JORGE CARRASCO ARAIZAGA
México, DF; 20 de noviembre (Apro).- Sin equívocos, México vive uno de sus peores momentos de cara al mundo.
El llamado bono democrático que representa el fin de un régimen autoritario en el caso de nuestro país acabó en frustración.
No es ninguna sorpresa, sino resultado lógico de la fallida alternancia política del PRI al PAN.
Los seis años de la presidencia de Vicente Fox y los tres de Felipe Calderón se resumen en la catastrófica revisión internacional que se hizo la semana pasada al desempeño de México en la economía, la corrupción, la pobreza, la delincuencia organizada y derechos humanos.
Si bien esos problemas no se originaron con la llegada del PAN, la virulencia con que se han manifestado en el país sí es responsabilidad de quienes han conducido el país en la última década y en particular del actual responsable, Felipe Calderón.
No es la primera vez que se alude a la incapacidad de Calderón para conducir el país y la pequeñez de su equipo de gobierno.
Más claro no puedo ser el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, quien sin miramientos dijo el pasado miércoles en México que el gobierno de Calderón fue el que peor enfrentó la crisis económica mundial.
No se equivoca, pues en el diagnóstico estuvo la respuesta. Cómo olvidar que para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, no teníamos de qué preocuparnos, pues se trataba apenas de "catarrito".
Stiglitz colocó en el lado opuesto a Brasil y a la India. De forma reiterada, Brasil se ha convertido en referente del éxito no logrado por México. Aunque Calderón se mofó del apagón que hace algunas semanas sufrió ese país, lo cierto es que no sólo en economía, sino en la diplomacia, los brasileños han pasado por encima de México.
En la crisis de Honduras, el gobierno de Ignacio Lula da Silva se colocó rápidamente al frente de la defensa del presidente depuesto, Manuel Zelaya. Calderón no lo podía hacer. Tiene un problema de origen. Por más que haya recibido a Zelaya como jefe de Estado, ¿cómo le podría reclamar al golpista Roberto Micheletti su falta de legitimidad, si es de la que carece?
Descolocados y estrechos, Carstens y el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero le reclamaron a Stiglitz su falta de conocimiento de la realidad mexicana.
No pueden decir lo mismo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. El organismo de Naciones Unidas que se dedica precisamente a seguir la realidad económica de la región, dijo al siguiente día de la declaración de Stiglitz que como consecuencia de la crisis internacional, México fue donde más empeoró la pobreza en América Latina. Ahora hay 41 millones de personas en esa condición. Es decir, 4 de cada 10 mexicanos. Casi la mitad del país.
El martes, desde Berlín, se informó al mundo que México se coloca en los peores niveles de corrupción. Con una calificación de 3.3, en una escala del 1 al 10, México está por debajo de Cuba, El Salvador y Guatemala y comparte lugares con varios países africanos y asiáticos.
Horas después, la consultora internacional Pricewaterhouse informó que México es el quinto país con más fraudes, de una muestra de 54 naciones; mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) previó un incremento del desempleo para el próximo año para colocarse en 6.5 por ciento, respecto al 6.2 del tercer trimestre de este año.
La catástrofe es tan evidente para el mundo que la propia secretaría de Economía admitió el viernes que la Inversión Extranjera Directa cayó un 37 por ciento de enero a octubre de este año.
En derechos humanos la cara mexicana no es distinta. El mismo jueves se adelantó que en las próximas semanas se dará a conocer el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en contra del Estado mexicano por su falta de investigación en el caso de tres mujeres asesinadas en la zona conocida como campo algodonero, en Ciudad Juárez.
Lo mismo se espera que ocurra en el caso de Rosendo Radilla. Detenido y desparecido por el Ejército en 1974, durante la guerra sucia en Guerrero. Ambos casos son emblemáticos de las graves violaciones a los derechos humanos en el país exhibidas ante la comunidad internacional.
Los gobiernos del PAN no sólo han sido indolentes ante el tema, sino que en el caso de Calderón se han fomentado con el pretexto del combate al narcotráfico.
Los casi 15 mil muertos que ha dejado esa "guerra" propiciada por el gobierno calderonista, así como las muertes y desapariciones de periodistas, a niveles de lugares donde hay una guerra civil abierta, hacen de México uno de los países más violentos del mundo.
