04 septiembre 2009
"Nuestra economía necesita cirugía mayor. Pero eso plantea una discusión política de primera magnitud. Ni la élite económico-financiera ni la clase política quieren oir hablar de ello”.
Alejandro Nadal.
I
El epígrafe --de la autoría del señor Nadal, reputado economista— condensa sin desperdicio de vocablos la descripción estructural/superestructural y coyuntural de la realidad que oprime no sin espectacular y doloroso dramatismo a los mexicanos.
Ese es, sin duda, objetivamente discernido, el gran dilema de los personeros panistas, priístas, perredistas incluso, y de los demás partidos políticos dominados, a la luz de us actuaciones, por una voraz vocación mercantilista de la política.
Más antes de proseguir precísense aquí algunos conceptos ya enunciados: las referencias a lo estructural y superestructural se aplican en su sentido sociológico esencialmente. El concepto de opresión referentes definitorios sociopolíticos.
Así, en esa vena de salvedades la estructura es entendida como el conjunto de relaciones internas y estables articuladoras de los diferentes elementos de una totalidad concreta. Ésta es la definición que nos da Roger Bartra.
Bajo esa definición, la estructura, pues, es distinta de lo que entenderíase por estructura económica, de las fuerzas productivas, del poder, etc., aunque el avispado leyente advertiría en esas nociones concatenaciones y entreveramientos dialécticos.
Consígnese que las relaciones internas y estables aquí elucidadas determinan la función de cada elemento de la totalidad concreta y contribuyen a explicar el proceso de cambio de dicha totalidad; a ésta, aquellas le confieren coherencia y carácter de unidad.
La coherencia y la unidad tienen por componentes dinámicos las correspondencias entre sus elementos. Bajo esas nociones es posible comprender la totalidad social en movimiento. La estructura es tal en cuanto sus partes se corresponden entre sí.
II
Cabría subrayar, citando otra vez al señor Bartra, que la correspondencia es la expresión de la unidad y coherencia del todo que, en el caso, es el de la realidad general y particular mexicana. Esto nos lleva, por ejemplo, a la estructura económica.
En el caso que nos atañe –la realidad mexicana— las correspondencias de la estructura se hallan en una crisis, en cuyo ámbito se producen condiciones propicias para la gestación de una nueva estructura. Ese es el contexto objetivamente registrado.
Empero, los personeros del poder político del Estado, en particular los que sustentan su legitimidad convencional, jurídica –que no moral--, como afirma nuestro epigrafista de hoy, el economista Nadal, tienen otro registro, uno antipodal, de nuestra realidad.
Ese registro tiene causalidades: los imperativos del poder, entendido éste no sólo como un medio, sino también como un fin. La filosofía de los fines del poder inspira en los personeros de éste paradigmas que bien definiríanse como constitutivos de opresión.
Y la opresión es ejercida por el poder político del Estado amamantado por los intereses de un poder patrocinador, el económico. Desde el presidencialado de Miguel de la Madrid – hace 27 años-- el poder político sirve sin pudor al económico.
Por inferencia válida, la opresión se define mediante guisas simultáneamente simples y complejas, llanas aquellas, sofistas éstas. La víctima damnificada de la opresión la suma de los pueblos de México y, insoslayablemente, su diáspora (Estados Unidos).
Expresiones inequívocas y asaz visibles de opresión son, taxonómicamente, el crecimiento rampante de la pobreza –visaje lacerante de desigualdad e injusticia y el inicuo ejercicio del poder-- resultante de la catálisis del desempleo y subempleo.
III
La opresión es sin eufemismos ni sinómicos una realidad cruel y, ergo, terrible, de la esclavitud. A los creadores de riqueza, los pueblos de México, se les escamotea sus plusvalías y sus patrimonios históricos les son saqueados impunemente.
