(Sacudiéndonos el sueño del tiempo)
de Michel Balivo
Revolución es caer en cuenta. Es decir es cambio sustancial, transformación significativa. Revolución no puede ser más de lo mismo o como dicen ahora, cambiar lo necesario para que no cambie nada, para que todo siga igual.
Cuando los tiempos han acumulado lo suficiente de lo mismo y reina el aburrimiento y el escepticismo, se huelen ya nuevos vientos propicios para el cambio. Y cuando lo cualitativamente superior sucede, y siempre lo hace inesperadamente porque sino no sería nuevo, entonces se diferencian claramente lo viejo, lo que ya no va más y lo nuevo, naciente.
Se siente en la atmósfera esa electricidad, magnetismo, entusiasmo, agitación. Porque simultáneo al cambio en las formas sucede uno anímico Y como todo en la vida es estructural, de una etapa de pensamiento ensimismado que como el perro giraba sobre si intentando morderse la cola, ahora pasamos a un pensamiento ágil, dinámico, intuitivo, creativo, que opera como guía de la poderosa acción que esta ola de renovación desencadena o libera.
La ética, la enaltecida y enaltecedora emoción pasa a comandar toda actividad. Por tanto se produce una diferenciación y depuración interna al proceso social. Se termina la época de relatividad donde se tenía la impresión de que daba lo mismo hacer una cosa que otra, porque al final reinaba la impunidad y nada venía en apoyo de una u otra dirección de acción.
Ahora comienza a diferenciarse netamente lo que nace, crece, avanza, se abre camino porque es superador de todo lo anterior, es más eficiente y grato y resulta contagioso. Y cuando dos direcciones se diferencian netamente ya no se puede seguir con el tonto jueguito de que todo está bien, todos tenemos los mismos derechos, la misma libertad de elección.
La relatividad mental se termina cuando tienes hambre, frío o calor excesivo, cuando estás enfermo y nadie te atiende, cuando no se te educa para poder desenvolverte socialmente y ganar lo necesario a satisfacer tus necesidades. ¿Dónde estaban los demócratas entonces?
Si, todos tenemos los mismos derechos pero respetando las reglas de juego que elegimos de común acuerdo darnos y no solo cuando nos conviene, cuando somos nosotros los que gobernamos y nos dividimos el poder por partes iguales sin importar quien gane.
La revolución bolivariana luego de un fallido intento de golpe militar y las vidas y años de cárcel que ello costó, siguió todos los trabajosos y esforzados caminos constitucionales para conquistar el gobierno y convocar una constituyente, una nueva constitución y legislación. Ganó todas las elecciones necesarias hasta que cambió el mapa político del país.
Soportó un golpe de estado que los jueces catalogaron de vacío de poder jocosamente y también un boicot petrolero y paro patronal disfrazado de paro de trabajadores, gracias al cual volvió a sus manos PDVSA. Ese gobierno legítimo tiene un plan estratégico aprobado y respaldado incontables veces con los votos de la población, la última por casi 63%.
Por tanto el único derecho que tiene ahora la oposición es a preparar un plan para presentar al pueblo y trabajar en las calles mientras espera nuevas elecciones. Que si la maquinaria gubernamental es avasallante. Bueno para eso arrasó en las elecciones y tiene absoluta mayoría en todas partes ayudada por el retiro de la oposición para hacerla parecer ilegal.
¿Para qué se tiene mayoría sino para usarla? Por tanto todo lo que es ilegal como el uso de la señal que hacen los canales de la oposición ha de ser sancionado como está estipulado por constitución y leyes.
Lo sentimos muchos señores pero no se les renueva su contrato porque no cumplieron con lo estipulado, irrespetaron la constitución y las leyes que nuestro pueblo se ha dado a si mismo. ¿Que no les gusta? Pues que hagan todo el trabajo que hizo la revolución y vuelvan a cambiar la constitución y las leyes. Esas son las reglas del juego que tanto dicen defender. ¿O no?
