Desfiladero
Jaime Avilés
Se esperaba en cualquier momento. Algo extraordinario iba a ocurrir. Un santo de palo iba a llorar lágrimas de sangre. O cualquier cosa por el estilo. Y dicho y hecho: Miguel de la Madrid acusó de ladrones y narcos a los hermanos Salinas de Gortari, el ex presidente incómodo afirmó que su antecesor padece demencia senil, éste aceptó el diagnóstico, se desdijo y tantán... Entre tanto, el pésimo manejo gubernamental de la influenza y las fricciones diplomáticas provocadas por el defensor de la humanidad con Cuba, Haití y especialmente China, se desvanecieron en el aire.
No obstante, al margen del cotidiano baño de sangre, de la inflación que no cesa, de las 120 empresas que cierran al día, de los 6 mil empleos que se pierden cada 24 horas, de la recesión, del golpazo que significó el paro de actividades comerciales durante la contingencia sanitaria y de los millones de euros que no vendrán por la falta de turistas, Felipe Calderón se dio tiempo y maña para crearse un lío de pronóstico reservado con el segundo socio de México en el mundo: China.
La situación se agrava de tal modo que, anteayer, la vicepresidenta de la Cámara de Comercio y Tecnología México-China, Amapola Grijalva, afirmó en una conferencia de prensa que las relaciones comerciales y de negocios entre ambos países no pueden romperse por un conflicto con unos turistas (en alusión a los mexicanos que fueron aislados en hoteles de Shanghai y Hong Kong como sospechosos de tener influenza). China es nuestro segundo socio comercial mientras nosotros para ellos no somos nada, abundó.
En octubre del año pasado, durante una visita a Pekín todavía como presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco), el empresario Luis Antonio Mahbub Sarquís explicó que China le compra a México productos cuyo valor asciende a 27 mil millones de dólares anuales, en tanto México, en el mismo lapso, importa de allá apenas 3 mil millones de dólares en mercancías (el resto llega de contrabando por las aduanas panistas).
Hace dos semanas, cuando estalló la contingencia sanitaria, en medio del pánico inducido por la Secretaría de Salud y el aparato de manipulación televisiva del gobierno, China envió a México un avión de carga con ayuda valuada en 5 millones de dólares. Por consejo de su secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, Calderón apareció en el aeropuerto, a las cinco de la mañana, y posó demacrado junto al jet del que salían cajas y cajas.
En esos mismos momentos, en China, un grupo de mexicanos era aislado en un hotel de Shanghai y algunos de sus integrantes, al darse cuenta de que afuera del edificio había periodistas, mostraron por las ventanas carteles para pedir comida y cigarros a cambio de información. Al enterarse de esto, Calderón enfureció y acusó a su canciller de mandarlo a hacer el ridículo. Acto seguido, ordenó que en respuesta al avión de ayuda, otro avión, cargado de resentimiento, volara a Shanghai y evacuara –es decir, rescatara o, lo que es lo mismo, salvara– a los mexicanos aislados allá. Días después, de China canceló la participación de México en una feria mundial de productos agroalimentarios y prohibió la importación de cerdos mexicanos. Entonces, a guisa de represalia, se produjo el disparatado discurso en el que sin mencionar a ninguno por su nombre, Calderón la emprendió contra aquellos países que discriminan a los mexicanos y, sin más, se autoproclamó defensor de la humanidad.
Pero las cuerdas se tensaron más cuando México puso en duda su asistencia a la Exposición Universal de Shanghai 2010, que en teoría será tan glamorosa como la de 1889 en París, que contempló el nacimiento de la Torre Eiffel. Y apenas el martes pasado, cuando la Organización Mundial de la Salud comprobó científicamente que la carne de puerco no contiene el virus A/H1N1, China reanudó la compra de cerdos mexicanos, entre otras cosas porque los necesita con urgencia para el chop suey.
Como bien señalaron los honorables directivos de la Cámara de Comercio México-China, por un conflicto con unos turistas, Calderón y su canciller han puesto en riesgo un negocio que le representa a México ingresos anuales por 27 mil millones de dólares. Y todavía no resuelven el problema.
Oportunidad única
Si el sainete De la Madrid-Salinas fue una nueva cortina de humo para quitarle reflectores al exhausto y desesperado Calderón, nosotros como ciudadanos podemos tender nuestras propias cortinas, no de humo sino de sueños, gracias a un milagro de otra naturaleza.
Varios factores –la huelga de guionistas de Hollywood, que achicó la producción industrial de basura cinematográfica; lo cotización del dólar que redujo la importación de cintas extranjeras, la falta de liquidez que padecen las cadenas exhibidoras de nuestro país– han hecho posible que, al menos en el Distrito Federal, haya en cartelera tres películas mexicanas de estreno (sí, por increíble que suene, tres): Purgatorio, Trazando Aleida y Sin nombre.
La primera y la segunda, además de sus méritos narrativos, deberían ser acreedoras a un reconocimiento especial por la tenacidad de sus creadores. Acerca de Purgatorio, del realizador sinaloense Roberto Rochín, cuenta el crítico especializado Nelson Carro: Basado en tres relatos de Juan Rulfo, adaptados por el director con Elías Nahmías y Tomás Pérez Turrent, este largometraje tuvo una larga y compleja producción. Cada uno de los relatos fue filmado de manera independiente, a lo largo de 12 años: Un pedazo de noche, en 1995; Paso del Norte, en 2001; Cleotilde, en 2007. Finalmente fueron reagrupados en un solo filme de acuerdo con el guión original.
Autor también de Ulama, el juego de la vida y la muerte (1986), Rochín compite en tesón y empeño con Christiane Kukhard, cineasta mexicoalemana que en 2001 leyó un reportaje en una revista acerca de una mujer de 28 años, Aleida Gallangos, hija de dos guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, que en 1975 fueron desaparecidos y asesinados por el gobierno de Luis Echeverría. La niña, que entonces tenía dos años, fue escondida por otro guerrillero, Carlos Gorostiola, que se la entregó a su propia familia para que la criara, poco antes de morir, él también, pero en combate.
Cuando Christiane Kukhard leyó el caso en 2001, se puso en contacto con Aleida y ambas se dedicaron a buscar a Lucio Antonio, el hermano mayor de ésta, a quién la policía, después de separarlo de su madre, depositó en una casa hogar para permitirle que viviera. Si Purgatorio es una cinta fielmente rulfiana, aunque dispareja, que contiene una auténtica joya (Un pedazo de noche) ambientada en el centro de esta ciudad en 1950 con una Dolores Heredia guapísima, Trazando Aleida es un documento que conmueve de principio a fin. Cada uno de estos trabajos bien vale los 55 pesos que Cinemex (en su quinto aumento de precios del año) cobra por proyectarlos, en pocas salas.
Apoyada entre otros por Gael García Bernal, Diego Luna y Arturo Sampson, que también son responsables de Cochochi, una hermosa fábula acerca de dos niños tarahumaras, que ya se fue de la cartelera, Sin nombre aborda la aventura, muchas veces trágica, de los migrantes centroamericanos que recorren el país a bordo del tren de la muerte con la idea de pasar a Estados Unidos. Dirigida por un cineasta de California, Cary Fukunaga, recibió un prestigioso premio en el Sundance Festival. Rebelémonos también hacia adentro. Veámonos en el espejo de nuestro cine. Basta de porquerías gringas.
jamastu@gmail.com
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