Los visajes y las manifestaciones concurrentes de la condición de opresión tienen, por añadidura, enseres ideológicos y políticos. La opresión política y económica (v. gr., el despilfarro de riqueza devenida de la exacción fiscal) no es subjetiva; lo opuesto.
Los enseres ideológicos y políticos del poder se concretan en la superestructura de la sociedad, conformada por las instituciones cuya función es la de cohesionar a la sociedad y la cultura en torno a la base económica y asegurar la reproducción de ésta.
La superestructura es, pues, acúmulo de modos de pensar, actitudes, sentimientos, e ideologías que corresponden a dichas instituciones: los Poderes del Estado, el tinglado jurídico, centros educativos, la iglesia, partidos políticos, etc.
Volvamos al pensador Bartra: en igual guisa, también son parte de la superestructura de la sociedad las concepciones políticas, el derecho, las corrientes del pensamiento preceptivo social, moral, filosófico y religioso para inducir conductas conformistas.
Y cuando los inducimientos de conductas colectivas pierden eficacia, el poder político del Estado se reserva para sì, con arreglo a las premisas de la subestructura, el monopolio de la violencia legal. Ello se observa nìtidamente en México.
Todo ello es el arsenal que mantiene y acentúa la opresión que ejerce el poder político (al servicio, no huelga reiterarlo, del económico) del Estado mexicano sobre los pueblos de México dentro y fuera del territorio. En esos pueblos se barruntan insurgencias.
Pero insurgencia no es revolución; ésta se define por sus acciones reivindicadoras, liberadoras: el Grito de Dolores se hizo revolucionario cuando Hidalgo abolió después la esclavitud en la Nueva España y Morelos elaboró la Constitución de Apatzingán.
Las insurgencias civiles, fedatariamente ocurrentes en México hoy (de los indígenas, trabajadores, usuarios de energía eléctrica, etc.) y sin duda organizadas socialmente, deben superar el dilema del “¿Qué hacer?” con una iniciativa revolucionaria clara.
Esa iniciativa revolucionaria podría devenir de un contrato social cincelado por el descontento por la opresión como forma perversamente recursiva de esclavitud y, así, acordar huelgas de pagos (impuestos, servicios, etc.) que proclame un nuevo statu quo.
Por ello, no antójasele desencaminada a muchos mexicanos la proclamación lópezobradorista de un “gobierno legítimo”, aunque para adquirir indole revolucionaria requiere transitar de la “resistencia civil” a una Constitución que erradique el statu quo.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte. Com
Glosario:
Bartra, Roger: antropólogo, sociólogo, escritor y ensayista. Investigador emérito de la UNAM. Su libro más conocido es La democracia ausente (2000). yAnatomía del mexicano (2002).
Constitución de Apatzingán: en 1814 proclamó la instauración del régimen republicano de gobierno y la defensa del principio de la soberanía popular y el derecho del pueblo a cambiar la forma de gobierno. También proclamó la división de poderes, con el Legislativo como suprema autoridad, con facultades para nombrar cada tres meses a los titulares (tres) del Ejecutivo y los ministros de éste. Proclamó asimismo la libertad de palabra y prensa, la inviolabilidad del domicilio y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
Nadal Egea, Alejandro: doctor en economía, académico (El Colegio de México), autor de varios libros (Experiencias de crisis y estrategias de desarrollo: autonomía económica y globalización (con Francisco Aguayo), Desarrollo sustentable y cambio global (con Víctor Urquidi), Esfuerzo y captura: tecnología y sobreexplotación de recursos marinos vivos, El plan de emergencia de Laguna Verde: dos estudios crìticos (con Octavio Mirantes Vidal), entre otros).
Lópezobradorista: relativo a Andrés Manuel López Obrador, quien encabeza un movimiento de resistencia civil pacìfica emblematizado en un gobierno que él y sus millones de seguidores han descrito como legítimo”.
Lecturas recomendadas:
Constitución Política de los Etados Unidos Mexicanos. Varias editoriales.
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