Como dice el señor Chávez, por si alguien aún no se enteró la revolución es ahora constitucional, legal, está institucionalizada. Tienen todo el derecho a discrepar pero dentro de los canales constitucionales y siendo mayoría. Eso es la democracia señores, las minorías no pueden gobernar ni menos imponer nada simplemente porque son bravos y se les da la gana.
Lo mismo sucede con los cambios para ajustar la educación a las exigencias de los nuevos momentos, a una formación para la economía social, solidaria, de complementación. ¿No les gusta, creen que eso es lavado de cerebro, no quieren eso para sus hijos? Pues una vez más allí están los poderes del estado y los canales democráticos e institucionales para corregirlo.
La democracia es el gobierno de las mayorías. Hace décadas que es así. ¿Cómo es que ahora de repente, cuando por primera vez se le da poder y se gobierna de acuerdo a las mayorías, surgen todos estos inconvenientes? ¿Será tal vez porque por primera vez las minorías esta vez tienen todos los recursos y medios a su disposición para hacerse escuchar?
¿Será tal vez porque todos los medios encadenados internacionalmente les hacen atronador eco resaltando toda iniciativa como violaciones de las libertades mientras acallan los acontecimientos reales, constitucionales y respaldados por la gran mayoría? ¿Y que se supone entonces que ha de hacer esa gran mayoría por primera vez con la posibilidad de gobernar?
¿Compadecerse tiernamente y devolverle todo lo ganado volviendo a su papel pasivo y resignado con la promesa de que esta vez si se van a portar bien, o al menos lo van a intentar? Como dije cuando se implementan verdaderas direcciones de cambio se producen inevitablemente diferenciaciones crecientes en el seno de la sociedad.
Y es justamente por esta irrupción de lo suficientemente nuevo que se produce esta diferenciación y contraste que genera el caer en cuenta, la toma de conciencia. Porque mientras lo que sucede son monótonas variaciones de la misma metodología no hay suficiente contraste como para generar conciencia. Mayor diferenciación exige mayor complementación.
Por eso cuando rompes con el encadenamiento del paradigma imperante es que comienzan a reaccionar y resistir los viejos hábitos y creencias, los ahora obsoletos sistemas de intereses que hasta entonces habían pasado desapercibidos por ausencia de cambios significativos.
Por si alguno no se ha dado cuenta aún las presentes condiciones históricas, humanas, geofísicas, climáticas, imponen su condición y exigen una aceleración de la capacidad de adaptación al entorno, un uso más eficiente de la energía y recursos vitales del ecosistema. Lo cual incluye sentir, pensar y actuar coherentemente, solidariamente. ¿O no es eso energía?
Seguir con los jueguitos de la relatividad y los caprichitos de niños ignorantes frente al imperio de los hechos es absolutamente irresponsable e inhumano. Si una parte de la humanidad no cae en cuenta de las condiciones críticas, límites a que hemos llevado a nuestro planeta y sus criaturas, pues la otra será responsable de seguir adelante implementando lo que es urgente.
Solo nos queda confiar en que a cierto grado en que los hechos los golpeen en carne propia despierten de su sueño y se sumen a la dirección de acción que intenta volver las circunstancias al justo equilibrio necesario a la vida, de la cual son parte. Pero no podemos seguir esperando hasta que todos nos cansemos de discutir tonterías mientras el techo se nos viene encima, para entonces todos golpeados y maltrechos intentar avanzar tomados de la manita.
Circunstancias no habituales exigen respuestas, recursos y medidas extraordinarias, es necesario recurrir a todo lo que tenemos a mano aunque a veces no resulte estético para nuestros hábitos intelectuales. Cuando tenemos varios días de hambre no jugamos a los exquisitos gurmets.
Es perfectamente comprensible que de una mentalidad prehistórica y de una organización feudal, de una siquis habituada a mirarse el ombligo porque jamás se la educó más que para sumergirse y limitarse en sus intereses inmediatos, ocupando su puesto obedientemente en la máquina productiva social, no se pase en dos días ni años a concebirse ciudadano del mundo.
Que nos resulte muy difícil, casi imposible comprender que la suerte que corren nuestros vecinos y entornos cercanos o lejanos nos afecta profundamente a la corta o a la larga. Que es mejor compartir y unir esfuerzos ahora que aún estamos a tiempo de elegir, que sufrir las consecuencias de nuestra ignorancia y mezquindad cuando ya no haya remedio.
