Año 7, número 2467
Jueves 18, diciembre del año 2008
Con base en que todos venimos al mundo a ser felices (y quien piensa que se viene a sufrir, evidentemente no está muy bien de sus funciones mentales) y que por ende nadie puede ser feliz haciendo lo que no le gusta.
La falta de vocación, originada sin duda por la propia carencia de quienes pretenden orientar a los jóvenes a que encuentren su camino; toda vez que nadie da lo que no tiene y los orientadores vocacionales son un clásico ejemplo de ciegos guiando a otros ciegos.
Está resultando demasiado costosa para una Nación que invierte en la formación de sus ciudadanos, para que finalmente casi la mitad no ejerza lo que estudió.
Y aunque no son pocas las voces que dicen que si todos tienen preparación profesional, el nivel de la cultura se eleva en beneficio de la Nación y consecuentemente de todos.
No se puede soslayar que eso tiene un enorme costo, no solo económico por lo invertido en la formación, sino social a la Nación; pues quien no es feliz, difícilmente puede colaborar a la felicidad de quienes lo rodean. Y eso incuestionablemente que se refleja.
Además de que sin duda un hombre que es feliz con lo que hace, con lo que es y con lo que posee, debe de tener un muy distinto enfoque de la vida y por ende un desempeño muy diferente, con quien hace lo que no le gusta.
Quizá uno de los pendientes más importantes de la educación, es el aspecto vocacional; en el que, visto está, no andamos ni medianamente bien (para no variar).
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