Luis Linares Zapata
Con fuertes presiones sobre su débil administración para abrir el sector energético a la inversión privada, Calderón ve cómo se le achica el tiempo para cumplir con los compromisos adquiridos. Inversionistas nativos, pero sobre todo de fuera del país, están sumamente impacientes por recibir la contraprestación por sus masivos apoyos. Apoyos que le permitieron encaramarse (haiga sido como haiga sido) en el Poder Ejecutivo federal.
La intrínseca alianza del michoacano con los titulares momentáneos del PRI tardío, infundió a los patrones de ambos, renovadas esperanzas de cobrar, con los consiguientes réditos leoninos, sus abultadas facturas. Sin embargo, el indetenible desgaste del encargado (Mouriño) de negociar la llamada reforma energética se ha trastocado, por su inconsistencia política, nula ética y firmadas ilegalidades, en un fardo de autoritario acarreo.
Pero todavía hay numerosos obstáculos que brincar en la ruta hacia la intentona de privatizar el amplio y crucial sector de la energía. El principal lo presenta la cerrada oposición de la izquierda que ha decidido echar mano de toda su capacidad de movilización social para conservar, en propias manos, la riqueza que aún le queda a los mexicanos. Izquierda que, pasadas sus elecciones internas, manda un mensaje de reciedumbre y fortifica sus intenciones para empujar, sin modosidades fingidas, su propio proyecto.
Otro corre en paralelo con parte sustantiva de la base y aun la elite priísta que no aceptará, con la pronosticada facilidad que formulan sus actuales pastores burocráticos, el cambio a sus estatutos partidarios. Pero, en especial, porque algunos con refinada sensibilidad y patriotismo presienten el castigo que el electorado les hará efectivo en las venideras contiendas federales.
En ruta hacia cerrar el segundo año de su gris periodo, Calderón sufre merma adicional de su escaso capital político, ya muy tocado por su ilegítimo origen. La arriesgada y hasta insensata apuesta para encumbrar al inexperto e incapaz Mouriño hasta la crucial Secretaría de Gobernación le ha descarapelado el ya de por sí escaso margen de maniobra disponible. Tiene, por tanto, que actuar sobre una marcha que no tiene bases firmes ni llegadas seguras para enviar, al Congreso, su iniciativa energética que tanto ha esperado por mejores momentos que no aparecen concretarse.
La secretaría del ramo apenas ha incursionado con algunos lineamientos de lo que dicha reforma puede contener. Y lo poco que se entrevé, no apunta hacia un trasteo adecuado, aún entre sus compañeros de viaje: los dirigentes del priísmo tardío que no tardarán en incrementar el precio por sus servicios. La secretaria ha dado tibios y confusos pasos para aclarar las reales intenciones de su embozado jefe. Las razones que aduce para atraer la inversión privada (casi en exclusiva externa) son tan endebles como siempre: incapacidad tecnológica, organizativa y financiera por parte de Pemex o de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Las aguas profundas son el piso que, según este diagnóstico a modo, obliga a las alianzas, una manera tonta de ocultar lo que harían, como de paso, con toda la exploración, extracción, transporte, distribución o refinación de los hidrocarburos. La reserva prospectiva de crudo en las aguas profundas se calcula en 30 mil millones de barriles equivalentes. Esto, en términos monetarios y a los precios actuales de la mezcla mexicana (80 dólares en promedio), alcanzaría la estratosférica cifra de 2.4 billones de dólares a valor presente (2.4 trillones estadunidenses), riqueza que se aprecia, para cualquier negociante, lo suficientemente atractiva como para obtener de ella una tajada sustantiva.
Es por ello que quieren bursatilizar parte del capital de Pemex. Otra táctica similar sería convertir la actual deuda (Pidiregas o Bonos de deuda) en capital. Ambas modalidades serían la manera más directa de apropiarse de buena parte de la renta petrolera, tal como hicieron con Petrobras de Brasil. Ahí, el capital externo ahora será copropietario de una sustantiva parte de esos 80 mmdb que se han descubierto de reservas de crudo en aguas profundas.
Pero la Secretaría de Energía va todavía más allá al describir sus intenciones futuras. Pretende que, para 2020, Pemex esté extrayendo 4 millones de barriles diarios. Tres de ellos, cuando menos, dedicados a la exportación (de crudo). Un propósito que no se entiende en las circunstancias de petróleo caro. Los precios del crudo y, más aún, de los más de 3 mil derivados serán, con firme seguridad, crecientes. Razón por la cual hay urgencia de integrar el sector energético completo y darle así coherencia a una estrategia de desarrollo fincado en lo interno.
Pero Calderón ya no tiene alternativa. Se ha ido cerrando caminos y reincide en las obsesiones de siempre: recurrir al exterior para malbaratar los propios tesoros. Tiene que enviar su apalabrada reforma, aunque sea solamente una manera tope e irresponsable de entregar tales recursos y extranjerizar, aún más, la economía. Entregar malas cuentas en el renglón energético a sus mentores lo pondrán contra la pared frente a los grupos de presión que lo sostienen. La presión mundial y, en especial la de los vecinos del norte, busca asegurar fuentes de abastecimiento seguras ante los enormes costos que les presenta un Medio Oriente que requiere mecanismos de seguridad inmensos para resguardar los activos petroleros. Quieren, además y con urgencia, colocar, en campos rentables, los masivos flujos de efectivo que han salido de un mercado de valores que no responde y enturbia el horizonte de expectativas al capital.
En días venideros, el Congreso recibirá la ansiada reforma. Entonces se verá lo premonitorio que resultaron los preparativos que hizo la izquierda para movilizar a sus bases y preparar a la opinión pública. La disputa por la atención ciudadana no ha terminado. El oficialismo ha recurrido a una campaña mediática tramposa para adormecer a parte del pueblo. Los aliados que tiene el oficialismo en los medios de comunicación han sido incapaces de argumentar, de manera convincente en favor de la apertura energética. Tampoco han acercado, entre otras capas de dirigentes nacionales, los recursos requeridos para pasar una legislación lesiva a los intereses de los que son los reales accionistas de Pemex o la CFE.
Contra viento y marea Calderón habrá de enfrentar, en solitario, el veredicto de una historia que se le dibuja cada vez más hostil.
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