Todo eso es comprensible. Pero comprender no significa hacerse cómplice de la ignorancia y la mezquindad, especialmente cuando las condiciones que estrechan su cerco ponen en peligro la supervivencia de la especie y su hábitat.
Tú puedes avisarle a tus vecinos que viene el lobo. Pero si ellos te ignoran y se ríen, o insisten en seguir discutiendo lo apropiado de esta medida o la otra, hasta que sienten sus fauces cerrarse sobre su piel y carne, no creo que sea sensato no tomar las precauciones necesarias.
Revolución es caer en cuenta de las circunstancias de tu entorno que exigen inmediata respuesta, porque de no haberla implica el deterioro irreversible de las condiciones de la vida. Por eso revolución es también acción, respuesta apropiada que redirecciona el peligroso desequilibrio que cual tropismo creciente nos conduce al abismo. Revolución es entonces también circunstancias estructurales del entorno que exigen una activación de la conciencia y una aceleración de la capacidad adaptativa, una adaptación creciente.
Y frente a esta exigencia o condición objetiva que de no cumplirla implica desadaptarse, retrogradar como especie, deterioro y desintegración como seres vivos, necesariamente se rompe cualquier relatividad y ociosa discusión. Este no es un tema o una abstracta entelequia entre tu yo, no es algo en lo que nos sirva convencernos mutuamente o ganar la discusión.
Tu opinión o la mía no cambiarán nada. Si tienes hambre o sed la única solución es satisfacer esa necesidad. Si enfermas solo cabe ofrecerte una cura, el remedio apropiado. Si tienes frío solo sirve abrigarte. Y ese es el nivel de exigencias objetivas que nuestras circunstancias naturales e históricas nos están planteando como especie y parecemos aún no reconocer.
No es del todo extraño que así sea, porque ya he mencionado varias veces el caso del tsunami asiático y los cientos de miles de víctimas humanas que ocasionó mientras no pudo encontrarse un solo animal en el lugar. Es historia repetida que sufrimos “miopía habituada” y solo reconocemos y reaccionamos a un problema cuando el agua ya nos llega al cuello.
Estamos en transición de una conciencia ensimismada en hábitos, creencias culturales y religiosas heredadas, a otra que comienza a tomar conciencia creciente de su entorno, de cómo las decisiones propias y ajenas llevadas a la acción aquí o a gran distancia, afectan poderosamente nuestras actividades cotidianas, nuestras formas de vida.
El mundo se ha transfigurado en los últimos 50 años, pero los hábitos y las creencias, la conciencia no. Por eso se produce este gran desfase o abismo entre el ritmo, alcance y consecuencias de nuestra acción, nuestra poderosa tecnología, y la inercia de nuestros sentimientos y pensamientos que aún operan a un ritmo de adaptación mucho más lento.
Los hechos golpean nuestra realidad pero parecemos no caer en cuenta. Las calles llenas de indigencia y personas alteradas sicológicamente, la delincuencia creciente, las cárceles repletas. Las ciudades rodeadas de villas miseria mientras se privatizan los servicios, hay cada vez más desocupación y menores sueldos.
Dejemos de lado de momento las hambrunas, pestes y mortandad innecesaria porque no hay acceso a los alimentos y medicamentos imprescindibles. Porque tampoco los que han alcanzado a recibir una educación están mucho mejor, los que consiguen trabajo sobreviven sin más alternativas que soñar en un futuro mejor al que nadie sabe como llegaremos.
Pero si abres los ojos no te queda más que aceptar que las cosas se pondrán peor y peor si no hacemos algo al respecto. Llegamos a la hora de los hechos, la inteligencia tiene que estar al servicio de las respuestas necesarias a comenzar a cambiar ya esa dirección involutiva.
Este es el contexto estructural que hay que tener en cuenta cuando se habla de ese nuevo mundo posible y además hoy necesario, imprescindible. No se puede seguir con temor o consideraciones para no herir sentimientos u ofender opiniones sensibles.
