Una inusual coincidencia de factores pueden propiciar el inicio de una "tormenta perfecta", de carácter social, para el año entrante: la profundización de la peor crisis del capitalismo desde la Gran Depresión, la brutal ofensiva en contra de la libertad y la autonomía sindical (el intento de destruir al sindicato minero y el descabezamiento del proceso de sindicalización democrática de trabajadores petroleros, por ejemplo), la profundización del descontento social, el creciente descrédito del gobierno calderonista, el firme liderazgo de López Obrador como la oposición más creíble al gobierno y el inicio del proceso electoral, que renovará la Cámara de Diputados y una parte de los congresos estatales, son factores que harán del 2009 un año crucial en la historia de México.
De José Luís Hernández Ayala* / Desde Abajo
No es difícil adivinar la agenda de gobierno del bloque neoliberal PRI-PAN, ante este panorama. En el plano económico impulsarán un limitado programa de reactivación económica para intentar paliar los peores efectos de la recesión mundial. Lo tardío de la respuesta, los rezagos acumulados en materia de empleo y pérdida del poder adquisitivo, los efectos combinados de la devaluación del peso (¡más del 30 por ciento, hasta ahora!), la caída en las remesas de los trabajadores emigrantes, la reducción de los flujos de inversión extranjera y los inminentes recortes de personal en la industria automotriz, metalúrgica y la construcción, harán que éstas medidas tengan el mismo efecto que tratar de detener un tsunami con arcos y flechas.
En el plano social el intento de destruir al sindicato minero puede jugar un papel clave para disciplinar y desmovilizar a la clase trabajadora. Sería el preludio de una vasta ofensiva en contra de otros baluartes del sindicalismo clasista, como el Sindicato Mexicano de Electricistas, revertir procesos de recomposición como el que se está efectuando en el gremio magisterial y cancelar nuevos procesos de sindicalización democrática e independiente.
En el terreno electoral, el reposicionamiento del PRI, que ha ganado todos los comicios de 2008, refleja el continuo desprestigio del PAN, así como los efectos de la descomposición del Partido de la Revolución Democrática que lo han llevado a perder incluso en áreas tradicionales de influencia. Aún en medio de su decreciente influencia, el PAN aún cuenta con el voto de núcleos duros conservadores del centro y norte del país, lo que, aunado al fortalecimiento del PRI y la inevitable agonía del PRD, prefigura la reconfiguración del bloque neoliberal en la próxima legislatura. El PRI recobraría la mayoría, teniendo como comparsa a una importante minoría panista y de sus otros satélites. Con éste resultado el bloque neoliberal aseguraría la continuación y profundización de sus reformas y reposicionarse para las presidenciales del 2012.
Las tareas de los movimientos sociales
Las respuestas de los trabajadores a los efectos de las crisis y la ofensiva antiobrera son de momento puntuales y aisladas. A pesar de las acciones de resistencia de los trabajadores mineros y de sus aliados ante la detención de dos importantes líderes, de las movilizaciones magisteriales y de las luchas de otros sectores, está claro que mientras no se produzca una lucha unificada de todos los contingentes independientes de trabajadores, con acciones contundentes como huelgas y paros, las posibilidades de éxito son tremendamente limitadas.
Construir un poderoso movimiento capaz de enfrentar esta ofensiva, requiere de las siguientes condiciones. En primer lugar convencer a todas las organizaciones sindicales y sociales de que una política claudicante y conciliadora, es absolutamente irrisoria en las actuales circunstancias. Porque si en un periodo de auge económico se pueden arrancar migajas de los beneficios capitalistas, y así justificar una gestión de colaboración clasista y de apoyo al sistema, cuando, como ahora, llegan las vacas flacas, ni tan siquiera las migajas se encuentran disponibles y la crisis apenas comienza.
Las principales acciones de la clase capitalista, a nivel mundial, para enfrentar la crisis financiera y reactivar la economía no solo están lejos de resolver esos objetivos sino que traerán mayores desastres para la clase trabajadora. Al inyectar billones de dólares para salvar organismos financieros quebrados, los gobiernos capitalistas están premiando la avaricia de un puñado de bandidos a costa de crear una inmensa deuda que, más temprano que tarde, caerá sobre los hombros de los asalariados, además de generar devaluaciones, inflación y el descalabro de las finanzas públicas. Es decir, tapan un agujero creando otro mayor.
Esta crisis, que también es una crisis de sobreproducción, provoca la quiebra de empresas débiles lanzando al desempleo a millones de personas y es aprovechada por muchos empresarios para deshacerse de personal, mover sus empresas hacia regiones que ofrecen menos salarios o cero sindicalización y, conjuntamente con sus respectivos gobiernos, emprender violentas ofensivas anti sindicales. De ésta manera se provoca una nueva reducción del mercado interno, creando un círculo vicioso.
