Barómetro Internacional
Henry Kissinger: ¿“guerra sino-norteamericana”?
Miguel Ángel del Pozo
¡El Imperio contraataca! En un excelente análisis-propuesta, Rigoberto Lanz (“Crítica del neoliberalismo educativo”. El Nacional, 23 agosto, 2009, p. 9) nos precisa que “…el aparato escolar es un espacio enteramente al servicio de la reproducción de las relaciones de dominación. Ha sido…el ámbito…para la inculcación de los dogmatismos religiosos, para la expansión de las visiones del mundo que se producen desde el poder. Este es el punto de partida básico sin el cual no se entiende nada…” (Ídem). Bien ¿Cuál visión del mundo el poder impone para su expansión, cuáles serían los paradigmas y cómo se llevaría a la praxis esa expansión? Es evidente que sería una visión sustentada en el positivismo bajo estructuras del capitalismo y la vía para su imposición serían las armas y la religión como justificación teológica como bien sucedió con la expansión del capitalismo/imperialismo en Asia, África y los países al sur del rio Bravo (rio Grande para los gringos y los “pitiyanquis”).
Para poder comprender las razones (la Razón y sus derivados) que han llevado al establecimiento colombiano a alcanzar, recientemente, otros acuerdos, además de los textos en los que se sustentan el “Plan Colombia”, acuerdos que contendrán “acuerdos” en los campos de la política, la economía, lo militar y la ideología con importante impacto en la sociedad colombiana profundizando las históricas contradicciones existentes desde, quizás, los propios momentos históricos de su Independencia de la Corona Borbónica, tienen que tener una “raison d´Etat” porque la oligarquía colombiana que reconoce sus propias debilidades y limitaciones frente a, no solo las realidades históricas y naturales de Venezuela sino, también, frente a las propuestas sociales con objetivos socialistas de la Revolución Bolivariana con una relación “líder-masa” a lo interno de la sociedad venezolana no solo horizontal como también vertical sólidas, sino también a sus reales limitaciones frente a los desarrollos de los “ejércitos populares campesinos” como los impactos de la movilidad social ajena a esa oligarquía que la economía de la droga ha desarrollado e impactado en la propia estructura social tradicional colombiana, necesita “crear” razones ideo-políticas que le permitan diseñar, ejecutar y consolidar su propio poder socio-económico como factor de Poder en el Tiempo en las realidades colombianas.
En ese contexto se entiende, perfectamente, el matrimonio entre el Poder (Mûller Rojas dixit) y la oligarquía colombiana a través, obviamente, de los huéspedes de la Casa Blanca (blanco y/o afro descendiente) y el Palacio de Nariño. Esa realidad nos obliga a precisar con objetividad rayando la obsesión quiénes y qué representa la oligarquía colombiana; como también nos obliga a definir los reales objetivos del mencionado Poder norteamericano que, probablemente, se haya desarrollado mas allá de sus tesis originales permitiendo la preeminencia del “Poder norteamericano” sobre sus socios originales.
Es evidente que la unión “Poder/oligarquía colombiana” se sustenta, primeramente, en lo económico en función de la permanencia en el tiempo del sistema capitalista; en segundo lugar y aunque se perciben profundas diferencias ideológicas ya que los unos son “weberianos” mientras que los otros son “tomistas”, han encontrado líneas ideológicas comunes según las nuevas tesis que “caminan los pasillos” de El Vaticano. En tercer lugar, las propias realidades expresadas en el necesario “control y equilibrio” del continente americano según las tesis de Monroe (“América para los americanos” y “patio trasero”) y según los objetivos y necesidades de permanencia como Imperio de los Estados Unidos de América en las realidades consecuentes de la crisis global financiera y la reingeniería obligada del sistema capitalista junto a las competencias obligadas e inevitables en las economías mundiales por materias primas, mercados y control de espacios vitales de la bio-diversidad.