Si los hechos no convencen, ¿qué lo hará? Se trata de actuar corrigiendo ese tropismo regresivo que de no hacerlo terminará afectándonos a todos, con o sin acuerdo de opiniones. Y el único modo de hacerlo es una revolución. Porque al ritmo que estamos acostumbrados a reaccionar el mundo se terminará diez veces y aún lo estaremos pensando, acordando.
Hasta que no entendamos que hablamos de hechos que nos afectarán inevitablemente, que generarán hambre, dolor, enfermedad, sin hacer diferencias entre clases, géneros ni razas. Hasta que no se reconozca que no se trata de una realidad virtual, de películas, novelitas o noticieros, tampoco caeremos en cuenta de que la única respuesta posible es la acción ahora.
¿Qué más se puede hacer ante un niño con hambre, frío, enfermo? ¿Es necesario acaso que sea el nuestro para reaccionar? Ojalá que no sea necesario que tengamos que llegar a esa situación, que podamos romper nuestra anestesia y parálisis emocional y compadecernos del dolor ajeno, recuperar nuestra humanidad, sensibilidad, despertar de esta pesadilla.
Dentro de este contexto es que puede entenderse lo que está sucediendo en Venezuela y trascendiendo fronteras a gran velocidad. Reproduciendo en cada pueblo el proceso con sus particularidades. Basta mirar lo que sucede en Bolivia que es casi un calco, pero con lo que aprendieron los viejos intereses en la confrontación con la revolución bolivariana.
Y también con lo que aprendimos los revolucionarios que hoy ayudan solidariamente a los pueblos que despiertan del sueño e intentan su libertad y soberanía de elegir como quieren vivir. A Ecuador y Nicaragua les tocará también vivir lo suyo, afirmar la vida, la decisión de ser libres pagando el precio necesario para lograr corregir la dirección inhumana creciente.
Así como Cuba respaldó solidariamente el intento bolivariano acelerando con su experiencia en carne propia nuestra revolución, ahora juntos respaldamos a Bolivia y a cada pueblo que despierte y decida tomar su destino en sus propias manos. Pero el proceso hay que vivirlo, no sucede por arte de magia. La conciencia se despierta y se transforma en acción.
Ya no son suficientes los buenos deseos ni las reacciones espasmódicas. Si quieres cambiar la dirección tienes que tomar las riendas en tus manos y sostenerlas firmemente porque si no las tienes tu pues las toma otro. No hay tercera alternativa intermedia, no hay relatividad.
Abramos los ojos y miremos en todas direcciones para que veamos las alternativas que nos ofrece el futuro. Tanto en Europa Oriental, Medio Oriente, Africa como en América la intención hegemónica se ha puesto en evidencia y se ha vuelto descarada frente a la resistencia de los pueblos. Hacia allí vamos o por nosotros también ya vienen, es solo cuestión de tiempo.
Ante la barbarie desatada que no se para en nada para conseguir e imponer sus deseos, es que hay que sopesar y evaluar las Misiones y el Alba bolivarianos abriendo caminos de esperanza y humanidad. Nos dicen que es una oportunidad histórica única para la integración americana. Yo creo que como de costumbre hacemos gala de cortedad de vista.
Porque tanto en EEUU como en Europa las condiciones de sus habitantes empeoran día a día. Este no es un tema nacional ni continental, regional aunque de momento así aún lo parezca a nuestros reducidos intereses y su consiguiente miopía. Se trata de la humanidad y su hábitat o ecosistema que nunca han llegado a estas condiciones, y de un tropismo acumulativo histórico social, humano que estalla ante nuestras incrédulas miradas.
Hoy los opresores y sus oprimidos tienen sus representantes específicos, pero son la resultante de una constante histórica, de una dirección de conducta repetida hasta el cansancio, de una incapacidad de mirar más allá de nuestros intereses inmediatos y darnos cuenta que crecer a costra de otros no es viable.
Si no somos capaces de entender que complementarnos solidariamente es la mejor y la única forma viable de crecer, la única forma sostenible, la más eficiente, pues vamos camino de la destrucción. Hasta aquí llegamos porque ni nuestra especie ni nuestro hábitat están en capacidad de tolerar ya este ritmo de depredación.
