Asimetrías
La Cumbre Borrascosa
Fausto Fernández Ponte
"Muchos sueñan que con un simple cambio de mando en la jefatura del imperio, éste sería más tolerante y menos belicoso."
Fidel Castro
I
Los jefes de Estado y de Gobierno de los 20 países convocados por George W. Bush para participar en un cónclave denominado "Cumbre acerca de los mercados Financieros y la Economía Mundial" sólo firmaron lo siguiente:
"Echar los cimientos de reformas que aseguren que la crisis global como ésta no se repita". Dicho de otro arreo, caro leyente, estos personajes de tan alta jerarquía –los líderes del mundo-- no resolvieron en realidad nada.
¿Nada? ¡Nada! Mas antes de proseguir señálese que 19 de esos 20 Estados cuyos personeros del más alto rango se reunieron en Washington representan por imperativos de geopolítica intereses afines a los de Estados Unidos.
Y esos imperativos de la geopolítica son, por un lado, coincidencias y similitudes de intereses estratégicos del Imperio con ciertos Estados de la Unión Europea y de Asia; por otro, por dependencia y subordinación a EU, como México.
Así, la dialéctica de la relación del Imperio con otros Estados identifica un contexto dentro del cual las resoluciones orientadas a superar la crisis y evitar recurrencias resultan cosméticas y pírricas.
¿Por qué? Por la simple razón de que soslayaron las causales reales y veras de esta "crisis de la globalización", pero que es, sin duda, del capitalismo, el mercado, el consumo de lo innecesario y el lucro desorbitado.
II
Subráyese que a este cónclave no fueron invitados ni estuvieron presentes ni siquiera subrogadanmente los personeros de 180 y tantos Estados nacionales que padecen severamente los efectos de esta crisis.
Las decisiones aparentemente colegiadas tomadas por estos jefes de Estado y de Gobierno llamados por el de EU son en realidad disposiciones hechas con arreglo a los intereses del Imperio estadunidense.
Cierto. Los jefes de Estado y de Gobierno sólo fueron consultados pro forma acerca de las resoluciones elaboradas por el departamento del Tesoro del señor Bush y avaladas bajo la misma guisa convencional.
Véanse, primero, las causales "enraizadas" de la crisis ocurrente según el discernimiento del señor Bush compartido sin replicar por Los 20. Esas causas, según textos oficiales, son:
1) "Los participantes del mercado buscaron ganancias más altas sin la adecuada apreciación de los riesgos inherentes y fallaron en la práctica y ejercicio de una obligada y debida diligencia".
2) "Al mismo tiempo, débiles garantías y normas, prácticas impropias de manejo de riesgos, aumento en el número de productos financieros opacos y complejos y excesivo apalancamiento se combinaron creando vulnerabilidades en el sistema".
3) "Los políticos, reguladores y supervisores en algunos países desarrollados no dimensionaron adecuadamente ni atendieron los riesgos que se acumulaban en los mercados financieros…
4) "Tampoco mantuvieron esas autoridades (políticos, reguladores y supervisores) el paso con la innovación financiera ni tomaron en cuenta las ramificaciones sistémicas de las acciones regulatorias internas".
III
Entendidas así por el Imperio y sus aliados y manumisos –algunos de ellos (China, Brasil, Argentina, Japón) reticentes; pero otros, como México, exultantes las causales aparentes de la crisis, véanse las verdaderas, a saber:
Una, la forma de organización
económica imperante en gran parte del mundo. Esa forma se inspira en al filosofía del capital, el libre comercio y el consumo obsesivo y compulsivo de satisfactores tangibles o intangibles innecesarios.
Otra, esa forma de organización económica ha adquirido eficiencia a resultas del desarrollo de tecnologías para la comunicación y transferencia simultánea de recursos financieros y valores de aculturación. Tal es la globalización.
Una más, esa forma de organización ya globalizada tiene efectos negativos en las sociedades del planeta: crea mayor desigualdad económica, más injusticia social y acusada iniquidad. Mercantiliza brutalmente incluso los derechos humanos básicos y las obligaciones del poder y los gobernantes.
Y una cuarta causal: la forma de organización económica aquí identificada usa artilugios de recursividad y laya variopinta, sofisticadas incluso (v. gr., mercado equivale a democracia) para saquear países y explotar recursos humanos.
