MEXICO, D.F., 30 de julio (apro).- La crisis económica que afecta al sistema capitalista que, según los analistas, será larga y profunda, anuncia más desempleo, la dependencia económica de los países de menor desarrollo y fenómenos sociales hoy poco claros.
La crisis es tal que los defensores del capitalismo salvaje, los mismos que promovieron los mercados globales y la producción al más bajo costo, ya están bien asustados, tanto que pude escuchar en una reunión de "expertos" que se pide a gritos que el Estado vuelva a la rectoría e intervención de la economía en sus países.
Lo grave es que parece irreversible el daño tremendo que la globalización mandatada por los 9 grandes y poderosos del mundo ha hecho al valor del trabajo, al respeto de los seres humanos, a las ideas de solidaridad en la distribución de la seguridad social y de la riqueza, hoy situada en grandes concentraciones en unas cuantas familias de cada país.
Los datos nacionales del aumento de la pobreza y los anuncios paralelos de la reducción del gasto hasta en 50 mil millones de dólares al presupuesto, a la mitad del año, me hacen temblar. ¿Dónde se aplicará la restricción? ¿En la política social, la educación y la salud? Sin duda, los renglones sustantivos del desarrollo humano, precisamente en los tres aspectos que han lacerado a profundidad la vida de las personas, pero particularmente a las mujeres como se examinó aquí en México la semana pasada.
El análisis de lo que la crisis ha hecho con las mujeres y cómo éstas han hecho, aun desgarrando sus vidas, para detener la explosión social, fue convocado por el Instituto Nacional de las Mujeres con la colaboración de organismos de Naciones Unidas y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, (CEPAL).
Lo que dijo ahí la señora Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de CEPAL, fue aleccionador: las mujeres salvan siempre las crisis. Claro que sí, son como ella misma dijo, un cerco de contención, son las principales conciliadoras, Son las que trabajan doble, las cuidadoras, las primeras recortadas en las listas de desempleados, pero las que sacan fuerzas, de quién sabe dónde, para atender a las otras y otros; son las que se vuelven más pobres, atentan contra su salud y no tienen seguridad social.
Ahí mismo el responsable de la planeación de la Secretaría de Hacienda, Miguel Messmacher, admitió, cínicamente, que ellas, en empleos terciarios, sin historia de seguridad social, sin sindicatos, no perderán más de lo que ya han perdido.
Ellas, convertidas en un "ejército de reserva" como se denominaba hasta hace poco. Las mujeres, "centro de la familia", como dice la derecha gobernante en México, salvarán la crisis, sostiene Alicia Bárcena. Supongo que lo harán vaciando su sangre y sus pulmones, porque en esa reunión quedó claro que la política social que no está dirigida a mejorar la producción y el empleo, que atiende pobres superficialmente, además de que no funciona reafirma el carácter subordinado de las mujeres.
A ello, las expertas llaman transferencias condicionadas de recursos. La política de Solidaridad a Oportunidades, que "empoderó" a las mujeres transfiriéndoles "becas" para sus hijos, a cambio de que ellas, en la época de Progresa fueran a controlar su reproducción y en la época de Oportunidades condicionadas de votar por el PAN o por el PRI, o a realizar labores de la comunidad que son obligaciones del Estado.
En fin, el golpe de la crisis afectará la condición de las mujeres, pero no por razones exclusivamente económicas, sino porque se profundizará su dependencia de género, su subordinación, su discriminación, su falta de oportunidades. Encima se afectarán sus derechos logrados lentamente.
Las mujeres que trabajan, hasta el 47 por ciento en México, de todas formas su principal empleo es el servicio doméstico, el comercio informal y la industria maquiladora en las zonas francas del país.
Según las cifras oficiales proporcionadas en el seminario de referencia, la pobreza aumenta la muerte materna en las regiones marginadas, la disminución de los servicios públicos incrementa la carga de trabajo de ellas, agudiza la angustia de las mujeres frente a las dificultades de desarrollo de su prole y las que quedan en espera del dinero que envían sus maridos del extranjero, verán disminuido ese recurso a grados desafiantes.
La solidaridad inclusiva, se explica, se ha ido al caño. La imposición de seguros individuales o la inexistencia de cualquier seguro para las empleadas sin derechos, las dejan más vulnerables que en otros tiempos y en otros países.
Parece que el recuento es nefasto. Lo que no logré entender es cómo no se ligó, en tan profundo seminario, la crisis material con el franco aumento de la violencia contra las mujeres, cuando sí se reconoce que la crisis en los hogares es gigante. Cómo no se examinó que la violencia dentro de las familias también es reflejo de la crisis, la violencia en las calles y en lo que llaman crimen organizado.
Lo que si se admite, con poca claridad, es el fracaso del sistema capitalista, el que ha producido, sólo en México, 37 millones de indigentes, como decía el expositor de Hacienda. Por ello, no se logra entender que es necesario cambiar el modo, el sistema como funciona actualmente el capital. Es natural, a ello no llegan ni las expertas más comprometidas ni los análisis de la CEPAL.
Escuché a Alicia Bárcena dándonos la misma receta de los señores del poder: hay que pagar más impuestos, reducir el gasto y esperar que ello produzca mayores inversiones para que se detenga la caída del empleo. Y escuché otros diagnósticos como el de Rocío Gaitán, presidenta del Inmujeres, quien dijo que es necesario reconocer las barreras y obstáculos de nuevo cuño para las mujeres y la mayor carga que tendrán en tiempos de crisis. No sólo por ir a recoger leña al campo o ser indígena, sino porque siendo profesionales no consiguen desarrollarse. Muchas migran llevando sus saberes a otros países.
Lo increíble es que Rocío Gaitán, funcionaria pública decía eso, mientras en otro escenario se anunciaron los recortes, el aumento de recursos para los militares y los decretos que deslindan a Felipe Calderón de responder, como jefe supremo del Ejército, a las violaciones a los derechos humanos que están cometiendo los soldados en su campaña contra el crimen y deja a la milicia la tarea de defenderse, por lo que es ahí donde se canalizarán los recursos, políticos, económicos y sociales. Esos poquitos que deja la crisis.
Para enfrentar la crisis, que cada mexicano y mexicana se las arregle. Además, como diría la secretaria Ejecutiva de CEPAL: ellas siempre lo resuelven, son las "conciliadoras" sin igual. Y entonces no se quejen, organícense, como dijo una ponente.
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