lunes, abril 27, 2009

Editorial. El H1N1, Realidades y Soluciones

Año 6, número 2584
Lunes 27, abril del año 2009


La aparición del virus conocido científicamente como H1N1 –es ¿decir, la llamada influenza porcina— tiene varias consecuencias indudables: una psicosis colectiva rayana en terror histérico que pudiere ser justificada o no, y un inmoral y antiético oportunismo en pos de capital político del Presidente de Facto, Felipe Calderón, jefe del Espuriato.

Otras consecuencias adicionales son, por ejemplo, el descubrimiento de la patética ineptitud política y carencia de liderazgo de José Ángel Córdova, secretario del despacho de Salud del Presidente de Facto; y la confirmación de que el régimen de seguridad social en México es inexistente o, en el mejor de los casos, sumamente deficiente.

Véase, si no: el señor Córdova es –no se dudaría—un gran médico y si se quiere hasta un gran hombre de ciencia, pero el manejo de la crisis de salud pública que nos atañe --representada en la aparición y secuelas alarmantes del H1N1-- ha sido un alarde de ineptitud, si no es que de franca estupidez. El doctor Córdova debería renunciar, por amor propio.

Pero el señor Córdova es sólo un reflejo de otra realidad más apabullante: la ineptitud política del señor Calderón, de quien es secretario de despacho en asuntos de tanta importancia como es la salud pública y, sobre todo, la asistencia amplia e ilimitada que el poder político del Estado mexicano debe proveer al pueblo. Ha habido omisiones por inepcia y ésta es la más dramática.

El pueblo de México no puede darse el lujo de tener funcionarios tan francamente mediocres como el señor Córdova o como su mismísimo jefe, el señor Calderón, quien no parece tener la menor idea de que el elemento constitutivo del Estado que él jefatura espuriamente es el pueblo de México. Don Felipe, por añadidura, carece de fórmulas políticas para salir de esta crisis.

Esa pauperación de fórmulas –pobreza de ideas-- del señor Calderón y sus notoriamente impreparados secretarios de despacho para salirle al paso a la crisis de salud se advierte también en otros ámbitos de las crisis económica, social, política y cultural concurrentes que simultáneamente estrujan brutalmente a los mexicanos.

Para empezar, don Felipe –y sus glorificados secretarios de despacho-- no tienen conciencia de su muy limitada cosmovisión oscurantista de la realidad, los problemas que caracterizan a ésta, y las soluciones verdaderas que la experiencia histórica y un registro historicista de aquélla ofrecen al poder político del Estado mexicano.

Prevalecen el oscurantismo y, espectacularmente, el oportunismo político del señor Calderón. Con un cinismo impúdico, don Felipe anunció que “personalmente” encabezará a las fuerzas armadas de México –en particular el Ejército y la Marina de Guerra o Armada-- en rescatar a la población mexicana de las garras afiladas e implacables de la epidemia.

Sí. Nuestro personaje se apresta a salvar al pueblo de México del monstruo invisible del H1N1. Supercalderón combatirá en persona, en vivo y en directo y tal vez a todo color (el de Televisa y Televisión Azteca), a la terrible bestia viral, de fauces que despiden fogaratas, respiración sulfurosa y ojos que brillan de perversidad.

¿Cómo salvará Supercalderón a los mexicanos? Tal vez repartiendo vacunas que, como lo reconoció ya el ineptísimo (como político, no como médico) el secretario Córdova , no pueden neutralizar al virus en cuestión. O tal vez en actos mediáticos que le abonen réditos o un interés político en pos de la incensante búsqueda de legitimidad ante los mexicanos.

Las acciones del Presidente y su secretario Córdova ignoran que para entender el brote epidémico es necesario discernir y aceptar una realidad insoslayable: que el andamiaje de la seguridad social en México, acusadamente en lo que respecta a atención médica y dispensa de medicinas oportunamente, está cayéndose y que sólo quedan de éste ruinas.

Epidemias como la que nos aqueja eran frecuentes en la Edad Media en Europa. Las plagas medievales conocidas como pestes mataban a millones de seres humanos, a resultas de muchos factores y vectores, entre ellos, la ausencia de un desarrollo de la cultura preventiva y la ignorancia de la existencia de bacterias y virus que proliferaban en hacinamientos sociales.

Los gobernantes de entonces --no olvidemos que prevalecía el absolutismo-- atribuían esas pestes a la voluntad divina y proponían, por lo tanto, orar y pedir soluciones milagrosas o teístas. Hoy sábese que las pestes cesaban al concluir los ciclos de sus vectores y agentes patógenos y al disminuir la población.

Hoy, el señor Calderón y los proveedores comerciales de mascarillas y tapabocas preventivas de contagio. Todos ellos –el mandatario y los comerciantes especuladores sin ética —buscan la ganancia; aquél, la ganancia política; éstos, el lucro inmediato por la producción y venta del adminículo preventivo. ¿Cuánto cobrarán los laboratorios por el diseño de la vacuna?

¿Y quiénes se beneficiarán, en lo crematístico, por la adquisición que haga el gobierno de las vacunas elaboradas, presumiblemente, por laboratorios de empresas trasnacionales extranjeras, seguramente estadunidenses? Dada la laxitud moral y vocación corrupta del Espuriato, la crisis de salud es también oportunidad de ganancia para algunos políticos y burócratas.

Desde la perspectiva de la dialéctica, existen vínculos y concatenaciones entre lo aquí descrito –la epidemia y sus consecuencias, así como las conductas políticas y empresariales-- y la forma de organización económica y política prevaleciente, son la causal del atraso social que a su vez es caldo de cultivo apropiado para el desarrollo de esta crisis de salud.

Los caminos que debiere emprender el poder político (desde el titular de facto del Ejecutivo hasta los miembros del Legislativo, gobernadores, diputados locales, presidentes municipales del PAN, PRI, PRD, etcétera) para hacerle frente a la crisis de salud ocurrente están a la vista: el corto, alertar a la población pero sin alarmarla innecesariamente, como es lo que ocurre..

Y el largo, el más difícil: tomar medidas políticas –incluso legislativas-- orientadas a crear condiciones institucionales económicas, políticas, sociales y culturales que efectivamente garanticen a los mexicanos acceso atención médica preventiva/curativa sin trabas ideológicas, políticas o las propias de la cultura de negación en la práctica de los derechos humanos.

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