Cuando en diciembre de 2004 Fidel Castro y Hugo Chávez lanzaron la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), la iniciativa parecía representar el marco institucional de los acuerdos que Cuba y Venezuela estaban desarrollando. Representaba el gran ejemplo del comercio justo -que pregonaba el Foro Social Mundial: cada país aporta lo que posee, petróleo venezolano, no a precios de mercado, pero recibiendo a cambio lo que solamente Cuba puede entregar: el mejor personal en salud pública, educación y deportes. Otros acuerdos -firmados en abril de 2005- anunciaban la disposición de integración estructural y estratégica entre los dos países, en la dirección del anticapitalismo y del socialismo del siglo XXI.
Un año después triunfó Evo Morales en Bolivia, y en abril de 2006 se adhirió a la Alba. En enero de 2007 fue el tiempo de Nicaragua, en el momento de la toma de posesión como presidente de Daniel Ortega.
La reunión efectuada en Venezuela -en las ciudades de Barquisimeto y Tinturero, en la provincia de Lara, en abril de este año- contó con la participación del presidente de Haití, René Preval, quien firmó varios acuerdos con los gobiernos ya adheridos a la Alba, y con la ministra de Relaciones Exteriores de Ecuador, María Fernanda Espinosa, pudiéndose decir que estos dos gobiernos están identificados con el espíritu de la alternativa y su adhesión es cuestión de poco tiempo.
¿Dónde se sitúa la Alba y qué la diferencia de otros proyectos de integración regional? La línea divisoria general que separa al continente no es aquella entre la supuesta "izquierda buena" e "izquierda mala". Esta es una visión de la derecha que busca dividir el campo progresista del continente para intentar cooptar a los gobiernos más moderados.
La línea divisoria fundamental es aquella que pasa entre los países que firmaron acuerdos de libre comercio con Estados Unidos -México, Chile, además de los procedimientos avanzados por Colombia y Perú-,que hipotecan su futuro y cualquier posibilidad de regular lo que suceda en sus países, en una relación realmente desigual entre la mayor potencia imperial del mundo y las naciones que privilegian la integración regional.
Entre éstos están los que, a pesar de esta opción, mantienen el modelo económico neoliberal -como Brasil, Argentina y Uruguay- y los que se sitúan fuera de éste -Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. Esta es una segunda división de las aguas, pero se da en el marco de un proceso de alianzas que genera un espacio no sólo de integración -centrado en el Mercosur-, sino que, más allá de eso, contribuye a un mundo multipolar que adelgaza la hegemonía de Estados Unidos.
Este proceso se da en América Latina porque el continente había sido laboratorio privado de las experiencias neoliberales, de lo cual se viven actualmente los peores efectos. Aquí nace el neoliberalismo y esta fue la región en que más se extendieron sus experiencias, así como fue aquí donde se dieron de manera más concentradas sus crisis: México 1994, Brasil 1999, Argentina 2002.
América Latina se volvió el hilo más delgado de la cadena imperialista, por la combinación de varios factores:
-El agotamiento del modelo neoliberal.
-El fracaso y aislamiento de la política del gobierno de Bush en el continente.
-La fuerza acumulada por la resistencia, especialmente de los movimientos sociales en la lucha contra el neoliberalismo.
-El surgimiento de liderazgos y fuerzas políticas que catalizaron esos factores para promover rupturas con los TLC y con el imperialismo.
La hegemonía de poder en el mundo se articula actualmente en torno a tres grandes monopolios:
-El poder de las armas.
-El poder del dinero.
-El poder de la palabra.
Los procesos de integración regional trabajan en la perspectiva de un mundo multipolar, colocando trabas a la hegemonía imperial estadunidense. Los países que rompieron con el neoliberalismo se enfrentan al reino del dinero. Las iniciativas de la prensa alternativa -dentro de las cuales, Telesur es el ejemplo más conocido- trabajan por la democratización de los medios. No hay ninguna otra región del mundo que presente todas estas características.
Después de muchos años de resistencia al neoliberalismo, en que los movimientos sociales fueron los principales protagonistas, se conquistó este derecho, una vez agotado el modelo neoliberal, y pasar a las fases de lucha por una hegemonía alternativa, por gobiernos posneoliberales. El neoliberalismo aún continúa siendo predominante en el continente: baste decir que sigue vigente en países como México, Brasil, Argentina, Colombia, Chile y Uruguay, entre otros. Las sucesivas rupturas se dieron en las zonas de menor resistencia, con menor centralización en el continente, donde el capitalismo neoliberal se había consolidado menos: Venezuela, Bolivia y Ecuador. Las mismas características pueden ser aplicadas a Nicaragua y Haití, además de aquel país que había roto hace décadas con el capitalismo: Cuba.
En la reunión efectuada en Venezuela fue creado un Consejo de Movimientos Sociales, integrado a la estructura de la Alba, que cuenta también con un consejo de presidentes y un consejo de ministros. Los movimientos sociales de cada país del continente discutirán acerca de todos los temas que deseen incluir en la agenda de debates para la construcción de una América Latina posneoliberal, definiendo sus formas concretas de participación en una reunión previa al próximo encuentro de presidentes, previsto en principio para diciembre, en Bolivia o en Cuba.
Sumando a esos países y a los movimientos sociales, la Alba se convirtió en un nuevo horizonte histórico de América Latina y el Caribe, a partir del cual todas las fuerzas progresistas tienen que pensar su identidad, sus objetivos y sus formas de acción. Se constituye en un ejemplo de modelo de aplicación del "comercio justo", de la solidaridad y de la cooperación. Un espacio alternativo al libre comercio, al dominio del mercado, revelando concretamente cómo es el intercambio entre necesidades y posibilidades, mediante el cual se termina con el analfabetismo, se fortalece la agricultura familiar y la seguridad alimentaria, se reintegra el poder de decidir a millones de personas. En suma, donde se colocan las necesidades de la población por encima de los mecanismos de mercado y de la acumulación de capital.
Vivimos un periodo marcado por el paso del modelo capitalista regulador al neoliberalismo y del mundo bipolar al unipolar, bajo la hegemonía imperial de Estados Unidos. En América Latina se decide gran parte del futuro del mundo en el nuevo siglo y la Alba es el espacio más avanzado de esa lucha.
Traducción: Ruben Montedónico
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