El conflicto y la intensidad son ya parte inevitable de nuestras vidas cotidianas. La dialéctica histórica no disminuirá, por el contrario se intensificará más y más. No podría ser de otro modo ante la creciente brecha que se abre entre ricos y pobres, explotadores y explotados.
Dentro de las alternativas no está escapar de lo inevitable. Porque no hay adonde ir, antes o después nos alcanzará. ¿Cómo escapar de las consecuencias de nuestra propia ignorancia y miseria? Lo que si podemos elegir es que dirección le daremos a esta aceleración e intensidad.
Ya las cartas están echadas, los pueblos se ponen de pie, la vida toda en tono de alerta, incluyendo al ecosistema. Entramos en un nuevo tono vital y mental, donde quizás descubramos sorprendidos que las intenciones humanas aunadas en una misma dirección elegida de común acuerdo, tienen un poder mucho mayor del que podíamos sospechar.
Del mismo modo que enfrentadas en intereses contradictorios giran y giran en interminables ciclos de violencia, de contrasentidos de destruir para volver a construir para poder destruir.
Frente a la intensidad de tal nueva condición solo cabe enaltecer la ética, la intuición como guía de la acción, que opera a una velocidad y estructuralidad muy superior a lo racional, reflexivo. Abrir las instituciones sociales para hacerlas más flexibles e inclusivas, más participativas y protagónicas, posibilitando así que la intensidad se canalice como creatividad solidaria, como construir juntos desde las bases las nuevas relaciones socioeconómicas.
No hacerlo elevará las tensiones hasta umbrales de tolerancia estallando en violencia y todo tipo de fobias religiosas, raciales, etc., características a estas etapas de transición entre paradigmas mentales. Todo esto irá acompañado de alteraciones síquicas sin capacidad para direccionar tan elevados niveles de tensión o intensidad, hasta llevar al suicidio.
Nada de esto es nuevo, ha entrado en escena hace ya mucho tiempo, especialmente en las sociedades más evolucionadas tecnológicamente, donde se siente más fuertemente el cambio. Pero continuará en aumento de no dar un giro al tropismo histórico.
En Venezuela todo este intento de cambio de dirección está en marcha. Pero ahora viene otra etapa inevitable para un cambio realmente revolucionario. Es la sacudida necesaria a los hábitos y creencias arraigadas del viejo modelo.
El necesario cambio de organización para eliminar las infinitas intermediaciones que hemos creado entre el poder y la sociedad, entre la sociedad y las personas. No hay otro modo de hacer concientes y superar la burocracia y la corrupción que ejercitando, intentando nuevas direcciones éticas y eficientes de acción.
Son en efecto vicios y adicciones que arrastramos del ejercicio socioeconómico de la cuarta república. Solo que la cuarta república no es localizable afuera ni personalizable como acostumbramos pensar, no se resuelve cambiando personas como si fuesen piezas reemplazables. ¿De dónde sacaremos los justos y los virtuosos que tiren la primera piedra?
Todos somos vehículos portadores y transmisores de tal virus contagioso y solo en un ejercicio de cambios de organización que apunten a hacer conciente tal circunstancia afloran las resistencias, los hábitos, las fijaciones sicológicas, y si está copresente la firme intención de superarlos se configura entonces la oportunidad propicia para realizarlo.
Es una vez más un proceso dialéctico, porque como vemos todos esos hábitos y creencias son prácticamente instituciones sociales, memoria operante, ejercicio socioeconómico que configura tropismos, y no hace diferencia de partidos, clases, géneros ni razas. Por eso ahora comienza un proceso de transformación y depuración interna a la revolución.
En el primer debate televisado del Bloque de Poder Popular Regional y el Gobierno Boliviano se lo enfocó como desacralización del poder. “Cuando el pueblo se disuelve en el liderazgo partidista o estatal, entra en un estado patológico que anuncia el fin de la revolución. Renuncia a su status de sujeto y emprende el camino de la regresión hacia el status de objeto”.
