Ramon Alfonso Sallard
Miedo de la tripulación y pasajeros de la aeronave, pero, sobre todo, miedo de quienes presuntamente gobiernan este país. Y es que el sujeto, en su alucinada perorata, quería entrevistarse con Felipe Calderón porque quería advertirle que no acudiera al Zócalo a dar el grito de Independencia, toda vez que ocurriría un terremoto. Con una biblia en la mano, habló también de terrorismo en México.
Los detalles de lo ocurrido empezaron a conocerse en retazos durante la tarde y noche, aunque después el incidente pasó a segundo plano por el partido México-Honduras. Sin embargo, un legislador local que viajaba en el mismo vuelo, alcanzó a dar su testimonio de los hechos y denunció la vejación de que fueron objeto una veintena de pasajeros por parte de la policía federal.
Cuando el avión aterrizó el aeropuerto internacional Benito Juárez de la ciudad de México, de inmediato inició el despliegue policiaco alrededor del Boeing 737 de Aeroméxico. Los agentes portaban armas largas y pasamontañas. Unos minutos después bajaron las mujeres y niños. Quedaron los hombres. Entonces abordaron los oficiales y arremetieron contra todos los pasajeros. Quedó en evidencia, una vez más, el sello del gobierno calderonista: primero reprime y después averigua.
Los hombres fueron esposados y trasladados al hangar presidencial, donde otro grupo de agentes interrogó y revisó detalladamente la documentación de cada uno. Varias horas después de sucedidos los hechos, los pasajeros seguían retenidos ilegalmente. Sus familiares y acompañantes recibieron la orden intimidatoria de guardar silencio sobre las vejaciones, a menos que estuviesen dispuestos a afrontar las represalias.
El secuestrador utilizó dos latas de jugo para lograr su cometido. Dijo que en ellas había explosivos. Y cundió el pánico en un apanicado gobierno que quiere tener apanicada a la población.
El miedo, esa emoción primaria provocada por la percepción de peligro real o supuesta, es también un arma de dominación política y de control social. Diversos son los autores que han denunciado, en los últimos años, el uso político del miedo como forma de control de las masas, a través de la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
Un dato revelador: a pesar de que sólo diecisiete personas perdieran la vida a causa de actos terroristas en Estados Unidos entre 1980 y 1985, el periódico New York Times publicó un promedio de cuatro artículos sobre terrorismo en cada edición. Entre 1989 y 1992, sólo treinta y cuatro estadounidenses murieron como consecuencia de actos terroristas en el mundo, pero más de 1300 libros fueron catalogados bajo el rubro de “Terroristas” o “Terrorismo” en las bibliotecas estadounidenses.
Al parecer, estamos en ese camino. La de ayer sólo fue una pequeña muestra del tamaño del miedo.
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