Crónica especial para La Jornada
Baldemar Velázquez /III*
A las 6:30 de la mañana estaba casi empapado por la humedad y vestido con mi siguiente juego de camisa y pantalón, lo que es casi a fuerza si no quiere uno lavar todas las noches. No se puede evitar llenarse de alquitrán y nicotina por todos lados, así que evitar el contacto minimiza la ingestión. Siempre me ha funcionado bien con la hiedra venenosa, pero no quiero confiarme.
Los guantes que compré ayer me ayudaron mucho y funcionaron de maravilla. Pude arrancar los brotes más pequeños, que los hombres llaman “retoños”, y evitar el contacto directo de la piel con las hojas y tallos. Tuve que tirarlos por la noche, porque estaban pegajosos y negros con lo que de otro modo estaría en mis manos. Tengo otros dos pares y luego compraré otros dos para el resto de la semana. También la gorra blanca y la pañoleta que le metí para cubrirme el cuello funcionaron espléndidamente. Ya no me pegó el sol en el cuello; estaba bastante rojo, pero no se quemó. Como soy “güero”, según dicen los mexicanos, no me quemo con facilidad, pero me pongo rojo. Creo que ahora soy un verdadero “cuello rojo”**.
Hoy tuve mucho mejor desempeño porque no estaba húmedo, así que no tuve que ponerme la bolsa de plástico; además, la mayor parte de la mañana estuvimos protegidos por las nubes. Comenzamos cada día con una parada en el cobertizo del granjero, que tiene una de esas máquinas que usan los restaurantes para hacer hielo. Llenamos los contenedores térmicos de agua con hielo para el día y de ahí nos vamos al campo. Sólo encontramos un poco mojada la hierba. Al parecer la humedad del día anterior fue por la tormenta de la noche del domingo. De todos modos, me dio gusto no tener que ponerme la bolsa de basura.
Los surcos son realmente largos, así que los hombres tuvieron que improvisar el lugar donde poner la camioneta y la pick up donde va el agua. Hacía mucho calor, pero el sol no salió realmente hasta casi el mediodía, y luego las nubes lo cubrían de cuando en cuando hasta la tarde. No me sentí tan apaleado como el día anterior y cuando dieron las 5 sentía que podía hacer más. No me entiendan mal, estaba bastante cansado y, como durante un tiempo estuve separado unos 30 metros de los demás, me consolé cantando alabanzas y canciones de trabajo. “Salve, rey Jesús, salve, Emanuel, rey de reyes, estrella de la mañana…”
El día con los hombres fue similar al anterior: más enseñanzas para mí, muchas canciones, pláticas sobre sus familias y sobre lo que dejaron en casa. Panza se lamenta de que su segunda hija, de 17 años, no quiere seguir estudiando, sino venir a EU. No le insiste; siente que un padre tiene que aconsejar a sus hijos cuando son chicos, pero cuando llegan a “esa” edad ya no hay mucho que hacer.
El Caballo recuerda el tiempo que pasó en el Ejército Mexicano y habla de cómo al país entero se lo está llevando el tren porque ni los soldados logran detener a los cárteles de la droga. El gobierno de EU le va a dar a México 400 millones de dólares en el Plan Mérida para combatir las drogas, pero el ejército se utiliza para atacar organizaciones civiles como el sindicato de maestros de Oaxaca y los aguerridos campesinos de Chiapas. Luego los cárteles enganchan a algunos de los altamente adiestrados especialistas militares, porque les pagan mucho dinero, y el problema empeora. El Caballo quiere que sus hijos terminen la escuela y estudien para técnicos, maestros o cualquier otra profesión que los aleje del peligro.
El Caballo me mostró cómo extender las plantas para tener a la vista dos a la vez, en busca de retoños que puedan estar más abajo en el tallo. Hoy me tocaron algunos surcos realmente difíciles, con brotes a todo lo largo del tallo, así que me pasé mucho tiempo debajo de las plantas. La otra parte del trabajo que no he mencionado es arrancar la maleza a mano, con todo y raíz. Recuerdo hierbas como éstas en mis días de jornalero en Ohio y Michigan. Las llamábamos “quelite” y desde entonces no sé qué nombre tengan en inglés.
Hoy supe que RJ Reynolds se ha enterado de que estoy trabajando en uno de sus campos y han comenzado las amenazas veladas. Todos los granjeros temen a la empresa, pues dejar de ser proveedores los llevaría a la ruina. Así ocurrió con los granjeros de Ohio durante las campañas con la empresa de sopas Campbells. Cierto, esas empresas tienen tremendo poder, pero por alguna razón RJ Reynolds se niega a hablar conmigo como presidente de FLOC. Al parecer envió una carta a todos sus cultivadores hace algunos meses, advirtiéndoles que no se relacionaran con nosotros. Con toda esa preocupación por FLOC, ¿por qué les inquieta que yo esté trabajando en algunos lejanos campos de tabaco?
¿Alguien les podría preguntar por qué esa política de silencio y luego el chisme a nuestras espaldas? En serio, son como jovencitos que no han madurado desde la secundaria. Veamos si se ponen más agresivos y comienzan a presionar a la gente; alguien debería decirles que eso sería un colosal error de relaciones públicas. A nadie le gustan los rudos, y eso les atraería atención desfavorable porque la mayor parte de sus proveedores tienen un estatus legal cuestionable y la compañía no hace nada por ayudarlos a regularizarse.
¿Cómo está diseñado su sistema de proveeduría? Algunos le llaman línea de abastecimiento. ¿Consiste en exprimir al granjero, dejarlo lidiar solo con los costos crecientes y los riesgos del clima, y mantener a los trabajadores fuera de la vista y de la atención pública? Creo que RJ Reynolds podría hacer algo mejor; estoy seguro de que hay en ella hombres y mujeres de mente razonable y buen corazón.
* Presidente de FLOC.
** Redneck. Nombre con que conoce a los trabajadores rurales del sur de EU
Traducción: Jorge Anaya
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario