lunes, junio 04, 2007

Poder y dinero, obsesión de los líderes del sindicalismo charro

Los excita más que el sexo; les satisface la posibilidad de influir en política, señala sociólogo

Gordillo, Romero Deschamps, Hernández Juárez, eminentes alumnos de Fidel Velázquez

PATRICIA MUÑOZ, CAROLINA GOMEZ /I

Carlos Romero Deschamps, jerarca del sindicato petrolero,
Carlos Romero Deschamps, jerarca del sindicato petrolero, Foto: Carlos Ramos Mamahua
Elba Esther Gordillo Morales jerarca del sindicato magisterial
Elba Esther Gordillo Morales jerarca del sindicato magisterial Foto: Carlos Ramos Mamahua
Francisco Hernández Juárez, jerarca del sindicato de telefonistas
Francisco Hernández Juárez, jerarca del sindicato de telefonistas Foto: Francisco Olvera


Las historias de los líderes sindicales mexicanos podrían llenar varios tomos y darían para una enciclopedia, no sólo por las tramas que anteceden su llegada al poder, sino por las tácticas que usa la mayoría para perpetuarse en los gremios y vivir por décadas en permanente relección, incluso en organizaciones como la Confederación de Trabajadores de México (CTM), a los dirigentes el cargo les dura hasta la muerte, y en otras, hasta la jubilación.

Sin distingo entre organizaciones "democráticas" o corporativas, "el poder es el poder". Incluso algunos líderes señalan que éste es más excitante que el sexo, ya que se acompaña de dinero e influencia. Por ello, la relección es la constante y la mantienen con base en todos los artilugios: reformas a estatutos, persecución y agresión a los disidentes, golpes bajos y el manoseado pretexto de que "las bases no los dejan ir", como señala el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en una investigación de Marco Antonio Leyva Piña.

En suma, la charrización es un virus extendido en el sindicalismo, y lo ha enfermado a tal grado que, mientras los gremios fueron "socios del poder" en tiempos del PRI, en las últimas décadas sus líderes han perdido todos sus márgenes de legitimidad y de representatividad, según apunta, Javier Aguilar García en un análisis del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México: "En México a los líderes sindicales ya nadie les cree (salvo honrosas excepciones) que representan a sus bases".

La escuela que dejó Fidel Velázquez la siguen a pie juntillas desde Elba Esther Gordillo -que no ha soltado el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación desde 1980- hasta Carlos Romero Deschamps -14 años cobrando como dirigente del gremio petrolero-, pasando por el líder de los telefonistas, Francisco Hernández Juárez -este año cumplió 31 años en el cargo-, hasta alguien que pocos conocen pero que dirige su sección desde 1959 y a partir de 1970 lidera el Sindicato de Trabajadores de la Industria Embotelladora, Armando Neyra Chávez.

Todos son relectos

Ejemplo de la "siniestra historia de las relaciones corporativas mexicanas es la de Víctor Flores", del gremio ferrocarrilero, donde la oposición fue borrada y un dirigente de "tal calidad moral como la de él pudo llegar porque fue impuesto en el cargo en contubernio con la gerencia de esa empresa paraestatal -Ferrocarriles Nacionales (Ferronales)- y el gobierno federal", pese a las denuncias de corrupción, señala Leyva Piña.

Flores puede él solo llenar un tomo de la historia de corrupción de las dirigencias gremiales. Pesan sobre él más de 12 mil demandas judiciales por robo de 32.5 mil millones de pesos del Fondo de la Sociedad Mutualista Previsión Obrera; denuncias por malversación de cuotas; investigaciones penales por desvío de fondos para vivienda; acusaciones de homicidio de oponentes, y es claro ejemplo de la relección fraudulenta y amañada, según denuncia la organización Jubilados Ferrocarrileros de la República Mexicana.

