domingo, mayo 27, 2007

Ley antiterrorismo

Carlos Montemayor /II

Decíamos en la entrega anterior que era riesgoso confundir el término terrorismo con la inconformidad social. Pues el "terrorismo" fue una creación del poder de las elites mundiales para descalificar ciertos grupos, y no fue resultado del surgimiento de una realidad criminal evidente o de una intencionalidad comprobable de causar terror como fin principal. Hace muchos años traté este tema, cuando escribía Chiapas, la rebelión indígena de México, y después lo volví a hacer en el año 2001, en ocasión del ataque a las torres gemelas de Nueva York. No pensé que debía retomar algunas de esas viejas notas casi tres lustros después.

En el otoño de 1988, por ejemplo, en una casa de Coyoacán conocí a un militar británico que visitaba la ciudad de México. Durante la comida, nuestros amigos me preguntaron, entre otros temas, por la novela que en ese tiempo estaba yo escribiendo, que era Guerra en el paraíso, y comenté algunos rasgos generales del movimiento campesino de Lucio Cabañas.

-Era terrorista -concluyó el militar británico.

-No, por supuesto -respondí.

Traté de explicar la lucha armada de varios cientos de campesinos que encabezó Lucio Cabañas en la sierra sur del estado de Guerrero de 1967 a 1974. Me parecía evidente que la lucha había sido provocada por las autoridades del estado y por la represión política. Los guerrilleros se desplazaban a lo largo de pueblos que los apoyaban con alimentos, información, pertrechos o solamente con el silencio, porque los pueblos asumieron esa lucha como suya. Con la palabra "terrorista" el militar británico vaciaba de sentido esa lucha.

-Los terroristas pueden tener también otra ideología -insistió en explicar-, pero pelean fuera de la ley. Son siempre peligrosos. Usted está hablando, por lo que veo, de un terrorista que era comunista, ¿verdad? Era un terrorista con ideas comunistas, ¿no es así?

Al levantarnos de la mesa, muchas cosas me impedían entender los profundos prejuicios que sobre la paz social tenía ese militar. Quizás él miraba el mundo desde los ojos de un imperio existente o ya desaparecido, eso no importaba, y por ello consideraba terroristas a los que en países latinoamericanos yo veía como luchadores por la justicia o la
libertad.

Pocos días después de los atentados en Nueva York y Washington, por ejemplo, la agencia noticiosa Reuters explicó su rechazo a aplicar la palabra "terrorista" a individuos, organizaciones o actos, ya que la definición de quién es o no un terrorista dependía de una interpretación subjetiva. "Lo que para alguien es un terrorista, para otro es un luchador por la libertad", explicó Stephen Jukes, editor en Washington de esa agencia.

El 18 de septiembre de ese año de 2001, los corresponsales estadunidenses de La Jornada, Jim Cason y David Brooks, se preguntaban: "¿Quién es un "terrorista?" Recordaron que 16 años antes Nelson Mandela y su Congreso Nacional Africano eran considerados terroristas por el gobierno de Estados Unidos. En cambio, los guerrilleros mujaidines de Afganistán, entre cuyas filas estaba el entonces "héroe" Osama Bin Laden y, particularmente, Ahmed Ul Haqia, al que los talibán fusilaron a finales de octubre del 2001, fueron caracterizados como "luchadores por la libertad". En 1985 el entonces presidente Ronald Reagan invitó a la Casa Blanca a los líderes mujaidines, a quienes patrocinaba la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que lucharan en Afganistán contra la ocupación soviética. En ese momento el presidente Reagan elogió esa lucha como una campaña contra el "imperio del mal" y declaró que los mujaidines afganos eran "el equivalente moral de los próceres de Estados Unidos".

Pero poco después, cuando estos "próceres" dejaron de luchar contra los soviéticos, se convirtieron en el prototipo de los terroristas. ¿Por qué? Porque el término "terrorista" no explica, sólo identifica por descalificación a grupos proscritos utilitariamente. Así Estados Unidos distorsiona selectivamente las luchas de resistencia en el mundo; así los rusos distorsionan la lucha de resistencia en Chechenia y los israelíes distorsionan la lucha de resistencia de los palestinos.

El terrorismo no es una conducta ni patrimonio específico de un individuo o grupo social, salvo en las grandes producciones cinematográficas de Hollywood. No existen terroristas, existen redes de crimen organizado a escala regional o internacional en contrabando de armas, narcotráfico, migrantes o prostitución, por mencionar algunos ejemplos, y también organizaciones de resistencia política regional, campesina o urbana que se ven obligadas a adaptarse a diferentes condiciones de lucha local, regional o incluso internacional. El análisis de estas organizaciones armadas tendría que ser político, económico o social. O también militar, ya que el contrabando de armas puede alcanzar en breve nichos tan sofisticados como las armas químicas y las cabezas nucleares.

Tarde y mal, pues, el Senado quiere que México acepte como algo objetivo, comprobable y unívoco el término terrorismo para reducir y cegar la comprensión de procesos sociales aquí y en el extranjero. El "terrorismo", como el viejo delito de "disolución social", abre en el México actual las puertas a una represión con resultados imprevisibles. Una represión dirigida contra procesos sociales que nada tendrían que ver con el terrorismo, pero sí con el descontento por las determinaciones que "la autoridad" toma día con día por la presión de las élites mundiales y nacionales.

¿Modernización del estado de derecho en México? No, creo que se trata de un grave retroceso. Hemos decidido tomar como una realidad mundial la descalificación utilitaria del imperio, explicable sólo por Hollywood y por los intereses imperiales, que invaden ya nuestras fronteras. Y esto facilitará a Estados Unidos y a España pedir a México la extradición expedita de los reos políticos que ellos cataloguen como terroristas, por supuesto.

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