Gabriela Rodríguez
No cabe duda que la educación sexual está de moda, hasta los obispos y los políticos panistas diseñan sus propios talleres de educación sexual.
Imposible dejar de referirse al taller de sexualidad que Norberto Rivera ordenó que se impartiera a los sacerdotes, diáconos y seminaristas de la Arquidiócesis de México:Vida afectiva y sexualidad: sus implicaciones sicológicas, sociales y jurídicas, el cual consta de cuatro módulos: Vida afectiva y sexualidad en la vida consagrada, Derechos humanos y garantías individuales, Tolerancia e intolerancia y Conductas sexuales violentas a la luz del derecho procesal mexicano. Esta actividad estratégica no necesariamente habla de cómo protegerse del abuso sexual, sino de cómo seguir el camino de la castidad y qué comportamientos están sancionados por la ley. Habría que celebrarlo, ojalá sean efectivos los talleres y dejen de delinquir los sacerdotes. Pero tengo mis dudas.
En el taller sobre homosexualidad, que se puede consultar en la página web del Sistema Informativo de la Arquidiocesis de México, hay una visión muy distorsionada: “En el fondo la sexualidad es una potencia que Dios nos ha dado, pero hay que orientarla, y entonces hay que ayudar a esas personas para que tengan el dominio y el control y vivir de manera tal que no se sientan destinados a la perdición si viven de una manera arreglada, adecuada, responsable, que son sus tendencias sexuales (…), las tendencias en sí no son pecado, pero ceder a esas tendencias y ejercer efectivamente una sexualidad en ese sentido, efectivamente es pecado, y yo creo que no decirlo sería simplemente equivocar a la gente y entrar por un camino ambiguo”.
Creo que ese mensaje coloca en riesgo de cometer pederastia a esos personajes que han crecido con esa confusión elemental entre los conceptos de homosexualidad y violación. Precisamente cuando el cardenal de la ciudad de México continúa defendiéndose de la acusación por encubrimiento de su empleado abusador, más que educar, se busca evitar el gasto de millones de pesos por reparación del daño a tantas víctimas de abuso sexual de sacerdotes que hay en territorio nacional (en Estados Unidos la Iglesia católica ha debido pagar 2 mil millones de dólares). Por cierto, ya se puede solicitar apoyo para sanación personal y procuración de justicia a la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (snapmexico@aol.com o en el teléfono: 55-1993-3678), fundada con fondos que pagó Mahony en Los Ángeles a las víctimas de México.
Fuera de la Iglesia también hay propuestas sexofóbicas para promover la castidad entre los estudiantes de secundaria. Como no fue posible detener la distribución de los libros de sexualidad de la SEP que se adecuan al programa oficial y a la visión científica e integral, empresarios y políticos panistas diseñaron su propia versión de Biología 1, titulado: Las maravillas de la biología (Mercedes Martínez y Leticia Corté, McGraw-Hill). En Chihuahua y Baja California lo regalan con la idea de que los maestros lo sustituyan por el que les hace llegar la SEP. En éstos sí se reconoce el erotismo como expresión de la sexualidad y se explican todos los métodos anticonceptivos, así como las medidas de prevención de las infecciones de transmisión sexual (ITS).
La fuerza de Las maravillas de la biología está en sus omisiones: nunca se habla del erotismo ni del placer ni de la anticoncepción de emergencia, y el único método ilustrado al que se dedica toda una página completa es al método natural denominado Billings, único aprobado por la Iglesia católica. Además se confunde el concepto de sexualidad con el de género: la sexualidad es el sexo del bebé y el sexo del feto dentro del vientre de la madre. Nunca se explica qué es la relación sexual y sólo se reconoce la sexualidad reproductiva: “la pareja no tiene como meta única la procreación, ésta debe ser planeada y con el deseo de traer al mundo un nuevo ser”. ¿Por fin? ¿Procrear no es lo mismo que traer un nuevo ser? Sin embargo, deja claro: “se puede entrar en conflicto si se piensa que la adolescencia corresponde al disfrute de sensaciones que en esa etapa se hacen perceptibles por medio de los órganos genitales que inician su funcionamiento”. Me pregunto: y antes, ¿para qué estaban?, si no para el disfrute, ¿para que te violen?
Creo que Michel Foucault nunca ha sido más vigente: “En nombre del humanismo se instrumentan los más sofisticados mecanismos de apropiación del poder: someter el alma al cuerpo, someter la conciencia a la verdad y el individuo a las leyes de la sociedad (…) los controles comenzaron en el siglo XVIII: un tema pánico aparece, una enfermedad terrorífica se desarrolla en el mundo occidental: los jóvenes se masturban. En nombre de este miedo se ha instaurado sobre el cuerpo de los niños –a través de las familias, pero sin que ellas estén en el origen– un control, una vigilancia de la sexualidad, una objetivación de la sexualidad como persecución del cuerpo…”
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