El principal criterio que los trabajadores debemos adoptar para resolver la crisis financiera es demandar que la paguen los que la provocaron ¡Que la crisis la paguen los ricos! Este debe ser el grito de guerra que unifique al conjunto de la clase trabajadora y que en lo inmediato requiere de las siguientes medidas: ¡Ni un solo peso para salvar a los banqueros! Nacionalizar y expropiar, sin indemnización alguna, la banca; cancelar, de una vez por todas, la infame deuda del Fobaproa; realizar una auditoria al resto de la deuda interna y externa para declarar una moratoria a toda aquella de origen ilegítimo; nacionalizar los fondos de pensiones, canalizándolos para inversiones públicas productivas y garantizando una vejez digna para todos; aplicar un riguroso control de cambios que ponga fin a la rapiña especulativa e introducir el monopolio del comercio exterior a cargo del estado.
Estas disposiciones tienen que ser complementadas con una radical reforma fiscal que grave a los que más ganan y utilizar dichos ingresos para financiar un ambicioso programa de modernización del sector energético (PEMEX, CFE y CLyF), de salud, educación y obras públicas. Estas acciones coinciden en diversos aspectos con el "Plan Para la Defensa del Pueblo, el Petróleo y la Soberanía Nacional " y el "Plan de 8 puntos para reducir los efectos de la crisis económica", propuestos por López Obrador. Esta coincidencia sienta las bases para unificar la lucha de los dos movimientos más importantes que enfrentan el proyecto neoliberal: el de las organizaciones sindicales y sociales independientes y el movimiento obradorista.
Antes de iniciar cualquier resistencia a la crisis, sería deseable alcanzar la unidad orgánica de los más importantes agrupamientos sindicales, particularmente el Frente Sindical Mexicano, la Unión Nacional de Trabajadores, las diversas corrientes del magisterio democrático, el Frente Auténtico del Trabajo, el sindicalismo universitario etc. Por lo menos sería deseable lograr un grado de unidad de acción más firme en el terreno de la movilización y de los pronunciamientos. Sin la acción unificada de todas estas organizaciones es imposible lograr la suficiente credibilidad para intimidar a patrones y gobierno, y, sobre todo, para ganar a nuestra causa a millones de desempleados y trabajadores no sindicalizados.
¿Y las elecciones?
El frente electoral es un espacio que no puede ser desdeñado por los trabajadores y menos en las actuales circunstancias. Aclaro que no guardo ninguna ilusión en que a partir del trabajo parlamentario se pueda lograr una auténtica transformación social, siempre será en el terreno de la auto organización y de la lucha, la forma en que los trabajadores podremos alcanzar nuestros objetivos. Pero en tanto la mayoría de la población aún confíe en la vía electoral y el grueso de los abstencionistas lo hagan por motivos de ignorancia extrema, los revolucionarios no podemos rehuir la lucha en este terreno. La importancia de utilizar este espacio, en interés de la clase trabajadora, puede demostrase, contundentemente, con el trabajo que un puñado de diputados clasistas está realizando en beneficio de sus gremios, de otros movimientos sociales (Atenco, la Parota , la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, etc.) y de luchas tan significativas como la defensa de la industria petrolera nacional o en contra la privatización de las jubilaciones.
El problema es que en México no existe ningún partido de izquierda u obrero, digno de ese nombre, que represente el interés general de la clase trabajadora y pueda llevar candidatos propios al parlamento. Por esa razón, diversas organizaciones sindicales y sociales han construido alianzas con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) o con el Partido del Trabajo (PT), para alcanzar una representación parlamentaria. Ahora una alianza de este tipo, después de que la dirección del PRD ha sido copada por la corriente más derechista y sometida a los designios del gobierno, se ha tornado imposible. ¿Cómo aliarse con un partido cuya dirección traicionó la lucha en defensa del patrimonio energético y ha hecho de la "negociación" su principal forma de lucha? De ninguna manera.
El movimiento social forjado a raíz de la lucha en contra del intento de desafuero de López Obrador, del fraude electoral y en defensa del patrimonio energético, tiene el potencial suficiente para no depender de las prerrogativas electorales del PRD y la madurez para construir una nueva organización política. Las decenas de miles militantes que están abandonando las filas perredistas, son señal inequívoca de todo ello. Bien haría López Obrador en romper, de una vez por todas y sin vacilación alguna, con los dirigentes oportunistas del PRD y emprender la construcción de un frente electoral que incluya a las organizaciones sociales y sindicales como uno de sus más firmes componentes.
El complejo escenario previsto para el 2009, producto de los efectos combinados de la profundización de la crisis y los conflictos políticos, requiere, con urgencia, que los trabajadores empecemos a pensar como clase y a actuar políticamente, manteniendo nuestra independencia e identidad. Si en la próxima legislatura logramos elegir a decenas de sindicalistas clasistas y a dirigentes de otros movimientos sociales, lograríamos, con ello, un importante apoyo para el desarrollo de nuestro movimiento. La construcción de un frente electoral –con López Obrador, los partidos del Trabajo y Convergencia–, no nos exime, de ninguna manera, de nuestra obligación de construir un partido de la clase trabajadora, con un programa socialista y una perspectiva internacionalista.
México D. F. a 21 de diciembre de 2008
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