Indica que este dirigente no realiza asambleas ni llama a votaciones, se relige en automático, y señala que jamás operó un ferrocarril y, en cambio, participó de la reventa de terrenos, derechos de vía e inmuebles que tenía Ferronales en el país y cuyos recursos nunca ingresó al erario; por si fuera poco, sigue cobrando a los ex trabajadores 1 por ciento de sus jubilaciones como "cuotas sindicales". Sin embargo, este líder ha estado al frente del gremio 12 años; llevaba cuatro relecciones y modificó el año pasado los estatutos para ampliar el periodo de cuatro a seis años, por lo que ya aseguró la silla hasta 2012.

Hasta el sepelio

La gran central obrera por antonomasia, la CTM -que parió a los grandes hijos del sindicalismo corporativo-, muestra ejemplos de lo que es no soltar la silla.

El sucesor de Fidel Velázquez -quien dirigió por 36 años la CTM-, fue Leonardo Rodríguez Alcaine, conocido como el yerno de los periodistas, cuando dijo un reportero que "le pasara a su hermana".

La Güera, como también era conocido, fue designado secretario general de la cúpula de la central obrera, sin que se llamara a elecciones o a asamblea extraordinaria. Asumió en 1997 -cuando falleció el gran líder del puro- hasta su propia muerte, en 2005. Fue, además, secretario general del Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) 30 años exactos.

Es decir, de sepelio a sepelio duran los líderes, y mientras su silla en el SUTERM se le asignó a Víctor Fuentes -de quien se dice es su sobrino y que tampoco llegó por votación-, su escritorio en la CTM lo ocupa ahora Joaquín Gamboa Pascoe.

"Resolución que se toma una reunión de tan sólo 40 minutos, donde los dirigentes de la organización, con 17 votos en favor y 10 abstenciones" decidieron que fuera Gamboa el sucesor en línea en esta central. No hubo voto libre o secreto, ni siquiera participaron todos los sindicatos que conforman la central; un grupo de ellos se puso de acuerdo y lo nombró, plantea Angélica González Vega, del Centro de Reflexión y Acción Laboral, en el análisis Libertad sindical: derecho humano laboral.

Gamboa Pascoe, conocido antaño como El Figurín, por sus trajes caros y suntuosos autos, y quien ante estas críticas dijo que a él nunca "lo iban a ver de huaraches", también es de la vieja guardia cetemista; encabeza desde hace más de 30 años la Federación de Trabajadores del Distrito Federal, fue diputado federal (1961-1964), y dos veces senador.

En la disputa por la dirigencia de esta central, Gamboa venció a Carlos Romero Deschamps, por lo cual el líder petrolero, enojado desde que tomó el cargo su oponente, no ha regresado a la CTM, y amenazó con la ruptura de su sindicato con esa central.

Historial negro, como el petróleo

Romero Deschamps ha seguido, por su parte, las dos tradiciones: relección y corrupción; según la Coalición Nacional de Trabajadores Petroleros, bajo su mando el sindicato ha padecido el mayor desvío de recursos de los últimos sexenios, lo mismo para campañas electorales -el Pemexgate- que para peculio personal.

Ha sido acusado de todo y ha utilizado el fuero legislativo para sortearlo. Con más de 14 años como líder del sindicato, iba en su quinto periodo de relección cuando en 2006 reformó los estatutos para ampliar de tres a seis años su gestión, adelantar su relección para 2007 y asegurar el cargo hasta el 31 de diciembre de 2012 por la noche. Para que no quedara duda, sin empacho le tomaron la protesta el cuestionado ex secretario del Trabajo Francisco Salazar Saénz, y el secretario de Gobernación foxista Carlos Abascal.

En esta organización la maquinaria releccionista está tan aceitada que no sólo es su dirigente nacional quien recurre a esta práctica, sino casi todos los líderes seccionales del país. Para ello hacen uso eficiente de las viejas prácticas del gangsterismo sindical, desde golpeadores, hasta compra de favores, votaciones a mano alzada, acarreos y, por supuesto, se impide participar en las elecciones a la oposición, denuncia la coalición.

"Es una mezcla de poder y dinero lo que buscan los dirigentes, porque el poder excita más que el sexo, el poder es casi una droga donde encuentran gran satisfacción y la posibilidad de acceder a tener influencia política", señala Enrique de la Garza Toledo, doctor en sociología y profesor distinguido de la UAM.


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