1992. Menos aún inquietó, en vísperas de la debacle por los "errores de diciembre", a Guillermo Ortiz, quien todavía despachaba como subsecretario de Hacienda de Salinas y fuera el operador de la privatización bancaria. Allá por noviembre de 1994, este personaje, hoy gobernador del Banco de México, plácidamente afirmaba que el elevado índice de cartera vencida de la banca comercial "es menos grave de lo que parece a simple vista". Días después estalló la bomba que a los mexicanos costó, cuesta y costará, en el mejor de los casos, algo así como 120 mil millones de dólares.
A simple vista, pues, pero 12 años y miles de millones del erario después, los frescos banqueros reiteran que "no es un asunto que preocupe", mientras acelera el otorgamiento de tarjetas de crédito uno de sus más jugosos negocios a diestra y siniestra, sin considerar la posibilidad real de pago de quienes las reciben, porque lo único importante es el nivel de utilidades (alrededor de 200 mil millones de pesos en tan sólo seis años, los del "cambio").
Lo cierto es que la banca comercial se mantiene como una pesada carga para México y para quienes en él habitan, no así para los intereses de las trasnacionales financieras que dominan el sistema bancario que opera en el país, donde han encontrado un verdadero paraíso. Un tercio de sus utilidades mundiales obtenidas aquí así lo certifican.
Al cierre de 1990, año en el que el entonces presidente Salinas anunció la reprivatización de la banca, el índice de cartera vencida sobre cartera crediticia total rozaba el 2 por ciento; en 1991 se "desincorporó" la primera institución bancaria (en junio Multibanco Mercantil de México pasó a la casa de bolsa Probursa) y al final del año tal indicador aumentó a 3.2; concluido el proceso privatizador (julio 1992, con Banco del Centro, Bancen, a Multiva Grupo Financiero, hoy propiedad de Olegario Vázquez Raña con nuevo banco), se elevó a 5.3 por ciento y para cuando Guillermo Ortiz plácidamente afirmaba (noviembre de 1994) que el elevado índice de cartera vencida de la banca comercial "es menos grave de lo que parece a simple vista", creció a 8.7 por ciento, un avance cercano a 400 por ciento en tan sólo cuatro años y cuatro meses.
Tres semanas después estalló la bomba, y al cierre de 1995 el índice de cartera vencida rozaba el 16 por ciento de la cartera crediticia total, cuando un año atrás simple y sencillamente era un problema "menos grave de lo que parece a simple vista", o, para decirlo en el lenguaje de la "moderna" banca actual, no era "un asunto que preocupe". En el periodo 1995-2000, llegó a representar el 74 por ciento.
Desde 1992, concluido el proceso reprivatizador de las instituciones financieras, el Banco de México advirtió sobre la situación. En su informe anual correspondiente, subrayaba que "la relación entre la cartera vencida y la cartera total de la banca comercial ha mostrado deterioro en los últimos años". Sin embargo, nada se hizo para apagar las señales de alarma.
Cifras oficiales en las postrimerías del salinato aportaban lo suyo: la cartera vencida de la banca comercial creció cuatro tantos de diciembre de 1991 a junio de 1994, y la tendencia de incremento se ha fortalecido a lo largo del segundo semestre del presente año, llegando a significar un grave problema contable para cuando menos 12 de las 18 instituciones bancarias reprivatizadas, con lo que en la práctica se encuentran en los que se conoce como quiebra técnica.
Esos mismos números revelaban que a pesar del constante crecimiento de la cartera vencida en el periodo referido, el margen de ganancia de esas mismas ex sociedades nacionales de crédito se incremento en alrededor de 200 por ciento entre 1991 y 1993, y para el primer semestre de 1994 el monto obtenido fue prácticamente igual al registrado en todo el año previo.
Los focos rojos por el crecimiento de la cartera vencida de la banca comercial se encendieron poco después de la reprivatización salinista. Fueron registrados por todos, menos por quienes deberían intervenir de inmediato. Ahora están a tiempo, no vaya a ser que nuevamente les falle la vista.
Las rebanadas del pastel
Como se lee, el modus operandi no se ha modificado en los 15 años transcurridos desde la reprivatización del primer banco, en junio de 1991. Lo único que ha cambiado es la nacionalidad de los propietarios, porque la famiglia financiera del sector público es la misma de entonces y ahora, igual que los que pagan los platos rotos, o lo que es lo mismo los mexicanos, con o sin su consentimiento.
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