Comparto tal punto de vista porque resalta que no solo es necesaria una revolución económica y cultural, sino también una sicológica para hacernos concientes de cuantas formas mistificamos ese poder divino o humano.
De cuantos modos concebimos la superioridad de unos sobre otros estableciendo relaciones de dominio-sumisión, y cuan necesario es que despertemos de esos sueños o mistificaciones para reestablecer relaciones horizontales, inclusivas, de igualdad. Por allí va lo de volver a nuestras raíces y orígenes, pero sin enajenarnos o abstraernos de nuestro entorno presente. ¿Y cual es la raíz, el piso, la base, el origen de los que están en lo alto de la pirámide socioeconómica ostentando, ejerciendo el poder de decisión? Obviamente la base social productiva que sostiene y posibilita la estructura piramidal completa y todas sus creencias, sus sueños de poder y superioridad. Si se la quitaras solo por un instante la caída en cuenta y el susto sería tan pero tan grande que tal vez los matara.
En Venezuela esta desacralización del poder, esta sacudida o remoción, desfijación, flexibilización de estructuras e instituciones sociales comenzó con una asamblea constituyente, una nueva constitución y leyes. Continuó con la desaparición completa de los partidos tradicionales y con la entrada en escena de las Misiones, los Consejos y Bancos Comunales.
Discontinuando la concesión de la señal otorgada a una corporación porque irrespeta los derechos sociales, sacudimos el escenario internacional introduciendo el necesario debate sobre derechos y libertades democráticas secuestradas por el capital y la propiedad privada.
Ahora, terminada la gestión electoral se prescinde de la maquinaria política electoral que posibilitó todos estos triunfos. Para pasar a un partido unido donde no haya colores ni prestigios personales, solo una organización para la construcción de una economía socialista. Solo el servicio al pueblo autogestionado que elegirá directamente de entre sus filas sus representantes, borrando y dejando atrás paulatinamente con tal ejercicio las intermediaciones de poder y las relaciones de dominio-sumisión, así como los hábitos, creencias culturales y religiosas que las reproducen desapercibidamente.
Si se tiene claro que nos damos instituciones, partidos políticos o direcciones de acción para superar colectiva y personalmente circunstancias injustas que nos generan sufrimiento o violencia física y moral, entonces solo caben dos alternativas. O la herramienta concebida es útil y cumple la función para la cual fue concebida, y por tanto ya podemos prescindir de ella.
O no resulta apropiada y por tanto debemos igualmente prescindir de ella de inmediato, reconcebirla. Pero en ningún caso volver a ponerla como norma eterna, divinizarla, mistificarla, sacralizarla sacrificando a ella la sensibilidad y creatividad humana en continuo crecimiento.
Si logramos poner en movimiento, dinamizar esas emociones anestesiadas, esos pensamientos paralizados, esas acciones desorientadas, atrapadas en paradigmas institucionales, que cerrándonos el futuro nos cosifican, nos convierten en esclavos de economías materialistas, consumistas, igualándonos con el valor de las cosas.
Si logramos volver a ser sujetos, dinámicos actores de toda evolución o cambio superador de lo anterior, hacedores de historias y futuras aventuras, entonces la cárcel de la pesadilla institucional intermediadora del poder en que por ignorancia nos entrampamos, comenzará a quedar atrás por y en el ejercicio de nuestra libertad de decisión.
Los horizontes se ampliarán ilimitadamente porque nuestro destino pasará a estar total y únicamente en nuestras manos. La medida en que asumamos nuestra responsabilidad será también la de nuestra libertad y satisfacción. La de hacernos final y plenamente humanos.
De allí en adelante solo nos queda tener en claro que en estos tiempos de aceleración e intensidad, la dirección de diferenciación ha de ser equilibrada por la de complementación, colaboración, solidaridad, servicio de los unos a los otros.
Construir y transformar nuestro entorno natural y social, es construirnos y transformarnos a nosotros mismos como personajes históricos y sociales Reconocerlo es el único modo de ejercer nuestra libertad personal y colectiva, que nos guiará con certeza hacia la justicia y la paz. La mesa está puesta, las cartas echadas. Sólo faltas tu, tu presencia nada más.
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