Alvaro Cepeda Neri
Prólogo Político
Si bien es verdad que desde hace cuatro sexenios, el aumento de los pobres en nuestro país no ha dejado de mantenerse, también es muy cierto que con los panistas, de Fox a Calderón, el problema ha adquirido proporciones dramáticas. Sólo los mexicanos en condiciones de hambre o extrema pobreza rebasan los 19 millones.
El reportero Roberto González Amador ha sintetizado el informe de varios organismos: el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, de la Cámara de Diputados Federales y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, para informarnos que el actual contexto nacional (que incluye a gobernantes, además de panistas, de los otros dos partidos: PRI y PRD), el encarecimiento de bienes y servicios, desempleo, bajísimos salarios y bajo consumo, ha generado esa angustiosa situación.
Y si hay 19 millones de connacionales en la hambruna, se debe contemplar que sobreviven en otros grados de pobreza más de 40 millones. Esto mientras la clase media baja hace esfuerzos desesperados por ajustarse a mínimo consumo, mientras sus enfermedades, con todo y el IMSS, ISSSTE y la Secretaría de Salud, debe erogar la mitad de sus ingresos para la compra de medicinas cada vez más con altos precios.
Si acaso otros 20 millones tienen para cubrir al límite sus necesidades; en un país donde tenemos una minoría cada vez más ricos y un puñado de multimillonarios que controlan la economía privada y los beneficios de la pública, mientras esa concentración de la riqueza nos pone en el filo de una crisis al muy corto plazo por estallar. Una crisis social por hambre.
Las diferentes pobrezas nacionales son unas de las raíces de la pavorosamente sangrienta inseguridad, la cual ha llegado a los extremos del terror por los degollados, secuestros que terminan en homicidios, etc., y que ha puesto a las vanguardias de la sociedad, sobre todo de los sectores más acomodados, al borde de un enfrentamiento con los gobierno del país: legisladores, gobernadores, presidentes municipales y contra el propio Presidente de la República.
Este, sobre todo, es el blanco de la presión desde todos los frentes, pues, desde hace ya más de mil años, el príncipe de la política sentenció que el objetivo en la administración de justicia es la eficacia.
El tan impugnado Maquiavelo, en sus estudios republicanos, propuso una política pública del Estado dirigida a mantener la seguridad interna, para garantizar la tranquilidad del pueblo. Asegurando una política pública más realista y menos metafísica. No es con padresnuestros, decía, como se arreglarán los problemas de la sociedad. Y no resolver las pobrezas en ella, conducirá a la anarquía donde algunos puedan sobrevivir.
Y en ese caldo de cultivo, del relajamiento social e institucional, la inseguridad (“la guerra de todos contra todos”, para usar el juicio de Hobbes) estalle, volando la paz social en pedazos, como apunta en nuestro país, por causa de unas de sus raíces: las pobrezas que están desesperando a la Nación.
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