Ese matrimonio de intereses “Poder norteamericano-oligarquía colombiana” contiene en su praxis política, es decir, tanto en el “Plan Colombia” como en los nuevos Acuerdos militares alcanzados, sus propias contradicciones tanto a lo interno de ese matrimonio de intereses como en cada una de las naciones firmantes con mayor impacto, probablemente, a lo interno de la sociedad colombiana. Lo decimos porque los intereses reales del Poder norteamericano están, temporalmente, en sintonía con los intereses de la oligarquía colombiana; bien lo expresó Chávez Frías en su programa dominical del domingo 23 de agosto, próximo pasado, cuando informó que los objetivos fundamentales de la presencia de tropas norteamericanas, militares y civiles bajo el carácter de asesores civiles (Blackwater en su nueva denominación Xe Services LLC), era el total control geopolítico y geoestratégico de la región geográfica al sur del rio Bravo hasta la Patagonia y el control de las rutas aéreas y marítimas hacia y desde el continente africano; mientras que para la oligarquía colombiana es una realidad imperativa de ejercer, suscrita en los contenidos y objetivos tanto del Plan Colombia como en los nuevos contenidos, estrictamente de carácter militar, es decir, sin impacto real en lo social y económico de la economía productiva colombiana excepto por las realidades globales del narcotráfico y que se traducirían, según lo ha definido un senador uribista, como el “…instinto de conservación de la sociedad colombiana…”
¿Cómo se expresarían esas contradicciones en cada caso? La oligarquía colombiana estaría en la imperiosa necesidad de apoyar, eficazmente, la re-elección de don Álvaro Uribe Vélez porque una elección del señor Juan Manuel Santos, aun él mismo, un oligarca, podría acelerar el significado militar de los acuerdos militares colombo-norteamericanos conllevando con ello un desarrollo total de la actual “guerra civil” y, muy probablemente, ejecuciones militares por la parte colombiana de lo que se ha dado en denominar como “extraterritorialidad”, es decir, violación flagrante de las soberanías nacionales de países con fronteras con Colombia. Estos escenarios, actualmente, serían muy negativos para la oligarquía colombiana por diferentes razones: la oposición del Gobierno de Barack Obama a acciones militares violatorias de las soberanías nacionales, lo que ello implicaría traer la “guerra a casa”, es decir, una “argelización” de la guerra; en segundo lugar y tomando en consideración la insistencia del Canciller colombiano de discutir en Bariloche temas como son el tráfico de armas, la denominada “política armamentista” (y ¿el Plan Colombia no significa un sustancial aumento del parque militar colombiano proporcionado por el Imperio norteamericano?) en el continente americano (no sabemos si el Canciller Bermúdez ha percibido que el mayor exportador de armas del continente es, en primer lugar, los Estados Unidos de América teniendo como beneficiarios a la referida Colombia y a México, y, en segundo lugar, el Brasil, país al cual Colombia le compra armas). En tercer lugar, el desgaste de una economía de guerra cuando ella se proyecta “expansivamente”, es decir, cuando se “invade” aun y cuando se cuente con el apoyo de los EEUU de América; para el caso concreto colombiano, traería radicalizaciones sociales internas producto de la crisis socio-económica y sico-social sobre la población afectada y, prácticamente, una caída en las exportaciones colombianas al tomar en consideración que ni los acuerdos han sido aprobados por el Congreso norteamericano y las políticas comunes de carácter económico que se tomarían en el seno de la UNASUR.
¿Cuál es el real interés de los EEUU de América en “ocupar”, por cualesquiera medios, los espacios suramericanos, centroamericanos y caribeños aparte de los mencionados? La pregunta no tiene la tradicional respuesta por las realidades actuales, por los tiempos históricos y las consecuencias de la concientización de los pueblos americanos frente a la alienación de las burguesías y pequeñas-burguesías. Ello significaría que el diseño político del Poder norteamericano se tendría que manifestar en la Región americana, inclusive a lo interno del propio país norteamericano, bajo diferentes premisas, más elaboradas, más sutiles, mas ideológicas y, aunque parezca contradictorio, más agresivas pero utilizando a los estamentos armados nacionales como “perros de caza”. La respuesta nos la entrega quien es un ideólogo de la Política Exterior del Poder norteamericano: Henry Kissinger.
Henry Kissinger en artículo/análisis publicado en el Washington Post, titulado: “Rebalancing Relations with China”, el miércoles 19, agosto, 2009, expone que “…American leaders must resist the siren call of a containment policy drawn from the Cold War playbook. China must guard against a policy aimed at reducing alleged American hegemonic designs and the temptation to create an Asian bloc to that end. America and China should not repeat the process that, a century ago, moved Britain and Germany from friendship to a confrontation that drained both societies in a global war. The ultimate victims of such an evolution would be global issues, such as energy, the environment, nuclear proliferation and climate change, which will require a common vision of the future…” (“…los líderes norteamericanos deberá resistir los contenidos ideológicos de las políticas extraídas del libro de la Guerra Fría. China deberá evitar diseñar una política que busque reducir el supuesto hegemonismo norteamericano, al mismo tiempo, evitar caer en la tentación de crear un bloque Asiático para enfrentar aquel hegemonismo norteamericano referido. Norte América y China no deberían repetir aquel proceso que, hace una centuria, llevó a Gran Bretaña y Alemania de una relación de amistad a una de confrontación que llevaron a ambas sociedades a una guerra global. Las víctimas principales de dicha confrontación (entre los EEUU de América y la RP China) lo tendrán los temas globales, tales como la “energía” (negrillas y entrecomillados nuestras), el medio ambiente, la proliferación nuclear y los cambios climáticos, que requieren una visión de futuro común a ambos países…”)
¿Por qué tan dramática hipotética conclusión la del ideólogo del Poder norteamericano, Henry Kissinger, fundamental asesor del actual Presidente Obama cuando supone que las contradicciones que se vienen desarrollando entre los intereses de ambas potencias pudieran llevar a confrontaciones bélicas? ¿No es cierto que las políticas añejas de solidaridad ejecutadas en forma de inversiones solidarias de la RP China en África han alcanzado sólidos lazos de “cooperación y respeto” entre el Estado chino y los diferentes estados africanos, es decir, no significan esas colaboraciones un escenario de “fuerte competencia” por materias primas y otros objetivos estratégicos fundamentales para mantener las necesidades requeridas por los diferentes países capitalistas? ¿No es cierto que el “supuesto extraordinario reservorio” que representaba el Sur de la América continental para el Poder norteamericano no solo estaría, supuestamente, amenazado por las inversiones que en “bienes de capital”, por ejemplo, realizan, actualmente, países como la RP China, Rusia, Irán, Bielorrusia, India, por mencionar?.
En el marco de ese escenario, el Poder norteamericano y el Gobierno norteamericano conocen las consecuencias de tener que “compartir” con Estados exógenos al continente americano las riquezas continentales con lo cual aquella política de “América para los americanos” entraría en crisis y, posteriormente, en desuso junto a las lógicas consecuencias “aguas abajo”.
delpozo14@gmail.com
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