31 julio 2009
“La cruenta, feroz crisis que se enseorea de la República va horadando sin pausas ni consideraciones la esperanza de los ciudadanos… para detener el deterioro de sus miserias del día”.
Luis Linares Zapata.
I
¿Quién es realmente Felipe Calderón? La interrogante ha tenido, tiene y tendrá seguramente muchas respuestas, pero todas ellas contribuyen, al parecer, a darle miga a otras preguntas acerca de quien se ostenta espuriamente como Presidente de México.
No son pocos los caros leyentes de las entregas de éste espacio en diarios impresos o en Internet, amigos y contertulios en las peñas sociables quienes inquieren y no obtienen respuesta acerca de la obcecación de don Felipe en el timón de la nave.
La nave sigue un curso de desastre; es decir, un derrotero suicida, hacia los arrecifes y las profundidades abisales. ¿Por qué? Sí, ¿por qué? Su obcecación acusa visos de mesianismo infalible. ¿Qué lo mueve? ¿El odio? ¿Los complejos de inferioridad?
¿Lo mueve acaso su convicción firme y creencia arraigada en soluciones metafísicas, providenciales, y su fe religiosa profunda --tan respetable como la más— o su nesciencia y prejuicios devenidos de ésta acerca de la razón verdadera del Estado?
Para no pocos mexicanos situados en los escaños y las yácatas de la diversidad societal y, desde luego, social –colectiva-- el titular de facto de la vertiente ejecutiva del poder político del Estado mexicano es enigma y, a la vez, dilema. Agudo dilema.
Enigma y dilema, en su turno, atizan la yesca de las fogaratas de sufrimiento social, descontentura, irritación e ira, inestabilidad e ingobernabilidad que se multiplican doquiera y lo incendia. Las llamas en la llanura rulfiana parecen incontenibles.
Las fogaratas, hágase la precisión, tienen un origen: a la existencia de una yesca propicia se aúpan la ausencia de pluviosidad dialéctica y la proximidad del fuego insensato, vectores que son de un fenómeno ocurrente asaz grave.
II
Y ese fenómeno es el de la desintegración del poder político del Estado, del cual la investidura del Presidente de la República es icono político-cultural histórico y fiel en un andamiaje de equilibrios y contrapesos, ausentes hace ya muchos sexenios.
La desintegración del poder político del Estado es contagiosa: ha extendido su virus al Estado mismo y a sus elementos constitutivos, en particular el mayor y más importante, el pueblo, el territorio y la soberanía. El contagio parece masivo.
Y ha dado pie a una epidemia que ha mutado su naturaleza en pandemia. El pueblo –el elemento constitutivo mandante del Estado-- ha dejado de mandar o subrogado su potestad de mando ante el acoso brutal del virus pandémico de la desintegración.
Portadores de ese virus pandémico de la desintegración son, dicho con propiedad axiológica, los personeros panistas, priístas, perredistas y de otras formaciones partidistas ínfimas –creadas con fines de negocio—del poder político.
Pero el jefe actual de ese poder político –el Presidente de Facto-- no parece inmutarse. Ello configura y reúne en su persona los componentes intrínsecos, concomitantes de un contexto de enigma. ¿Qué quiere don Felipe? ¿Destruir México?
Empero, don Felipe no es un individuo enigmático, sino lo opuesto, predecible en extremo, de modo que la interrogante ¿quièn es realmente él? acusaría otra connotación que escapa a las definiciones de la psicología e incluso la psiquiatría.
Esa interrogante conjunta de modo sincrético otras: ¿Por qué quiso ser Presidente de la República? O ¿por qué acudió incluso a una práctica criminógena, por definición inmoral y carente de ética, la de la conculcación electoral, para apañarse la Presidencia?
III
O ¿por qué durante su carrera en la política –lo cual no lo ha convertido en un político en toda la cabal extensión politológica del vocablo— y en el servicio público se ha distinguido por una toma de decisiones en discordancia con el interés social?
O, abúndese, ¿por qué don Felipe no ha caído en la cuenta de que tiene en sí mismo el potencial del antídoto del virus corrosivo de la desintegración del poder político del Estado y, como ya se dijo párrafos atrás, por contagio, la desintegración general?
