Un fenómeno curioso, que ya no engaña, se viene dando en América Latina ante cada nuevo triunfo electoral de las fuerzas progresistas: de inmediato, el avispero de la oligarquía derrotada se lanza a las calles y proclama que los comicios han sido objeto de fraude.
Así ocurrió en Venezuela y Bolivia cuando, arrolladoramente, Hugo Chávez y Evo Morales alcanzaron sucesivos triunfos en las urnas, y el mismo alboroto acusador se ha suscitado tras el referendo que fortaleció la presencia del Movimiento al Socialismo, y desplazó a numerosos prefectos separatistas opuestos al proceso democrático que encabeza el presidente Morales. Igualmente, Rafael Correa, en Ecuador, ha sido de algún modo sometido a tales acusaciones de la oligarquía.
Ahora tocó el turno a Nicaragua. Tras las elecciones municipales del pasado 9 de noviembre, la nación centroamericana se debate en medio del proceso desestabilizador que ha traído consigo la no aceptación de la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) por parte del Partido Liberal Constitucional (PLC) y otras fuerzas opositoras, no obstante la evidente ventaja del Frente que obtuvo mayoría en 106 de las 146 alcaldías del país, según informe preliminar del Tribunal Supremo Electoral.
Todavía sin concluir el escrutinio, el más representativo candidato derrotado, Eduardo Montealegre, denunció fraude y convocó al boicot que en pocas horas condujo a peligrosos enfrentamientos entre quienes celebraban la evidente victoria del FSLN y los opositores.
Pero más grave aún, la misma noche del domingo, sin conocerse la confirmación de los resultados oficiales de la consulta, El Nuevo Diario nicaragüense informaba que un vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos había secundado de inmediato la denuncia de la oposición y sometía a cuestionamiento al máximo organismo electoral, afirmando que el resultado no era confiable "porque no había suficientes observadores internacionales".
Después de cinco días de los comicios, el pasado 14 de noviembre, y en medio del caos provocado por las revueltas opositoras orquestadas para desacreditar la victoria del FSLN, el recién estrenado embajador estadounidense en Managua, Robert Callahan, declaró: Estados Unidos tiene "serias dudas de que el proceso fue transparente y abierto, y que los resultados reflejan la voluntad política de los nicaragüenses".
Luego de poner en tela de juicio las elecciones que él consideró fraudulentas, Callahan agregó desfachatadamente "en cualquier momento el gobierno de mi país puede tomar la decisión de revisar, evaluar y examinar el nivel de cooperación económica que mantiene con Nicaragua, como consecuencia de las serias irregularidades ocurridas durante los comicios, y ante las denuncias por la falta de transparencia en el conteo de los votos".
El jueves último Nicaragua pidió cuentas al secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, por haberse sumado al coro injerencista de Estados Unidos para deslegitimar las elecciones municipales y desestabilizar al gobierno del presidente Daniel Ortega, hecho que por los antecedentes de esta organización y su probada fidelidad al amo imperial no resulta una rareza.
En alusión a declaraciones de Insulza a favor del derrotado movimiento opositor nicaragüense, Denis Moncada Colindres, embajador de Managua ante la OEA, dijo: "Es inaudito que el secretario general se envista de una autoridad que ni el Estado, ni el gobierno ni el pueblo de Nicaragua le han otorgado para cuestionar la legitimidad de nuestro proceso electoral".
Moncada enfatizó que "el pecado" de su país "es que tiene un gobierno progresista, revolucionario, electo libremente" y que "aspira a cambios democráticos y profundas transformaciones políticas, económicas y sociales".
A propósito de estas maniobras de la oposición derrotada, el periodista José Vicente Rangel ha dicho en un reciente artículo, al que tituló ¡Fraude! Recurso del derrotado: "Lo ocurrido en Nicaragua es en concreto la lucha por la descalificación del sistema electoral regional debido al avance de las fuerzas progresistas que optaron por asumir la institución del sufragio. Los que en Venezuela, Bolivia o Nicaragua gritan ¡fraude! están en algo más".
Tomado de Trabajadores, pagina digital--
Lic. Rosa Cristina Báez Valdes
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