Miguel Concha
Coexisten en América Latina y el Caribe dos dinámicas opuestas y contradictorias de la mundialización. Una, la impuesta con los llamados programas de ajuste estructural desde la década de los 70 por los organismos internacionales de crédito y financiamiento y las organizaciones mundiales de “libre comercio” y “cooperación para el desarrollo”, que socavan la democracia, incluso la liberal, y consideran a los derechos humanos como obstáculos a la dinámica expansiva, concentracionista y violenta del capital trasnacional. Y otra, protagonizada por los movimientos internacionales de resistencia y transformación del poder, que precisamente en nombre del hecho de que hoy el mundo es efectivamente global, hacen frente a una globalización que se ha convertido en la peor amenaza para la sostenibilidad de la humanidad y de la Tierra.
Con el propósito de responder a la desesperanza de la gente, y obligar al sistema mundial a reformular su estrategia injusta de acumulación de capital, estos movimientos promueven por el contrario una organización y un pensamiento crítico alternativos. Un ejemplo de esto es el Movimiento de Solidaridad Nuestra América (MNA), cuyo acto fundacional en México tendrá lugar el próximo lunes a las 18:30 horas en el Club de Periodistas, ubicado en el Centro Histórico de esta ciudad.
El MNA es una iniciativa en la que desde hace más de un año, junto con otras agrupaciones latinoamericanas, convergieron distintos sectores de la izquierda social, política, cultural e intelectual de México, en torno al proyecto de la unidad y emancipación de América Latina. En su manifiesto las personas, movimientos y organizaciones plurales que lo integran, entre ellas varias de inspiración cristiana, expresan en efecto que hoy vivimos en la región un momento esperanzador de posibilidades de cambios sociales, políticos y económicos, por la irrupción de vigorosos actores políticos que, unidos a las clases y sectores sociales tradicionalmente explotados por las oligarquías y el imperialismo, y al creciente caudal de excluidos por el capitalismo, han cambiado a favor de los pueblos la correlación de fuerzas y le dan a la democracia, a la defensa de nuestros patrimonios estratégicos y territoriales, así como a la lucha por la justicia social y por la independencia nacional, un significado distinto.
Sin embargo, advierten con realismo que al mismo tiempo el imperialismo y las oligarquías no se resignan a perder sus ancestrales privilegios, y con clarividencia afirman que la guerra, modo inmanente del ser del capitalismo, se expresa en la militarización y la criminalización de la protesta social, extendida en la región por medio de la llamada lucha contra el terrorismo, que el gobierno actual de Estados Unidos lleva a cabo por medio del Plan Colombia/Patriota y otros semejantes que atentan contra la soberanía y la paz de nuestros pueblos.
Con la convicción histórica de que nadie libera a otros, y nadie puede liberarse solo, con razón expresan que ante ello hoy más que nunca se exige una irrestricta solidaridad entre los pueblos de la región, y por ello los integrantes del MNA declaran su compromiso con los pueblos del continente, sus organizaciones y movimientos, que luchan contra el racismo, la discriminación, el saqueo, el despojo y la depredación sin precedentes de las riquezas naturales que llevan a cabo el neoliberalismo, el imperialismo y las oligarquías, en nombre de un falaz libre comercio.
Ello no obstante, con coherencia expresan que asumen también como propias las luchas de otros pueblos por un mundo mejor, en el que imperen la justicia, la equidad, la paz, la fraternidad y el amor hacia la naturaleza, incluyendo el de Estados Unidos. Y en la hora actual de la crisis más severa del sistema, expresan con inteligencia su firme apoyo a los gobiernos populares de la región, en especial a aquellos que impulsan profundas transformaciones sociales, políticas y económicas, y promueven la participación protagónica de los pueblos en las decisiones estratégicas de sus naciones, en la defensa de la soberanía, la independencia y la salvaguarda de los recursos naturales, y en la unidad e integración regionales.
Entre los principios prácticos que consagran para el logro de estos objetivos, a mi parecer sobresale su voluntad de participar en la consolidación de un frente amplio antimperialista y antioligárquico, despojado de sectarismo y exclusiones a priori, y basado en el respeto a la diversidad, en el que sean bienvenidos los creyentes de todas las denominaciones que opten por los pobres, así como los militares comprometidos con las luchas de sus pueblos. Aunque también el compromiso en la supresión de todas las bases militares, de los tratados de “seguridad” y “defensa”, y de los ejercicios militares que subordinan a nuestros pueblos a la estructura bélica imperialista.
Hay que subrayar igualmente su reclamo por el cierre de la base naval de Guantánamo y del campo de concentración y tortura allí instalado, así como el fin del bloqueo criminal contra Cuba y el rechazo de todas las medidas coercitivas empleadas por el imperio con el fin de sojuzgar la autodeterminación de los pueblos.
Para el cumplimiento de estos objetivos, el MNA expresa que se hace necesaria la mayor concentración de fuerzas populares en México, con la conciencia de que una es la lucha desde el río Bravo hasta la Patagonia.
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