por Lilliam Oviedo
El envío a territorio cubano de recursos que deberán ser administrados por Organizaciones No Gubernamentales (bien relacionadas con la Oficina de Intereses) y grupos de la llamada disidencia interna, en modo alguno es un ofrecimiento de ayuda de Estados Unidos. Constituye,
por el contrario, una maniobra que legalizaría el pago a la actividad contrarrevolucionaria. Una auténtica oferta de ayuda no estaría dirigida a descalificar al Gobierno de Cuba, y mucho menos iría acompañada de la intención de seleccionar, con descarada prepotencia, a los grupos que deberán administrar el dinero y las mercancías.
En declaración fechada el 6 de septiembre, el Ministerio de Relaciones Exteriores expresa: Cuba reafirma que, en realidad, lo único correcto, ético, apegado al Derecho Internacional y a la voluntad casi unánime de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sería eliminar total y
definitivamente el férreo y cruel bloque económico, comercial y financiero aplicado durante casi medio siglo contra nuestra Patria, que incluye la persecución de las operaciones comerciales y
financieras cubanas en terceros países y que, según cálculos conservadores, provoca anualmente daños superiores a los producidos por el huracán Gustav.
En medio de la desgracia, Cuba reitera el reclamo de respeto a su soberanía. En este marco, los aportes materiales constituirían una muestra de apoyo y solidaridad que los dirigentes de la Revolución Cubana no podrían rechazar.
El pasado lunes, en El Nuevo Herald, de Miami, Alejandro Armengol, un exiliado que a pesar de ser cuestionado por los sectores más retrógrados, es columnista, escribió en las páginas de esa publicación contrarrevolucionaria lo siguiente: No hay que ser simpatizante de la Plaza de la Revolución para comprender que el gobierno de la isla tiene razones para no aceptar el ofrecimiento de la Casa Blanca, que además de una intromisión en los asuntos cubanos, resulta hipócrita.
Más que hipócrita, es envenenada, contentiva de una carga más tóxica que la que llevaban los aviones con matrícula estadounidense que en 1996 bombardearon cepas para la reproducción del Thrips Palmi, peligroso insecto que causó daños a los cultivos de papa, frijol, pepino, pimiento, berenjena y habichuela; o que el avión en que, hace dos décadas, un ex integrante del grupo terrorista Omega 7 confesó haber ayudado a trasladar crías del mosquito Aedes Aegyptus para propagar el dengue hemorrágico, que mató a muchos niños y adultos en Cuba.
¿Por qué sería menor ahora la carga de veneno? En el año 2003, John Bolton y otros halcones acusaron a Cuba de intentar producir armas biológicas. ¿Temor a recibir de su propia medicina?
Antes de iniciar los vientos de Gustav, las llamadas Damas de Blanco solicitaron dinero y mercancías. Lo habían hecho meses antes para cubrir los gastos de sus dirigentes. Oswaldo Payá y otros disidentes han pedido ayuda para ellos. Vaya oportunidad la que les ofrece la
desgracia del azote de los huracanes!
¿Será también la oportunidad que espera Caleb McCarry para visitar la ínsula que en el año 2005 le prometieron George W. Bush y Condoleezza Rice? En julio de ese año, ese opaco personaje fue nombrado Coordinador de la Transición en Cuba. En esa condición percibe ingresos como funcionario público y viaja por el mundo financiado por la Administración Bush. ¿Qué tal?
En octubre del año 2007, Bush reclamó a los países aliados de Estados Unidos que abran sus embajadas a la disidencia que solicita dinero y que compite con los núcleos contrarrevolucionarios instalados en España y en otras zonas.
¿Qué piensa la Administración Bush enviar ahora, a través de sus viejos agentes y de los integrantes del grupo que evaluaría los daños? Tomando en cuenta que el Gobierno de Estados Unidos reconoce tener un capítulo millonario para financiar actividades conspirativas que da a
conocer y otras que mantiene en secreto, ningún talento especial se requiere para saberlo.
(tomado de El Nacional, República Dominicana)
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