Gara
Si los marcianos -o cualquier otra especie inteligente- envían sondas a nuestro planeta al igual que de la Tierra se envían naves espaciales para investigar qué ocurre por aquellos remotos mundos, el informe que deben de realizar en estos momentos esos cosmonautas debe de ser catastrófico. Sin lugar a dudas el escenario mundial es apocalíptico por varias razones. No cabe pensar que informes anteriores hayan sido más positivos -al menos si además de inteligentes esas otras especies son mínimamente civilizadas u honestas-, dado que el balance de guerras, desastres naturales, hambrunas y crímenes varios de las historia contemporánea es espeluznante. Pero, volviendo a la época actual, a la crisis sistémica del capitalismo y sus diferentes manifestaciones -crisis financiera, amenaza nuclear, calentamiento global...- hay que sumarle ahora la amenaza de una pandemia causada por una gripe porcina que supuestamente se ha generado en México, donde ya hay decenas de muertes, pero que amenaza con expandirse rápida y globalmente.
Ya han comenzado las primeras especulaciones científicas al respecto y, sin embargo, todavía no se ha escuchado ni una sola crítica sobre las múltiples y profundas causas asociadas a la actividad humana -causas sociopolíticas, por lo tanto-que se esconden tras este tipo de fenómenos. Cabe recordar que antes de los cerdos fueron los pollos, las terneras y las ovejas las especies que afectaron a los humanos. Todas ellas son parte de una industria alimentaria que funciona a escala global. No se trata de una apología animalista. Se trata sobre todo de una constatación, de una denuncia y de una reivindicación de la soberanía, también en el terreno alimentario.
En definitiva, que el debate publico al respecto no está en el terreno de la ciencia, sino en el político. En ese contexto, antes de perderse en estériles debates sobre epidemiología, se debería mirar a la concepción de la alimentación como una industria más. Porque la culpa no es de esos cerdos, sino de otros que han convertido la alimentación en un activo más de mercado, sujeta a sus leyes y ajena a las de la naturaleza y la humanidad. Y no hay que ser ni vegetariano ni marciano para verlo.
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