Comer.... en la ratonera
Alberto Barranco
Colocada en el centro de la picota bajo el estigma de haber detonado la ruptura de la confianza en el supuesto blindaje del país ante el huracán, Comercial Mexicana parece herida de muerte
En una semana la firma ubicada como la tercera cadena comercial del país lanzó a la ventana 46 años de tradición, tres generaciones de esfuerzo y un nombre asociado al nacionalismo.
Satanizada por la autoridad; apestada por sus colegas; repudiada por sus acreedores, la Comer enfrenta el peor de los mundos: sin opción de socios ante la debacle en el precio de sus acciones; sin opción de crédito ante el default en que incurrió al no redimir obligaciones bursátiles por 400 millones de pesos; sin opción de levantar en alto el pendón ante el desprestigio
De hecho, su única carta es la venta de 90% de sus 257 tiendas, cuyo valor contable se ubica en 3 mil millones de dólares, tras perder mil 200 en un solo albur; enfrentar una deuda en dólares de mil 816, y otra en pesos por 2 mil 300.
El naufragio, pues, pese al laberinto de pagos que pudiera ubicar el concurso mercantil o procedimiento de quiebra ordenada solicitada por su controladora, parece inevitable.
La ambición rompió el saco.
La semilla del imperio humillado la plantó un empresario mexicano de nombre Antonino González Abascal, quien emigró al amanecer del siglo XX a la capital del país desde su natal Gómez Palacio, Durango.
El eje se ubicó en una pequeña tienda colocada en el Centro Histórico, concretamente en Venustiano Carranza y Correo Mayor, cuyo giro era doble: jarcería y ropa para el gran público.
A los 15 años trabajaba como dependiente su hijo mayor, Carlos González Nova, quien logró que se ampliara el local para vender telas al mayoreo. Los sábados se llegaba a atiborrar la caja con 2 mil pesos. Más tarde, con una tienda de 29 empleados, el negocio se centró de lleno en la ropa. Gruesas de calcetines, calzones, camisolas, blusas, suéteres
Y el negocio volvió a crecer. Ahora, es decir, en 1948, alcanzaba ya el Pasaje Yucatán, con la novedad de una pequeña fábrica de ropa anexa.
El edificio se demolería en 1954 para levantar una moderna tienda, por más que el estilo del mostrador se mantuvo intacto, aún cuando había góndolas para facilitar al público la elección.
Cuatro años después llegaría la técnica del autoservicio para alcanzar, finalmente, en 1962, la primera Comercial Mexicana ubicada ésta en Insurgentes sur, por el rumbo de Mixcoac.
Los primeros empleados recibieron un sobrio folleto en el que, a manera de inducción, se trazaba la filosofía del negocio: “Nuestro primera responsabilidad es hacia México; la segunda es hacia los clientes; la tercera hacia los integrantes de la empresa; la cuarta hacia los proveedores, y la quinta hacia la competencia”.
Más al detalle, se hablaba de ofrecer al público el mejor servicio, la mejor calidad y el menor precio. A los trabajadores desarrollo integral, ambiente sano de trabajo con armonía, estímulos para superarse; a los proveedores, un trato de respeto y honradez y con justicia.
Extendida la cadena hacia el interior del país, tras saturar la plaza capitalina, la Comercial Mexicana creó los restaurantes California y luego, en 1981, adquirió la cadena de autoservicio Sumesa.
El gran golpe llegaría hace una década con la cadena de macrotiendas Costco, cuya expansión arrolló hasta los murales del ex Casino de la Selva de Cuernavaca.
Para entonces Carlos González Nova le había cedido la estafeta de la presidencia del consorcio a su hermano Guillermo, en tanto su hijo, Carlos González Zabalegui, ocupaba la Ejecutiva.
El baldón de la derrota, pues, pesa sobre ellos. No fue Wal-Mart, ni Soriana, ni Chedraui
Se metieron solitos entre las patas de los caballos en ambición de “ordeñar” la firma. ¿O sería en la ratonera que colocó el gobierno a título de salpicar de optimismo al país?
Balance General
Lo cierto es que aunque Comercial Mexicana, cuya cotización fue suspendida por segunda ocasión en el piso de remates de la Bolsa Mexicana de Valores en la sospecha de que aún no ha sacado todos los muertos en el closet, llevó la peor parte en las apuestas a favor de un peso fuerte, la catarata no se agotó con ella.
En la lista de bajas están también Cementos Mexicanos, con 500 millones de dólares; el Grupo Maseca, con 291; el Grupo Vitro, con 227; el Grupo Alfa, con 191; el Grupo Industrial Saltillo, con 55, y el Grupo Bachoco, con 50.
Ninguna de ellas advirtió expresamente a los inversionistas que participaron en la Bolsa Mexicana de Valores que estuviera metida en operaciones de derivados de altísimo riesgo.
La paradoja del caso es que el sigilo apuntaba a que las ganancias serían sólo para ellos con la novedad de que la pérdidas se prorratearían entre los socios, incluídos, claro, los que les apostaron a sus papeles.
¡Bravo, campeón!
Aunque el lugar común habla de que el gobierno dilapidó de golpe 11% de las reservas internacionales del Banco de México para favorecer a empresas que se metieron por su propio pie al pantano, lo cierto es que al final del día el boomerang regresa a sus manos con ganancias.
Para entender el fenómeno sólo basta revisar el proceso.
De entrada, para adquirir los dólares que llegan, por ejemplo, de las exportaciones de Petróleos Mexicanos, el instituto central coloca emisiones de Certificados de la Tesorería de la Federación para obtener pesos a una tasa de 8.25% al año.
Los dólares recibidos se depositan en la Reserva Federal de Estados Unidos, quien ofrece una tasa máxima de 1.75%.
El negocio, pues, es ruinoso.
Sin embargo, hete aquí que en época de turbulencia los dólares se colocan en subastas a un precio muy superior al de adquisición.
Digamos que la divisa que se compró en 10 pesos se vendió en 14.
Los tres pesos de spread, pues, rehacen con creces la pérdida por el diferencial en las tasas.
El caso es que a fin de año el banco de bancos está obligado a hacer cuentas con el gobierno para entregarle el remanente tras quedar tablas.
Así de fácil.
Regañiza
Ubicado como el nuevo gurú de la causa empresarial a la muerte de Juan Sánchez Navarro, el empresario Lorenzo Servitje se lanzó ayer a la yugular de sus colegas, a los que calificó de irresponsables “por pensar sólo en ganar dinero, sin observar las implicaciones de sus actos”.
Naturalmente, se refería a los bancos estadounidenses que lanzaron como confeti préstamos hipotecarios sin detenerse a verificar garantías.
Ahora que Bimbo, la firma que fundó Servitje, también le entró a la ruleta rusa de las coberturas del dólar barato sólo que se salió a tiempo.
Su ganancia fue de 30 millones de dólares.
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