sábado, mayo 05, 2007

El mundo se ha globalizado y sus problemas también

Por Armando Hart Dávalos

Como consecuencia de los desajustes sociales en diversas latitudes, el mejor pensamiento de la Edad Moderna está, de hecho, fracturado y se ha impuesto a gran escala un materialismo vulgar y ramplón, contrario a los valores singulares de la humanidad, cuestionador de los paradigmas éticos y que lesiona los principios políticos y jurídicos del Occidente civilizado.
El pragmatismo y su hermano gemelo el pensamiento tecnocrático, fragmentan las diversas categorías de la vida social, sitúan sus variados contenidos en departamentos estancos, obstruyen sus vasos comunicantes, que le dan el más profundo valor humano y social a la cultura. La agudización creciente de estos antagonismos genera conflictos, amenaza la paz y pone en peligro la existencia humana. Están afectando seriamente nuestra atmósfera y la naturaleza, que ha servido de cuna a la humanidad y a su desarrollo.
La civilización tecnológica y científica de la llamada postmodernidad, no deja otra alternativa que retomar y recrear la mejor tradición humanista de la Edad Moderna, es decir, enriqueciéndola con las exigencias de los nuevos tiempos para oponerla a los peores instintos egoístas que subsisten en la conciencia y subconciencia humana. José Martí decía que los hombres llevábamos una fiera dentro, pero que éramos individuos excelentes que podíamos ponerle riendas a la fiera; las riendas están en la cultura.
El mundo se ha globalizado y sus problemas también. No se trata ya de salvar a una comunidad aislada, sino a la humanidad toda. La nueva civilización tecnológica no es compatible con el desorden jurídico, las diferencias de desarrollo económico, social y cultural, con los desajustes ecológicos, el racismo, el hegemonismo y con la "fascinación" a ultranza que impone el lenguaje subliminal y empobrecedor de los medios de comunicación.
La degradación ética está en la esencia del drama. Las dos revoluciones científico-técnicas más importantes de los últimos tiempos, la informática y la mediática, fueron empleadas para producir el espectáculo de guerras reales, las cuales pueden verse desde los hogares por televisión, como quien disfruta de una alegre comedia o de un apacible programa de recetas de cocina. La biotecnología y la ingeniería genética, una tercera revolución, al servicio de los intereses creados, puede acabar cumpliendo la pesadilla de Orwell: sociedades de zombis manipulados para la producción y el consumo. La corrupción de las costumbres y los consorcios de la droga marcan la impronta de la vida cotidiana en muchos países desarrollados, y para mayor escarnio se le achaca toda la responsabilidad de esta última a las zonas pobres productoras de la materia prima.
El más vasto proyecto de liberación humana emprendido en el siglo XX sufrió un colapso. Las causas esenciales de su fracaso tienen fundamentos culturales, la subestimación de los factores subjetivos y su tratamiento anticultural, se hallan en la médula de los grandes errores cometidos. Esto en las condiciones de sociedades que habían colectivizado las fundamentales riquezas, generó el inmovilismo, la inacción, la superficialidad y acabaron exaltándose los peores rasgos en el sustrato sociocultural de aquellos países. Así perdió toda realidad el llamado "socialismo real". Pero lo que se derrumbó no sólo fue el campo socialista, sino el sistema de relaciones políticas vigente a escala internacional en la segunda mitad del siglo XX.
José Martí caracterizó el desafío que aún hoy tiene vigencia. La contradicción, dijo, no está entre civilización y barbarie, sino entre falsa erudición y naturaleza. Así la cultura cuando se corresponde con intentos de dominación es falsa erudición y por consiguiente agrede a la propia naturaleza, y en cambio cuando se identifica con el ideal de liberación, se revela como una segunda naturaleza genuinamente humana.
Aceptamos el desafío impuesto por las actuales relaciones económicas internacionales, pero ello presupone principios éticos y culturales sobre el fundamento de lo enunciado por el Benemérito de América, Don Benito Juárez, cuando afirmó: "El respeto al derecho ajeno es la paz". Sólo así defenderemos a la humanidad de la debacle, a los pobres de la miseria y a la tierra misma del desastre ecológico denunciado por la comunidad científica internacional. La única forma de contribuir a la paz de manera estable y duradera, consiste en situar la bandera de la democracia, el respeto a los valores universales de la cultura y a los principios del sistema de derecho internacional en el centro de nuestro empeño.

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