martes, enero 01, 2008

El gobierno de Colombia informó que no podía garantizar la seguridad de Kirchner ni del brasileño Marco Aurelio Garcia

Por: Página 12
Fecha de publicación: 01/01/08

Al cierre de esta edición, el ex presidente Néstor Kirchner y el resto de los comisionados enviados como garantes para la liberación de los rehenes resolvían continuar con su gestión, tras una extensa reunión en la finca facilitada por el gobierno de Colombia para su estadía en Villavicencio. La decisión de última hora cerraba –por ahora– las especulaciones que mencionaban el posible regreso al país de Kirchner: el ex presidente y la delegación argentina pasarán aquí al menos la despedida del 2006 y el comienzo del nuevo año. Aquellos tiempos apresurados de la ciudad en contraposición al reloj de arena que funciona en la selva había acechado durante el día a la operación. Tanta presión internacional para que se concrete la liberación chocaba con el impasse forzado por la falta de comunicación por parte de las FARC, que siguieron sin informar a Hugo Chávez las coordenadas del sitio. En las conversaciones había entrado a jugar otro factor: el alto comisionado para la Paz, Luis Restrepo, le explicó a Kirchner que Colombia no podía garantizar la seguridad de los comisionados, especialmente la de él y la de Marco Aurelio Garcia –los dos integrantes más prominentes de la delegación– una vez que fueran entregados los rehenes.

Fue un día cruzado por versiones, marchas y contramarchas. La expectativa del sábado, luego de que llegaran a Villavicencio los comisionados con Kirchner a la cabeza, era que ayer por la madrugada se concretara el operativo. Pero luego de una larga espera nocturna, no hubo novedades y la madrugada pasó de largo.

Por la mañana, el colombiano Restrepo habló en el aeropuerto de Villavicencio para que la prensa tuviera alguna información, reiterando los formulismos de los últimos días. Básicamente, que el gobierno colombiano seguía ofreciendo “todas las garantías” para la operación y que el plazo dado por Colombia para la liberación era prorrogable por el lapso que hiciera falta.

En un momento surgió la versión de que el delegado del gobierno de Chávez en esta misión, Ramón Rodríguez Chacín, volaba hacia Villavicencio con las coordenadas de la ubicación exacta en la selva de Clara Rojas, su hijo Emmanuel y Consuelo González, los tres rehenes que serán liberados. Pero todo fue desmentido (ver nota aparte). En la finca, Kirchner mantuvo varios contactos, en un día de nerviosa actividad. Estuvo reunido con los comisionados pero también conversó con el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, y con Chávez. El venezolano quería a toda costa estirar la permanencia de los comisionados hasta hoy a la mañana. Le explicó a Kirchner que estaba convencido de que las FARC estaban a punto de revelarle el lugar de la entrega. También había dicho lo mismo en días anteriores.

Sin garantías

El ex presidente salió a almorzar, y su vestimenta y la del canciller Jorge Taiana demostró que estaban preparados para ir a la selva cuando fueran convocados. Chomba celeste y pantalones cargo para el habitualmente trajeado Taiana, camisa deportiva y calzado de trekking para el ex presidente. Fueron hasta un restaurante de la zona, hipercustodiados. Se les sumó Marco Aurelio García, tal vez el principal contertulio de Kirchner desde que llegó Caracas para participar de este operativo. En Cancillería siempre sostuvieron que en el caso de los rehenes en Colombia, Argentina actúa en sintonía con Brasil.

Por la tarde comenzó la reunión grupal de los comisionados. Lo cierto era que había pasado otro día, la liberación no se había producido y las perspectivas eran las mismas de siempre: podía ser hoy a la mañana, también podía no serlo. Los familiares de los rehenes están en Caracas desde antes de Navidad, cuando ya se rumoreaba que el reencuentro se podía producir en cualquier momento. Con todo, los familiares parecen ser quienes mayor paciencia muestran en este conflicto.

Poco antes del encuentro había aparecido un cable de agencia internacional que había preocupado a la delegación argentina. En el aeropuerto de la ciudad de Neiva, al sur de Colombia, habían disparado con un misil a un avión Hércules de las Fuerzas Armadas colombianas con 50 militares a bordo. El disparo falló y se creía que el autor eran las FARC, pero no había confirmación.

En la reunión de los comisionados habló Restrepo y reveló las limitaciones que tenía el gobierno de Colombia para garantizar la seguridad de los representantes internacionales durante la liberación de los rehenes. Hizo hincapié en que los casos de Kirchner y de Marco Aurelio, porque al ser los integrantes más prominentes de la comisión podían ser objeto de alguna acción por parte de la guerrilla.

La sensación que quedaba anoche, cuando todavía se prolongaban las conversaciones, era que los argentinos se habían encontrado con una realidad más compleja de lo esperado, donde ninguno de los actores domina por completo el escenario. En la comitiva argentina ya habían anticipado el accionar imprevisible que suele regir los pasos de Uribe, Chávez y las FARC. Visto en perspectiva, Kirchner parece haberse confiado demasiado en el ascendiente de Chávez sobre la conducción guerrillera que si bien la manifestó respeto, tampoco –se nota- se mueve ciegamente ante sus deseos. El venezolano se juega una carta brava en la gestión humanitaria, que le significaría una reválida política a su figura después del traspié electoral que sufrió en el referéndum del 2 de diciembre.

A propósito de la advertencia de Restrepo, fuentes diplomáticas de la delegación habían señalado en los días previos que Uribe le había comentado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la conversación que se definió el viaje del ex presidente que “esto podría no funcionar”, en referencia al operativo. En la misma proporción de que para Chávez el éxito en la liberación de los rehenes es toda ganancia, para Uribe la balanza se inclina por el debe. El colombiano siempre mantuvo una política de mano dura frente a la guerrilla e, internamente, le aportó réditos. Por eso, Uribe, colaborador en público, siempre mostró sus reservas en privado sobre la gestión. El colombiano destila odio contra las FARC y sus actitudes. La guerrilla mató a su padre y alguna vez también atentó contra él.

Los comisionados con más compromisos con Venezuela –entre quienes estaban en la finca se encontraban la senadora colombiana Piedad Córdoba, también representantes de Bolivia, Cuba y Ecuador–, querían persuadir al resto de estirar la permanencia. Entre las posibilidades de que se barajaban, se decía que el canciller Nicolás Maduro –una presencia de más rango que la de Rodríguez Chacín– llegaría hoy mismo a Villavicencio para hacerse cargo de la situación y asegurar la concreción de la “Operación Emmanuel”, según la rebautizó Chávez.

La reunión se prolongó por la noche de Villavicencio. El calor se hacía sentir y los ánimos continuaban alterados, las cosas no estaban saliendo según lo planeado. Pasada la medianoche argentina, se decidía seguir esperando y retomar hoy, hasta el mediodía, el diálogo entre los comisionados.

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