La pereza es un pecado capital que en la mayoría de los casos, a pesar de su connotación peyorativa, se experimenta aparentemente con placer. Pareciera más un goce al cual se le ha tildado de negativo porque lo que se pondera es el trabajo, en lo cual ocurre precisamente lo contrario, se le considera algo positivo y a muy pocos les gusta hacerlo. Hay una frase recurrente actual: "Estoy en la hueva", y por lo general si nuestro interlocutor no es el jefe sino un amigo o amiga, nos contesta, "Que chido." Por otra parte, no sólo pareciera beneficioso para uno sino que aparentemente tampoco le hace daño a otro.
Vamos a la definición, pereza signica:
1. f. Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados.
2. f. Flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos.
Entonces, la pereza no es ese sentimiento de descanso o de ocio que nos damos y que nos hace sentir bien, negligencia es falta de interés, descuido y ese sentimiento no es grato es por el contrario tedioso, aburrido.
Sin embargo, ocio significa:
1. m. Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad.
2. m. Tiempo libre de una persona.
3. m. Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.
4. m. pl. Obras de ingenio que alguien forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones.
Ése es la "hueva" y ese no sólo no es perjudicial sino que es necesario, para descansar, para disfrutar de un tiempo libre haciendo lo que queramos aunque esto sea acostarnos, y hasta para divertirse y ser creativo e ingenioso.
La pereza es entonces negligencia, descuido, tedio, un no querer hacer nada, incluso aburrimiento; y según Santo Tomás es: del desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales.
La pereza es, entonces, un sentimiento desagradable de falta, nos falta algo, pero no sabemos qué. ¿Cuál sería entonces la carencia? Puede ser que nos falte salud o puede que lo que nos falte es interés en el mundo en que vivimos, la pereza es depresión. Entonces lo que nos falta es amor por nosotros mismos y si no sentimos amor por nosotros mismos es porque no nos sentimos amados ni sentimos amor por los demás. Lo que nos falta es amor, eso nos crea desesperanza: tierra fértil para el uso de las drogas. Muchos jóvenes se inician en las drogas por aburrimiento, por no sentirse amados, porque tienen ganas de experimentar algo y no pueden, entonces las drogas les resuleven el problema de manera pasajera. La droga se convierte en un sustituto del "amor" pero como es falso porque lo que logran más bien es evadirse ingieren más y más con la esperanza de que llegará el bienestar permanente, y lo que sucede es que se vuelven adictos y se crean otro problema.
Recordemos que Fromm también le llama amor al trabajo productivo. Cuando uno se ama a sí mismo, ama a los demás y se interesa en el mundo, tiene ganas de explorarlo o bien de hacer algo por éste.
El trabajo suele ser desagradable cuando a uno no le gusta lo que hace en éste, cuando no se recibe satisfacción por el quehacer mismo, cuando sólo se hace para ganar dinero. De ahí que es muy importante hacer algo que a uno le guste, claro que no siempre se encuentran trabajos que a uno le gusten, me podrían decir que a quien le va a gustar barrer la calle. Pero aún si a uno no le gusta lo que hace específicamente, por lo pronto, la satisfacción de hacerlo se puede rescatar de la noción de que uno está haciendo algo por sí mismo y por el bien común. Es autodevaluatorio y por tanto falta de amor al sí mismo sentirse un parásito de la sociedad. El que todos hagan algo para contribuir al progreso y al bienestar de una comunidad y uno no haga nada por ésta alimenta el sentimiento devaluatorio. Si una persona se ama y ama a los demás hasta puede gustarle barrer la calle: las calles deben estar limpias por higiene y por estética, es algo que la sociedad y el mundo necesitan y si uno se siente que contribuye con la sociedad de la que forma parte, hasta eso puede ser grato mientras se encuentra algo que satisfaga más.
Esto apunta a la segunda definición de Santo Tomás: por responder a los bienes espirituales. Es un bien espiritual el sentirse útil e integrado al mundo. También, dentro de los bienes espirituales está por ejemplo el arte. Si recordamos la frase que le dijimos a nuestro amigo o amiga "Aquí en la hueva" puede que no estuviéramos precisamente aburridos(as) sino acostados(as) viendo una película, leyendo un libro, escuchando música, platicando con alguien o pensando en nuestras cosas, entonces nos sentíamos bien porque no era pereza era un tiempo libre en el que optamos por hacer libremente lo que queríamos en ese momento y estábamos obteniendo un bien espiritual un alimento para el alma.
La virtud que opone Santo Tomás al pecado de la pereza es la diligencia: Prontitud de ánimo para obrar el bien. Acertado, aunque cualquier perezoso le devolvería enseguida la pregunta: "Ay sí, qué fácil, y ¿cómo le hago? si no tengo nada de ganas".
Trataré de proponer algo quizás más completo aunque debo advertir que se necesitan primero, ganas de resolver el problema de la pereza y ya con eso tenemos. Si realmente tenemos ganas de solucionarlo y de revolucionar nuestras conciencias, vamos en caballos de la hacienda. Con esas ganas buscaremos la solución al mismo tiempo que de hecho estamos solucionando el problema.
Habría primero que revisar si no estamos enfermos o tenemos la presión baja. Si es un problema de salud hay que remediarlo. Si estamos perfectamente sanos habría que pensar por qué no nos amamos, a la mejor es por flojos y entonces se resuelve poniéndonos a trabajar o a hacer algo productivo o divertido (que son lo mismo). No a ver la tele mentirosa e idiotizante porque entonces empeoramos el asunto y más pereza nos da y menos amamos a nuestros semejantes. Pensemos en qué nos gusta, que nos interesaría hacer, puede ser físico, mental o emotivo. La comunicación, la tecnología actual y el acceso a la información, si sabemos buscarla, nos provee de un mundo muy amplio y muy interesante que explorar, nuestras capacidades de pensar y hacer nos presentan un panorama en el cual podemos estar muy activos, muy entretenidos y muy productivos. Nada más grato que hacer algo que nos gusta, que construye y que hace bien a nosotros o a los demás.
Me he encontrado con gente, por ejemplo, que está quéjase y quéjase de la situación del país y del espurio, pero no se le ocurre ponerse a hacer algo que coadyuve a cambiarlo. Las gentes que participan en la resistencia, les faltan horas para hacer cosas que quieren hacer y jamás experimentan la pereza por el contrario nuestra diligencia ha aumentado porque independientemente de que trabajamos para sobrevivir estamos interesados en hacer algo por el bien de todos, ése es el mejor ejemplo que puedo ponerles.
Naturalmente que el trabajo por productivo e interesante que sea va a presentar retos y dificultades y está en nuestra creatividad y nuestra inteligencia el vencerlos, y cuando se logra el sentimiento de satisfacción es todavía mayor.
No hay que confundir la diligencia y la productividad con el trabajo compulsivo, hay gente que trabaja y trabaja por evadirse de la realidad, no porque esté experimentando un placer o una satisfacción al hacerlo sino porque su realidad es conflictiva y con eso se evade de ésta. Identificar cuál es el caso es fácil, ¿estamos contentos cuando trabajamos o estamos amargados? En el primer caso es productividad, en el segundo, es neurosis.
La revolución de la conciencia implica no quedarse sentado en la desesperanza, si nos amamos y amamos a los demás estaremos gratamente interesados en un cambio, en una resistencia que nos permite sentirnos actores de una transformación y que aunque sea arduo y largo el camino ahí vamos construye y construye con alegría hasta lograrlo.
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