Carlos Fernández-Vega
Sin condiciones, como siempre, la paisanada que vive y labora en el vecino del norte mantiene elevado el flujo de dólares que envía a sus familiares. A pesar de los nubarrones que en este renglón algunos previeron, el monto de remesas sigue al alza, aunque, cierto es, con un ritmo menor que el reportado en años previos.
El más reciente informe del Banco de México sobre el particular, revela que de enero a julio de este año las remesas enviadas por la paisanada acumularon 13 mil 605.3 millones de dólares, igual a un aumento anualizado de 1.6 por ciento, contra 22 por ciento en 2006. De cualquier suerte, esta inyección de recursos se mantiene como segunda fuente de divisas para el país, sólo superada por el oro negro.
De acuerdo con el banco central, en julio reciente los envíos de los trabajadores a sus familiares radicados en México fue de 2 mil 107.4 millones de dólares, una cantidad mayor en 7.1 por ciento a la registrada en el mismo mes de 2006, pero la cual se mantiene dentro de la misma tendencia descendente observada en el transcurso de 2007. En dicho mes, pero del año pasado, el crecimiento anual del monto total recibido fue de 15.6 por ciento, más del doble del incremento registrado en igual lapso de 2007; aun cuando el promedio de divisas ingresado por remesa aumentó 1.5 por ciento para llegar a 357.78 dólares, después de tres meses consecutivos de decrecimiento anual en este concepto (La Jornada).
A pesar de la “desaceleración” en el monto remitido, los dólares que la paisanada ha inyectado a la economía mexicana en los últimos siete años sobrepasan los 120 mil millones de billetes verdes (el enorme pastel al que gobierno y barones se quieren engullir), canalizados a sus familiares, los cuales, mayoritariamente, tienen edades que van de 18 a 49 años (76 por ciento del total), de acuerdo con una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (Estadísticas demográficas de los receptores de remesas en México).
El estudio del organismo financiero regional revela que sólo el 6 por ciento de los receptores de remesas en México reciben menos de mil 600 pesos mensuales por tal concepto; el 24 por ciento obtiene de mil 601 a 4 mil pesos con igual periodicidad; 27 por ciento de 4 mil1 a 6 mil 400 pesos; 30 por ciento de 6 mil 401 a 19 mil 200 pesos y alrededor de 3 por ciento más de 19 mil 201 pesos cada treinta días.
El 47 por ciento de los encuestados tiene algún familiar en el extranjero (en Estados Unidos, principalmente, en donde reside el 97 por ciento de la parentela). Un dato relevante que arroja la encuesta es que sólo el 17 por ciento de los entrevistados reconoció que regularmente recibe dinero de su familiar o familiares en el extranjero; el 30 por ciento aseguró no recibir un solo dólar y el 53 por ciento afirmó que no tiene parientes fuera de las fronteras nacionales.
El trabajo del BID indica que el 25 por ciento de los adultos mexicanos en Zacatecas, Guanajuato, Jalisco, Michoacán y San Luis Potosí recibe remesas regularmente, mientras que en los 26 estados restantes y el Distrito Federal sólo el 13 por ciento. En 2006, el receptor de remesas promedio en México recibió diez entregas en el año, de 225 dólares cada una, que utilizó mayoritariamente (57 por ciento) en gastos de primera necesidad; en 2003, sólo 7, con 190 dólares y con una proporción de 78 por ciento.
El 33 por ciento de los encuestados precisó que recibe dinero de sus familiares en el extranjero desde hace más de cinco años; el 67 por ciento restante, y gracias al “cambio” de Fox, desde hace menos de cinco años.
Las rebanadas del pastel
Para la memoria: con distintos disfraces, en los últimos tres años el “cambio” y la “continuidad” habrán aplicado tres gasolinazos a los exprimidos bolsillos de los mexicanos, independientemente del aumento mensual aplicado prácticamente desde que México descubrió su “alberca” de petróleo: en junio de 2004, sin notificación de por medio, el precio al consumidor de la gasolina Premium aumento 3 por ciento, porque, aseguraba Hacienda, “es necesario frenar el consumo de ese combustible frente a la gasolina magna”; en noviembre de 2006, cuando la dupla Fox-Calderón acordó un incrementó de igual proporción y ahora cocina un 5.5 por ciento. En números cerrados, el aumento acumulado, incluyendo las mensualidades, ronda el 30 por ciento (aparte el impacto inflacionario) y van por más... Amenazados en donde más les duele y espanta, el duopolio televisivo y el oligopolio radial se retuercen ante la inminencia de que sean excluidos del enorme negocio de la propaganda electoral, lo que aminoraría no sólo sus ganancias sino su creciente influencia política. No es para menos, porque en las dos últimas elecciones presidenciales y en igual número de comicios intermedios, el grupúsculo se engulló más de 8 mil millones de pesos (mayoritariamente para Televisa, según cifras oficiales), sin considerar precampañas, anuncios pagados “por terceros”, campañas negras, elecciones estatales y demás rebanadas del business, amén de su injerencia en los procesos. Y como se sienten amenazados, ya arrancaron su propia campaña negra (tan escandalosamente obvia como todas las demás) en contra de quienes osan quitarles tan jugoso hueso. Entonces, ¿el duopolio televisivo y el oligopolio radial preocupados por la democracia e interesados sólo en la “fortaleza de las instituciones en el país? Juar, juar, juar. Y la CIRT en funciones de jefe de prensa de los barones electrónicos.
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