Ese saqueo y explotación se realiza mediante el diseño, la vigencia y la aplicación de los principios del mercado, el libre comercio, el régimen legal para las inversiones locales y extranjeras y desregulación de la mercantilización bancaria, bursátil y financiera.
Ello define a esta forma de organización económica como fundamentalmente antisocial; es decir, atenta contra las sociedades de todos los países. Por eso, la "cumbre" es borrascosa. Vendrán más borrascas.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Apalancamiento: De apalancar. Levantar, mover algo con ayuda de una palanca. Colocar palancas. En finanzas, guardar o esconder; conseguir algo con astucia o por medios ilícitos; igualar condiciones y circunstancias para un fin.
Dialéctica: Relación entre opuestos. Proceso de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis se resuelven en una forma superior o síntesis.
Pírrica: Victoria vana, inútil, contraproducente.
La cumbre del llamado Grupo de los 20 (G-20) concluyó ayer en Washington con el fracaso en fraguar un acuerdo concreto en torno a la regulación del mercado financiero, y con compromisos de los participantes de preservar los “principios del mercado, el libre comercio y los regímenes de inversión”
Sin duda habría sido ingenuo pensar que en una sola reunión se pudiese rediseñar la llamada arquitectura financiera mundial y avanzar en la construcción de un modelo económico distinto del actual, cuya voracidad y libertinaje ha conducido al mundo a una severa crisis. En cambio, era por lo menos deseable que surgieran medidas concretas en torno a la regulación de los mercados financieros, a efecto de prevenir nuevos desequilibrios en el futuro. En la declaración final, sin embargo, apenas se enumeran compromisos de carácter genérico con miras a la urgente reforma del sistema financiero, así como líneas muy generales de acción.
Es pertinente recuperar los asertos de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, quien señaló que el mundo se encuentra “no sólo ante un problema financiero, sino frente al fin de un modelo económico y político que pregonaba la falta de controles como concepto”, así como los del mandatario de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien atribuyó la desesperante situación actual a “la absoluta falta de mecanismos serios de regulación de los mercados financieros”. Estas consideraciones, de obvia sensatez, parecen haber sido ignoradas por el conjunto de los participantes en la cumbre del G-20.
Por añadidura, a tono con las advertencias del gobierno estadunidense sobre un regreso al “proteccionismo”, los líderes congregados en Washington acordaron reavivar las estancadas negociaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC) e inclusive amenazaron con hacer avanzar la ronda de Doha para finales de año, perspectiva por lo menos inadecuada cuando la circunstancia presente –en la que convergen una crisis económica y una alimentaria– demanda garantizar la soberanía de las naciones en materia de alimentos, todo lo contrario a lo que provoca el modelo de liberalización comercial agrícola impulsado por la OMC.
Cabe apuntar, por lo demás, que los magros resultados de esta cumbre bien pueden atribuirse, así sea en parte, a la presencia de George W. Bush al frente del gobierno de Estados Unidos: un interlocutor que está a pocas semanas de abandonar el cargo –lo que le resta peso político– y cuya popularidad, dentro y fuera de su país, se encuentra por los suelos. Además, y de manera significativa, el propio Bush mermó las expectativas que pudieron haberse generado sobre la cumbre, pues el mismo día que anunció su realización, el 18 de octubre, dijo que, de cara a la amenaza mundial de recesión, era necesario “preservar el capitalismo democrático, un compromiso con el libre mercado, la libre empresa y el libre comercio”, y acentuó esa postura hace unos días ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, cuando afirmó que “la crisis no fue un fracaso del libre mercado, y la respuesta no es reinventar ese sistema”. Es de esperarse que la toma de posesión, en enero próximo, del presidente electo Barack Obama pueda abrir las perspectivas y posibilitar el avance hacia un modelo económico más justo y un sistema financiero adecuadamente regulado.
Por último, no deja de ser irritante que una veintena de naciones se arroguen la facultad de tomar decisiones que afectan al conjunto de la población mundial, y que se excluya a la mayoría de los países cuyos habitantes sufren, tanto o más que los de los integrantes del G-20, los estragos de la crisis.
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