Las FARC ¿Una fuerza beligerante?
En extensas entrevistas por Telesur este sábado, Consuelo González y Clara Rojas brindaron más datos testimoniales e informativos para entender la profunda y compleja trama de Colombia. El temple de estas mujeres, desde luego, produce un contagio muy fuerte como para legitimar cualquiera de los pasos que puedan darse para que los ánimos se atemperen y se consolide un espacio de diálogo en Colombia.
Pero, además, estas entrevistas dan elementos dignas de analizarse en términos políticos. En primer lugar, ambas ponen de manifiesto que el presidente Álvaro Uribe es un gran ausente, ni siquiera habló telefónicamente para saludar a las ex rehenes. No se trata de un gesto personal sino que debería ser parte de la agenda de un mandatario. Consuelo dijo que les “dolió muchísimo” que el canciller de su país Fernando Araújo, hubiera “minimizado” el gesto humanitario y que, en consecuencia, “estaba defraudada”.
En segundo lugar, porque ambas confirmaron que las duras travesías en la selva iniciadas el 10 de diciembre para dirigirse a la zona de su liberación se hizo bajo intensos bombardeos del Ejército. El dato es clave, porque confirma lo dicho por las FARC cuando a fin de año postergaron su compromiso.
Tercer punto: tanto Consuelo como Clara, de larga trayectoria política, decidieron dialogar con el periodista de Telesur William Parra y no, por ejemplo, con una cadena colombiana de noticias o la CNN. Es toda una definición, ya que Parra hace poco sufrió la persecución de la policía colombiana. Fue cuando logró una entrevista para Telesur con uno de los militares secuestrados por las FARC: los guerrilleros permitieron a Parra la nota con el capitán Guillermo Solórzano, en poder de la guerrilla desde marzo de 2007 y entrevistado por Telesur tres meses después. Entonces la policía no tuvo mejor idea que acusar a Parra de participación en el secuestro de Solórzano. Desde ya, la maniobra fue desbaratada y Telesur entregó el material el 25 de noviembre, cuando el operativo de liberación de rehenes se ponía en marcha.
No es un secreto que las FARC procuren difundir sus noticias a través de medios de comunicación que no los manipulen y que los sientan cercanos. Eso no significa que Telesur haya elogiado, ni mucho menos, el accionar de la guerrilla colombiana. En esas entrevistas resulta patente que Consuelo será, en los próximos meses, un actor decisivo para avanzar a posibles liberaciones tanto de rehenes como de presos políticos. Aunque Clara ha dicho que se dedicará más a recomponer su vida personal, ambas mostraron una gran sintonía respecto de cuáles son las vías y los interlocutores para ese proceso. El silencio de Uribe para con ellas se debe, precisamente, a que va por otro camino, muy distinto.
El Plan Patriota
Estados Unidos, cuando gobernaba Andrés Pastrana (1998-2002), puso palos en la rueda de las conversaciones de paz que, por cierto, fueron muy serias: habían dejado un territorio sin operaciones bélicas, donde las FARC habían asentado campamentos con escuelas, fincas de trabajo y otras actividades pacíficas. Pero el Plan Colombia, impulsado por el Comando Sur del Ejército norteamericano, había decidido luchar contra el “narcoterrorismo”. Es decir, los 15.000 efectivos que desplegarían tenían como misión “erradicar cultivos” de coca o de amapola y combatir la insurgencia de las FARC y el ELN. Por entonces, no sólo mandaron soldados desde su país sino que se valían de la base militar de Manta, cedida por el gobierno ecuatoriano de entonces a los norteamericanos. Antes semejante escenario, el veterano Manuel Marulanda, comandante de las FARC desde su fundación en 1964, empezó a echar atrás los compromisos con Pastrana. Marulanda no había tenido empacho, en los setenta, de enfriar sus relaciones hasta con el presidente cubano Fidel Castro por diferencias de enfoque.
El triunfo electoral de Uribe, unos pocos meses después de la voladura de las Torres Gemelas, ayudó a que el espiral de violencia avanzara. En primer lugar porque George Bush había fijado “la lucha contra el terrorismo” en cualquier lugar del planeta como su agenda excluyente de gobierno. En segundo lugar, porque el mismo Uribe se define como “un combatiente” contra las FARC. Aunque los planes Colombia I y II no permitieron a Estados Unidos demostrar que entrara menos clorhidrato de cocaína colombiano a su país, siguieron con el intervencionismo. Esta vez, llamado Plan Patriota. A tono con el nacionalismo verbal de Uribe, quien logró hacer retroceder a las FARC a las selvas en estos años a la par que buena parte del pueblo colombiano le sirviera de base. Se sabe: un conflicto armado genera miedo en la población y quien gana, al menos parcialmente, logra oxígeno político por un tiempo.
Chávez, el negociador
El venezolano Hugo Chávez encendió la mecha cuando, no bien fueron liberadas las rehenes, pidió que las FARC fueran reconocidas como fuerza beligerante y no como un grupo terrorista. Buena parte del establishment periodístico argentino se indignó con Chávez: como si, poco menos, fuera un primer paso para ir a la selva colombiana a pelear por incendiar con palabras inapropiadas este momento. Pero el asunto no es semántico. El mote de terroristas, es suficiente para que los protocolos de Bush dispongan operaciones secretas de la CIA o las fuerzas armadas de su país. Secuestros en países europeos, ataques de aviación a madrasas (escuelas religiosas) paquistaníes, son algunas de los remedios de la Casa Blanca en estos casos. Y Chávez, rápido de reflejos, ayer domingo lo aclaró una vez más. En el programa Aló presidente advirtió que el secuestro no es un método admisible en una fuerza beligerante. Se remitió, como militar que es, a las Convenciones de Ginebra de 1949. En estos días el venezolano recuperó terreno diplomático: “Úseme, Presidente” le dijo a Uribe a efectos de no interferir en asuntos internos de Estado, y ahora le avisó a Marulanda que, para nuevos pasos, deberá terminar con los secuestros. Es decir, no sólo no los tolera sino que lo pone como una condición para seguir en el camino del diálogo.
No pocos acusan de oportunismo o exceso de protagonismo a Chávez. Quizá un ejemplo cercano ayude a entender la importancia en los temas de Venezuela. La finlandesa Botnia contamina el río Uruguay y perjudica a los vecinos de Gualeguaychú. El tema lleva años en la agenda de la Casa Rosada. Ahora pensemos: Venezuela y Colombia tienen 2.219 kilómetros de frontera, muchos de ellos de selva, en muchos hay soldados colombianos y –a veces- norteamericanos, además de guerrilleros de las FARC. Bush ha señalado a Chávez como el enemigo de sus intereses en la región, ¿es para quedarse al margen o tomarlo con indiferencia?
En buena hora, la Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Francia y Suiza tienen dimensión de este conflicto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario