Juan José Morales
Impacto Ambiental
El 5 de julio del año pasado, a propósito de la jornada nacional de reforestación a la cual convocó Felipe Calderón para esa fecha, hicimos en esta columna algunos cálculos y consideraciones sobre las cifras alegres que manejaba el gobierno y que pintaban a México como una especie de campeón mundial de la siembra de árboles. Decíamos entonces que sencillamente las cuentas no cuadraban y era imposible plantar la cantidad de arbolillos que se decía. Sin embargo, la propaganda oficial logró engañar no sólo a muchos mexicanos sino hasta a la Organización de las Naciones Unidas, que entregó a Calderón el Reconocimiento al Liderazgo Global por los resultados —oficiales— de ese programa.
Pues bien, la Auditoría Superior de la Federación acaba de dar a conocer datos que ponen de manifiesto cómo el señor que ocupa la silla presidencial nos estuvo dando gato por liebre en materia de reforestación. En realidad, ya los expertos sabían que el gobierno mentía. Lo habían denunciado diversas organizaciones, como Greenpeace, que hizo sus propias verificaciones de campo y encontró que la realidad era muy diferente a lo que se decía en los boletines de prensa y los mensajes de televisión. Pero ahora Calderón ha sido desenmascarado —por así decir— desde su propio bando, desde la ASF, una entidad que forma parte de la estructura gubernamental y cuya función es precisamente vigilar las acciones del gobierno. Los auditores oficiales han puesto de manifiesto que el tan cacareado programa ProArbol —al cual se llegó a calificar como la estrella del régimen calderonista en materia de protección y conservación del medio ambiente— ha sido sólo un engaño colosal y posiblemente también un gran latrocinio. Por principio de cuentas, la ASF comprobó que tanto la cantidad de ejemplares realmente sembrados como la superficie efectivamente reforestada, estuvieron muy por debajo de lo que con bombo y platillo se estuvo anunciando. Inicialmente —dice el informe de la auditoría— se fijó una meta de 400 mil hectáreas, la cual se incrementó a 560 mil. Pero en realidad sólo se reforestaron 341 mil. Es decir, apenas el 60%. Todavía hay más: la ASF comprobó igualmente que —como habían denunciado varias organizaciones ambientalistas— aunque se hablaba de millones y millones de árboles, la mitad de las plantas sembradas eran en realidad cactáceas. Además, por falta de atención adecuada, más de la mitad del total de esos árboles y cactos ya murieron. Y por si todos estos engaños fueran poco, la ASF detectó serias irregularidades en el manejo de los 2,700 millones de pesos gastados en el programa y existen fundadas sospechas de que buena parte del dinero fue hurtado por funcionarios corruptos o desviado hacia otros fines. Quizá al financiamiento del PAN y las campañas electorales de sus candidatos. Sobre el particular, Greenpeace encontró varios casos de personas que aparecen en los documentos oficiales de ProÁrbol como beneficiarios de apoyos económicos por trabajos de reforestación pero jamás recibieron un centavo. Descubierta la gran mentira, cabe ahora preguntarse si Calderón devolverá a la ONU —por elemental dignidad y vergüenza— el diploma que le fue entregado por ese falso programa de reforestación.
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