Quizá una respuesta expedita, amplia, es la de que don Felipe carece de conciencia de lo que está ocurriendo ni tiene conciencia de por qué está ocurriendo la desintegración ni mucho menos cómo detenerla o siquiera atenuarla.
Esa inconsciencia describiría a un individuo o tonto de capirote o demente o comprometido de tal guisa con un proyecto de país que preconiza, precisamente, su destrucción y reemplazo por otro más afín a lo narrado por Huxley y Orwell o Kafka.
Una aportación para decodificar el enigma y dirimir el dilema pudiere localizarse en el pensamiento de don Felipe expresado en discursos dichos durante su carrera en la política. Esos discursos tienen por peculiaridad el dualismo. Dos estándares.
Pero de ese doble lenguaje disciérnense ciertas tendencias: la certeza de que la función esencial del Estado debe ser sólo coactiva, más no rectora de la vida económica y política y sí, en cambio, represora y controladora de la energía social creativa.
Ello explicaría su afán por reprimir a los que organizada o individualmente disienten, discrepan o se oponen al statu quo –el del capitalismo neoliberal salvaje y bárbaro-- y su inclinación por la represalia. No en vano la historia ya lo motejó Felipe el Breve.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Huxley, Aldous (1894-1963): escritor (novelista, ensayista, poeta y conferencista) inglés emigrado a Estados Unidos. Su novela “Un mundo feliz” es emblemática de su vasta obra literaria, en la cual describe las incidencias del maridaje entre el poder político y económico y los alcances de la ciencia. Agnóstico y anarquista.
Orwell, George ( 1903-1950): escritor y periodista inglés, activista sindical y crìtico del imperialismo británico, asì como del totalitarismo estalinista. Autor de “Rebelión en la granja” y “1984”, novelas en las que describe las condiciones de Estados totalitarios inspirados en el estalinismo y en el imperialismo inglés.
Rulfiana: relativo a Juan Rulfo (1917-1986): escritor, guionista y fotógrafo mexicano, autor de “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”. Pese a ser poco prolífico, se le considera uno de los escritores más importantes del siglo XX mexicano.
Statu quo: estados de cosas. Realidad.
Luis Linares Zapata.
I
¿Quién es realmente Felipe Calderón? La interrogante ha tenido, tiene y tendrá seguramente muchas respuestas, pero todas ellas contribuyen, al parecer, a darle miga a otras preguntas acerca de quien se ostenta espuriamente como Presidente de México.
No son pocos los caros leyentes de las entregas de éste espacio en diarios impresos o en Internet, amigos y contertulios en las peñas sociables quienes inquieren y no obtienen respuesta acerca de la obcecación de don Felipe en el timón de la nave.
La nave sigue un curso de desastre; es decir, un derrotero suicida, hacia los arrecifes y las profundidades abisales. ¿Por qué? Sí, ¿por qué? Su obcecación acusa visos de mesianismo infalible. ¿Qué lo mueve? ¿El odio? ¿Los complejos de inferioridad?
¿Lo mueve acaso su convicción firme y creencia arraigada en soluciones metafísicas, providenciales, y su fe religiosa profunda --tan respetable como la más— o su nesciencia y prejuicios devenidos de ésta acerca de la razón verdadera del Estado?
Para no pocos mexicanos situados en los escaños y las yácatas de la diversidad societal y, desde luego, social –colectiva-- el titular de facto de la vertiente ejecutiva del poder político del Estado mexicano es enigma y, a la vez, dilema. Agudo dilema.
Enigma y dilema, en su turno, atizan la yesca de las fogaratas de sufrimiento social, descontentura, irritación e ira, inestabilidad e ingobernabilidad que se multiplican doquiera y lo incendia. Las llamas en la llanura rulfiana parecen incontenibles.
Las fogaratas, hágase la precisión, tienen un origen: a la existencia de una yesca propicia se aúpan la ausencia de pluviosidad dialéctica y la proximidad del fuego insensato, vectores que son de un fenómeno ocurrente asaz grave.
II
Y ese fenómeno es el de la desintegración del poder político del Estado, del cual la investidura del Presidente de la República es icono político-cultural histórico y fiel en un andamiaje de equilibrios y contrapesos, ausentes hace ya muchos sexenios.
