María Teresa Jardí
No existe mejor manera de controlar la rapiña que la que propicia el que gobernantes y gobernados tengan una vida digna. No se tiene, entonces, que sacar al Ejército a controlar a los pobres en aras de que los ricos no pierdan nada de lo mucho que les regala el gobierno con mil y un concesiones que traen aparejadas la no protesta por la usura, en beneficio propio, que en los gobiernos campea en países como México.
Es inconcebible que luego de sufrir fenómenos como los huracanes Gilberto, el Isidoro y luego el Vilma que hicieron tanto daño, otra vez las pérdidas vayan a ser las mismas por el paso del Dean. Y más allá de que en el caso de los árboles deberían sembrarse sólo los que son parte de la flora nativa del lugar, cuestión de inteligencia, porque esos son los que tienen la flexibilidad necesaria para aguantar de pie las rachas de viento y la lluvia que cae a cántaros cae. Más allá de esa cuestión de lógica elemental natural, no me refiero a la lógica caída de árboles que dejan a su paso esos eventos, digamos, naturales, aunque sea la mano del hombre la que obligue a la naturaleza a responder de manera tan violenta. Me refiero a todo lo demás, me refiero a las partes de las casas que se lleva a su paso el fenómeno, porque no es lo adecuado para un lugar donde la naturaleza trae huracanes, aunque fuera de tanto en tanto, y, peor aún, cuando además se van volviendo, como quien dice, anuales.
Ni un techo de lámina debería existir en la Península de Yucatán, ni menos aún de cartón ni de paja, por muy adecuada que sea la paja para el calor, que se mitiga también con el aire acondicionado que los ricos pueden pagar y los pobres no.
Cambió la naturaleza. Debe cambiar la forma de vida de las personas adecuando las casas a las condiciones del clima.
Ni una vivienda desprotegida para enfrentar el fenómeno tendría que existir en el lugar donde vacacionan los turistas más ricos y los más famosos pedófilos del planeta.
Pero, si así fuera, dejarían de ser negocio los huracanes y en el país que por elección propia recula como cangrejo y donde la corrupción es la principal y casi única regla del sistema; esto no conviene a la clase política/empresarial y empresarial/ política que es la responsable de todas nuestras tragedias.
Dejarían de ser negocio los huracanes y el dinero del erario y del narcotráfico y de los casinos y del robo de autos y de y de y de, ya se sabe que está destinado a que los ex-gobernantes vivan mejor que el antiguo Sha de Persia. Al que se voltee a ver: Carlos Salinas, Rosario Robles, Vicente Fox. Todos viven muy bien y sólo el más hipócrita, es decir, Zedillo, hace como que trabaja y eso porque se esconde en las enaguas del imperio al que el usurpador FeCalPillo, tan pillo, le entrega el país.
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