La consulta que viene —y va, de cualquier manera— nos remite a dos hechos incontrovertibles: el cochinero de sus impulsores y la caja de Pandora de sus detractores |
El ejercicio del domingo tiene respaldo legal, constitucional y sobre todo basamento moral. Que no es poca cosa
La consulta que viene —y va, de cualquier manera— nos remite a dos hechos incontrovertibles: el cochinero de sus impulsores y la caja de Pandora de sus detractores. En el primer caso, el largo y fallido proceso electoral del PRD no sólo es indefendible. Se trata también de uno de los más duros golpes para la izquierda mexicana, que no milita en ningún partido, pero que es una respetable forma de mirar y vivir la vida. Algo que fue arrastrado en el fango de las trampas por la lucha ambiciosa entre dirigentes y candidatos perredistas. Una estulticia todavía más grave porque se dio en el escenario de uno de los más significativos debates de y por México en los últimos tiempos: la reforma petrolera del gobierno calderonista. La inoportunidad no podía ser mayor y ha llevado al cuestionamiento —ciertamente simplista— de ¿cómo van a organizar una consulta quienes no han sabido contar sus votos? Aunque el argumento no es poca cosa, valdrían algunas precisiones: la consulta está apuntalada en el gobierno de la capital de la República, avalada por el Instituto Electoral del DF e impulsada por cientos de organizaciones civiles y algunos gobiernos estatales y municipales. Tiene además un respaldo legal, constitucional y sobre todo un basamento moral en la expresión de la voluntad de un importante segmento de la población mexicana, del tamaño que fuere. Que tampoco es poca cosa. Y que debiera ser argumento suficiente para acallar las burlas de quienes se niegan a mirar la realidad porque viven con el testuz permanentemente inclinado ante los poderes político y económico. Así que la consulta —con todos los defectos que pudiera tener— se convertirá en un referéndum a pesar de los pesares. Por lo pronto, habrá que agradecer al actual gobierno federal que con su cuestionada propuesta petrolera —que no energética— haya puesto el tema en el centro del debate. Más allá de si se intentó o no el madruguete, lo cierto es que la movilización social generada por lo que muy pronto se entendió como la amenaza privatizadora obligó a la posposición de una iniciativa tan acelerada como sospechosa. En cambio, la necesaria implementación de 21 foros con un total de 163 participantes ha venido a dar nuevas luces en la multiplicidad de aspectos económicos, financieros, fiscales, técnicos y sociales en torno a nuestro petróleo y a Pemex. Tan vilipendiados y tan ambicionados.
Sólo que también se abrió una gigantesca caja de Pandora, no menos nauseabunda y pestilente que el cochinero perredista. De entre la cauda de señalamientos y denuncias baste destacar la realizada por Arturo González de Aragón, auditor superior de la Federación, en el sentido de que el gobierno panista de Vicente Fox utilizó los inéditos y gigantescos ingresos por excedentes petroleros para "devolver" 680 mil millones de pesos a grandes empresas, algunas de las cuales pagaron en 2004 sólo 74 pesos de ISR. En cualquier otro país Fox sería juzgado por traición a la patria. Aquí los voceros del gobierno voltean hacia otro lado.
Por supuesto que Pemex no puede seguir así. En eso estamos todos de acuerdo. ¿Pero es la solución ponerlo en venta de garage... como un trebejo inservible? O es posible rescatarlo, junto con nuestra dignidad histórica, para que siga siendo no sólo el magullado pero indispensable apoyo de las finanzas públicas, sino la gran palanca del desarrollo. El gran instrumento para construir el futuro. He ahí el dilema.
Por eso, participar en la consulta es una obligación. Pero también un privilegio. |
jueves, julio 24, 2008
El cochinero, Pandora y la consulta. Por Ricardo Rocha
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