La desintegración del poder político del Estado es contagiosa: ha extendido su virus al Estado mismo y a sus elementos constitutivos, en particular el mayor y más importante, el pueblo, el territorio y la soberanía. El contagio parece masivo.
Y ha dado pie a una epidemia que ha mutado su naturaleza en pandemia. El pueblo –el elemento constitutivo mandante del Estado-- ha dejado de mandar o subrogado su potestad de mando ante el acoso brutal del virus pandémico de la desintegración.
Portadores de ese virus pandémico de la desintegración son, dicho con propiedad axiológica, los personeros panistas, priístas, perredistas y de otras formaciones partidistas ínfimas –creadas con fines de negocio—del poder político.
Pero el jefe actual de ese poder político –el Presidente de Facto-- no parece inmutarse. Ello configura y reúne en su persona los componentes intrínsecos, concomitantes de un contexto de enigma. ¿Qué quiere don Felipe? ¿Destruir México?
Empero, don Felipe no es un individuo enigmático, sino lo opuesto, predecible en extremo, de modo que la interrogante ¿quièn es realmente él? acusaría otra connotación que escapa a las definiciones de la psicología e incluso la psiquiatría.
Esa interrogante conjunta de modo sincrético otras: ¿Por qué quiso ser Presidente de la República? O ¿por qué acudió incluso a una práctica criminógena, por definición inmoral y carente de ética, la de la conculcación electoral, para apañarse la Presidencia?
III
O ¿por qué durante su carrera en la política –lo cual no lo ha convertido en un político en toda la cabal extensión politológica del vocablo— y en el servicio público se ha distinguido por una toma de decisiones en discordancia con el interés social?
O, abúndese, ¿por qué don Felipe no ha caído en la cuenta de que tiene en sí mismo el potencial del antídoto del virus corrosivo de la desintegración del poder político del Estado y, como ya se dijo párrafos atrás, por contagio, la desintegración general?
Quizá una respuesta expedita, amplia, es la de que don Felipe carece de conciencia de lo que está ocurriendo ni tiene conciencia de por qué está ocurriendo la desintegración ni mucho menos cómo detenerla o siquiera atenuarla.
Esa inconsciencia describiría a un individuo o tonto de capirote o demente o comprometido de tal guisa con un proyecto de país que preconiza, precisamente, su destrucción y reemplazo por otro más afín a lo narrado por Huxley y Orwell o Kafka.
Una aportación para decodificar el enigma y dirimir el dilema pudiere localizarse en el pensamiento de don Felipe expresado en discursos dichos durante su carrera en la política. Esos discursos tienen por peculiaridad el dualismo. Dos estándares.
Pero de ese doble lenguaje disciérnense ciertas tendencias: la certeza de que la función esencial del Estado debe ser sólo coactiva, más no rectora de la vida económica y política y sí, en cambio, represora y controladora de la energía social creativa.
Ello explicaría su afán por reprimir a los que organizada o individualmente disienten, discrepan o se oponen al statu quo –el del capitalismo neoliberal salvaje y bárbaro-- y su inclinación por la represalia. No en vano la historia ya lo motejó Felipe el Breve.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Huxley, Aldous (1894-1963): escritor (novelista, ensayista, poeta y conferencista) inglés emigrado a Estados Unidos. Su novela “Un mundo feliz” es emblemática de su vasta obra literaria, en la cual describe las incidencias del maridaje entre el poder político y económico y los alcances de la ciencia. Agnóstico y anarquista.
Orwell, George ( 1903-1950): escritor y periodista inglés, activista sindical y crìtico del imperialismo británico, asì como del totalitarismo estalinista. Autor de “Rebelión en la granja” y “1984”, novelas en las que describe las condiciones de Estados totalitarios inspirados en el estalinismo y en el imperialismo inglés.
Rulfiana: relativo a Juan Rulfo (1917-1986): escritor, guionista y fotógrafo mexicano, autor de “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”. Pese a ser poco prolífico, se le considera uno de los escritores más importantes del siglo XX mexicano.
Statu quo: estados de cosas. Realidad.
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