Francisco Luna Kan
El calendario cívico señala fechas que no admiten modificaciones para su cumplimiento. Constitucionalmente está determinada la duración de los cargos de elección popular y se precisa claramente el tiempo de su desempeño.
La Revolución Mexicana fue producto de varias expresiones derivadas de la vida deficitaria que pulsaba la inmensa mayoría de la población dispersa en un amplio territorio y carente de muchos satisfactores: educación, salud y pocas vías de comunicación: el ferrocarril era la predominante.
En el ámbito político se daba la reelección de Don Porfirio para la Presidencia de la República. La educación era limitada; a la par se propiciaba la concentración de la tierra a la vez que el sistema de peonaje y las tiendas de raya complementaban el marco económico y social.
El Sr. Francisco I. Madero, en sus aspiraciones políticas, sufrió en lo personal la exclusión de quienes sustentaban pensamiento diferente al sistema porfirista. El dictador de la vida nacional, en las proximidades de la elección de 1910, ofreció al Sr. James Creelman, periodista norteamericano, editor de Pearson’s Magazine, que cansado del poder respetaría los resultados electorales. Le confesó que creía en la democracia como el principio verdadero y justo del gobierno. Ofreció que se retiraría al concluir el período constitucional (1910) “acogeré gustoso un partido de oposición; si apareciera lo veré como una bendición”. No cumplió su promesa a pesar de los resultados electorales en que el Sr. Madero, postulado por el Partido Antirreeleccionista, obtuvo una real votación mayoritaria. No le reconoció el triunfo.
Díaz perdió no sólo en votos, sino lo más grave es que no midió las consecuencias al declararse vencedor. Se olvidó que en Yucatán anteriormente había ocurrido una revuelta en Valladolid. No ligó los casos de la huelga de obreros en el mineral de Cananea y la de los textileros de la zona de Río Blanco.
El país se incendió antes de que los hermanos Cerdán en Puebla fueran muertos y la Revolución estalló en varios frentes. Se perdieron muchas vidas; unos piensan que cerca de un millón de personas fueron sacrificadas. Ahí debemos encontrar los antecedentes del respeto al voto de los ciudadanos. Recordamos el lema del gobierno surgido del movimiento armado: “Sufragio efectivo. No reelección”.
Quienes integraron el Congreso Constituyente de 1917 en Querétaro, discutieron y promulgaron una Constitución propiciadora de la libertad del voto y de la organización del Estado para vivir en la democracia. Establecieron por igual garantías individuales y sociales.
Más adelante se concedió el sufragio a las mujeres y progresivamente se fue incorporando a más personas en el estrato juvenil, al disminuirse la edad para adquirir los derechos de ciudadanía.
Por todo ello, extraña que ahora se piense en nulificar los votos. El derecho a elegir garantiza la selección cuidadosa de apoyar a un candidato (a). Es la expresión de la voluntad personal para apoyar a quien se considera más afín a nuestra idea de la política y del futuro social.
No existe otro medio para que la participación de los ciudadanos sea conocida con el fin de otorgar la confianza del elector en una persona y un partido político. Quienes no hacen uso del sufragio, se marginan a favor de quienes en un sector opuesto, pueden triunfar en la elección que determine rumbo y destino para el país. Ya sufrimos la vergüenza del sexenio 2000-2006, jefaturado por un señor de “cuyo nombre no quiero acordarme”, que dijera el inmortal Cervantes.
En la vida parece no existir un procedimiento perfecto para respaldar las diversas propuestas que sostienen partidos y candidatos. En el juego político se exhiben personas y principios. Por alguno se tiene que optar para cumplir parte de los derechos ciudadanos. Si no ejercemos éstos, quedaríamos con la duda de un destino colectivo que no ayudamos a construir. En tal condición, ganarán los que acumulen mayor respaldo del voto. Sí así fuera no existiría derecho a reclamo alguno.
Nuestra oportunidad es trianual para participar en unos casos y sexenal, en otros niveles electivos. Cada 3 años nos convocan los organismos electorales para que con nuestro voto expresemos rechazo o respaldo a una condición de vida y gobierno. Perderla significa un retroceso personal; pero afecta destinos comunitarios.
No existe mejor procedimiento de respaldo o rechazo a una condición prevaleciente, que emitir un voto razonado. Meditado en función de apoyo a un gobierno que nos satisfaga o de búsqueda de opciones diferenciadas. En todo caso solamente el sufragio expresará nuestros sentimientos de respaldo o de cambio.
La abstención es la nulificación del sufragante, que no opina, electoralmente, ni a favor, ni en contra de nadie. La participación en ese proceso abre posibilidades para que políticamente se apliquen programas de desarrollo en todos los órdenes. Abstenerse impide conocer nuestra inconformidad.
No debemos declinar el ejercicio de votar si somos congruentes con nuestras aspiraciones en cuanto a la función constructiva de la política. Si deseamos protestar por el quietismo en que ahora se vive, cumplamos con el ejercicio del sufragio y pugnemos por más presencia al interior de nuestro partido.
Si deseamos corregir un partidismo voluntarioso, que nos conduce a retroceso en el trabajo, la salud, la educación, la seguridad y el deterioro de la economía, hagamos la depuración de los partidos. Abstenernos del voto traería como resultado que las autoridades incumplidas en sus responsabilidades, continúen actuando con impunidad.
No defraudemos a los miles de mexicanos que ofrecieron la vida por hacer un país más libre y soberano.
A las pocas personas que leyeran estas notas, les recuerdo que derecho que no se ejerce, se pierde. No perdamos la fe en el destino por construir. Votemos por la mejor opción, según nuestro criterio.
A don Mario Renato, estimado Director de POR ESTO!, le reitero mi afecto con la súplica de que después de la votación, me disculpe la ausencia por varios días. Aunque no podré dejar de pensar en el 8% de decrecimiento que afectará el país este año y también el próximo. A apretarse el cinturón TODOS.
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