Angel Guerra Cabrera
Venezuela es el corazón de la actual y decisiva batalla de las fuerzas populares latinoamericanas por librarse de la sujeción al imperialismo yanqui y avanzar hacia su emancipación plena, que pasa por la integración de las naciones al sur del río Bravo.
Para que su patria pueda dar un superior aporte a ese empeño, Hugo Chávez ha puesto el pie en el acelerador a fin de profundizar y consolidar las audaces formas de democracia popular generadas durante los ocho años de su mandato, que van mucho más allá de la democracia formal y elitista. Consciente de que una revolución, para no ser derrotada, no debe dormirse sobre los laureles y ha de propiciar un creciente poder del pueblo, sujeto y objeto principal de las transformaciones sociales, el mandatario aprovechó el enorme apoyo recibido en las elecciones de diciembre pasado para lanzar un conjunto de medidas que harán de Venezuela un inexpugnable bastión de la revolución latinoamericana.
Abierto a todas las expresiones del pensamiento humanista y revolucionario, firmemente arraigado en la cultura latinoamericana, con todos los sentidos puestos en el alma de su tiempo y su pueblo, Chávez ha sabido extraer lo más sustancioso de las ideas de Bolívar, Martí, Marx, Lenin, el Che y Fidel, sin olvidar el cristiano "amaos los unos a los otros". Con ese bagaje plantea la construcción del "socialismo del siglo XXI", proyecto que rompe frontalmente con los fantasmas paralizantes del estalinismo y de la socialdemocracia. Por eso, en boca de él suena tan auténtica la evocación de Mariátegui cuando definió el socialismo latinoamericano como creación heroica, ni copia ni calco.
Con ese rumbo, el venezolano ha convocado a poner en marcha cinco motores complementarios entre sí: leyes habilitantes, reforma constitucional, nueva geometría del poder, educación popular y "explosión" del poder popular.
En síntesis, se trata de realizar algunas modificaciones a la Constitución y dictar leyes complementarias que permitan la suplantación del modelo económico actual por uno socialista, institucionalizando la directa y sistemática participación popular en la planificación, ejecución y control del trabajo gubernamental, incluyendo el presupuesto. Además, una gran inyección de inversión pública en las regiones más rezagadas del país, donde se prevé el surgimiento de nuevos polos económicos y ciudades comunales con orientación socialista desde su misma concepción urbanística "para los hombres y no para las máquinas", ha dicho Chávez.
Contrapuesto al socialismo (i)real, se prestará principalísima atención a la creación de una nueva conciencia social y una nueva ética, cuyos embriones se observan ya en el desplazamiento de los rasgos individualistas de conducta por los solidarios en las múltiples "misiones" y otros proyectos económicos y sociales cuanto en la identificación de grandes masas de venezolanos con la política exterior internacionalista de Caracas. Barrer con la corrupción y el burocratismo tradicionales del Estado burgués, sustituyéndolo desde los cimientos por uno de raigambre popular, es uno de los objetivos principales de estas acciones.
Venezuela, cuyo crecimiento económico y gasto social supera ya al de todos los demás países del continente, no sólo por el petróleo sino por la expansión de otros sectores, se propone superar esa cota, lo que implica un gran impulso al agro y a la industrialización y una reforma para que tributen más los que más ganan. Junto a un sector estatal, cooperativo y mixto dominante se permitirá la propiedad privada siempre que acepte su función social. Se fortalecerá la defensa, acentuando el protagonismo del pueblo. Contrariamente a lo que afirman los pulpos mediáticos, las reformas constitucionales y leyes habilitantes se consultan ya con los sectores interesados y serán sometidas a referendo popular.
En su momento, Bolívar, enfrentado las maniobras divisionistas británico-oligárquicas y las incipientes de Washington, se quejaba amargamente de la desunión de sus compañeros de armas.
Atento a la historia, a su experiencia ante la constante conspiración imperialista y al clamor de la calle, Chávez impulsa también ahora la creación urgente de un solo partido de los revolucionarios, aglutinante y multiplicador de la energía y diversidad popular, cuyos líderes y programa surjan de asambleas de base y no de cúpulas. No un partido de cuadros sino de masas, nacido de la experiencia bolivariana de ayer y de hoy.
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