Ricardo Andrade Jardí
Un triste adiós para un gran Ser Humano
"Los pueblos no olvidan la muerte, la tortura y las mutilaciones de su gente", afirmaba el Premio Nobel de Literatura 2005, Harold Pinter, sin duda uno de los intelectuales más brillantes de Inglaterra en el siglo XX y un iracundo opositor a la invasión criminal de Irak promovida por Bush y su compinches europeos...
Nada que festejar este fin de año; un mundo más estúpido, más violento, carente de solidaridad y de amor; Un mundo privado de Harold Pinter, quien, la pasada Nochebuena, decidió dar el paso al terreno dramático de las mayorías, que siempre tienen algo que decir, al terreno de los muertos, materia de la que se compone el arte que tanto le debe a Pinter: el Teatro.
Harold Pinter, dramaturgo y poeta, plasmó, como pocos, con la tinta de su ingenio, un mundo donde los golpes de estado militar son sustituidos por golpes de estado empresariales, donde los políticos se convierten en administradores de la barbarie económica, y en el que los automóviles empiezan a ser alimentados con la comida que se arrebata a millones de personas enfrentadas a la hambruna promovida por las reglas del libre mercado.
Es un "Tiempo de fiesta". De la fiesta de los que imponen realidades ajenas a la voluntad popular; la fiesta de las oligarquías que celebran, las razias opresivas contra los pobres que protestan por un pedazo de carne, mientras las deudas privadas de los menos se pagan con el trabajo explotado de los más. Es un tiempo de paz, de la paz de hierro, de la paz del silencio confort, la paz de la complicidad, la paz intolerante a la protesta, a la realidad concreta de millones, es un "Tiempo de Fiesta", donde la banalidad celebra la mediocridad y la estupidez duerme en el manto de la ignorancia clasemediera.
¿Quién celebra? ¿Quiénes hablan de paz? ¿Quién puede cerrar los ojos ante el infierno? ¿Quién pregunta por un Jimmy? Nadie pregunta por Jimmy, no está en la agenda de nadie, a nadie le interesan los Jimmy; no en la fiesta de la oligarquía donde la exclusividad celebra la barbarie de las calles e impone "su paz" por la fuerza.
Los Jimmy llenan los apandos y reciben los toletes en el cráneo, los otros celebran desde adentro, desde atrás y por las puertas de atrás desde sus barreras militares, que los separan 700 metros por lo menos de la realidad de los Jimmy... de los que nunca están en las agendas de los ministros empleados de la inmoralidad "empresarial". Es un tiempo de fiesta... ¿Para quién?
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