El presidente Calderón llegó menguado a su tercer Informe. Electoralmente derrotado, en shock económico, finanzas quebradas, deprimido, desarmado. Pero estaban las televisoras para rescatarlo, no hay más verdad que la que fabrican. Manos a la obra: campaña previa, spots, mensajes personales hasta la náusea. Set televisivo en Palacio Nacional imitando al Congreso, telepronter, aplausos inducidos, oratoria grandilocuente. Después, más spots, maratón de entrevistas ya cansinas, talk show en remate lastimoso. Recuperó el escenario, no la nación.
Para recuperar su poder deslavado tendría que rescatar al país de sí mismo, de la orientación que le impuso, de los intereses dominantes. Su llamado a cambiar de fondo como única alternativa se concreta en un decálogo que reproduce, sin imaginación, temas incumplidos del Plan de Desarrollo: frenar la pobreza, ahora sí, con toda la fuerza del Estado; cobertura nacional de salud, ¿con el IMSS quebrado?; educación de calidad, por favor; finanzas públicas, veremos; nuevos cambios en energía, ¿privatización total?; telecomunicaciones, ¿competencia contra su asociado duopolio?; laboral, ¿flexibilizar los despidos?; regulación base cero, ¿más dominio privado?; vencer al crimen, vamos ganando; reforma política, de sufragio efectivo a democracia efectiva, ¿2006?
Sin embargo, comentarios apoyados en las frases retóricas presentan el Informe como si fuera un auténtico programa integral de cambios de fondo, radicales, pero sin sustento en los planteamientos de Calderón.
Y ante ese Calderón reformador, autocrítico, decidido, pasan a dudar de que, aun con su buena voluntad, pueda lograrlo, porque el PRI —dicen—, que sólo busca la Presidencia, no va a apoyar reformas que, aunque urgentes, irriten a sectores sociales influyentes, como impuestos, o polaricen, dividan y afecten a sindicatos de trabajadores o patrones. Algunos más sutiles escriben que la —inexistente— “ambiciosa agenda de reformas” que pudo haber hecho el PAN antes la hace ahora para culpar al PRI de oponerse.
Por lo pronto, el espectáculo montado por los operadores mediáticos ha difundido al máximo la imagen de Calderón dispuesto a salvar al país, no importa que él lo haya hundido. La manipulación es poderosa. Se inventa una determinación de cambio de ruta que no existe, frente a un PRI opositor mezquino. El Calderón reformador que pintan es falso, nada indica en su decálogo que esté dispuesto a desatender a los intereses que representa, sin lo cual no habría cambio.
Por otro lado, el PRI que pintan, de Beltrones, Rojas, Beatriz Paredes y acompañantes, es igualmente falso, porque si bien están desatados por hacerse de la Presidencia, no van a apoyar las decisiones que supuestamente propondría Calderón porque son dependientes de los mismos intereses, ni uno ni los otros tocarán los poderes que los sostienen. Los analistas olvidan que esa cúpula “priísta” neoliberal ha cogobernado con este gobierno tres años, más seis de Fox; son igualmente responsables del colapso del país, del empobrecimiento, de la pérdida de soberanía económica y política, son socios, se han jactado de ello. Ya fueron uno por uno a confortar a Calderón. Se declaran dispuestos a colaborar con el decálogo, que es lo mismo, porque han colaborado en lo mismo; o sea, es la misma colaboración. Por eso es infundada la duda interesada de que tal vez sean ellos quienes impidan “el gran viraje”.
La única posibilidad de cambio es el cambio del modelo económico. Y no lo habrá mientras el PRI siga manejado por una claque dependiente de ese modelo. Grupo que en lugar de ser oposición ha integrando el PRIAN, partido cártel asociado en la repartición de poder y beneficios para las cúpulas. Sacudirse a la claque es un imperativo. El PAN también tiene la suya.
mbartlett_diaz@hotmail.com
Ex secretario de Estado
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