A mitad de su gobierno, Calderón da muestras de un desgaste y una incapacidad inauditas. Ni Miguel de la Madrid en sus peores tiempos.
El llamado bono democrático que representa el fin de un régimen autoritario en el caso de nuestro país acabó en frustración.
No es ninguna sorpresa, sino resultado lógico de la fallida alternancia política del PRI al PAN.
Los seis años de la presidencia de Vicente Fox y los tres de Felipe Calderón se resumen en la catastrófica revisión internacional que se hizo la semana pasada al desempeño de México en la economía, la corrupción, la pobreza, la delincuencia organizada y derechos humanos.
Si bien esos problemas no se originaron con la llegada del PAN, la virulencia con que se han manifestado en el país sí es responsabilidad de quienes han conducido el país en la última década y en particular del actual responsable, Felipe Calderón.
No es la primera vez que se alude a la incapacidad de Calderón para conducir el país y la pequeñez de su equipo de gobierno.
Más claro no puedo ser el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, quien sin miramientos dijo el pasado miércoles en México que el gobierno de Calderón fue el que peor enfrentó la crisis económica mundial.
No se equivoca, pues en el diagnóstico estuvo la respuesta. Cómo olvidar que para el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, no teníamos de qué preocuparnos, pues se trataba apenas de "catarrito".
Stiglitz colocó en el lado opuesto a Brasil y a la India. De forma reiterada, Brasil se ha convertido en referente del éxito no logrado por México. Aunque Calderón se mofó del apagón que hace algunas semanas sufrió ese país, lo cierto es que no sólo en economía, sino en la diplomacia, los brasileños han pasado por encima de México.
En la crisis de Honduras, el gobierno de Ignacio Lula da Silva se colocó rápidamente al frente de la defensa del presidente depuesto, Manuel Zelaya. Calderón no lo podía hacer. Tiene un problema de origen. Por más que haya recibido a Zelaya como jefe de Estado, ¿cómo le podría reclamar al golpista Roberto Micheletti su falta de legitimidad, si es de la que carece?
Descolocados y estrechos, Carstens y el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero le reclamaron a Stiglitz su falta de conocimiento de la realidad mexicana.
No pueden decir lo mismo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. El organismo de Naciones Unidas que se dedica precisamente a seguir la realidad económica de la región, dijo al siguiente día de la declaración de Stiglitz que como consecuencia de la crisis internacional, México fue donde más empeoró la pobreza en América Latina. Ahora hay 41 millones de personas en esa condición. Es decir, 4 de cada 10 mexicanos. Casi la mitad del país.
El martes, desde Berlín, se informó al mundo que México se coloca en los peores niveles de corrupción. Con una calificación de 3.3, en una escala del 1 al 10, México está por debajo de Cuba, El Salvador y Guatemala y comparte lugares con varios países africanos y asiáticos.
Horas después, la consultora internacional Pricewaterhouse informó que México es el quinto país con más fraudes, de una muestra de 54 naciones; mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) previó un incremento del desempleo para el próximo año para colocarse en 6.5 por ciento, respecto al 6.2 del tercer trimestre de este año.
La catástrofe es tan evidente para el mundo que la propia secretaría de Economía admitió el viernes que la Inversión Extranjera Directa cayó un 37 por ciento de enero a octubre de este año.
En derechos humanos la cara mexicana no es distinta. El mismo jueves se adelantó que en las próximas semanas se dará a conocer el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en contra del Estado mexicano por su falta de investigación en el caso de tres mujeres asesinadas en la zona conocida como campo algodonero, en Ciudad Juárez.
Lo mismo se espera que ocurra en el caso de Rosendo Radilla. Detenido y desparecido por el Ejército en 1974, durante la guerra sucia en Guerrero. Ambos casos son emblemáticos de las graves violaciones a los derechos humanos en el país exhibidas ante la comunidad internacional.
Los gobiernos del PAN no sólo han sido indolentes ante el tema, sino que en el caso de Calderón se han fomentado con el pretexto del combate al narcotráfico.
Los casi 15 mil muertos que ha dejado esa "guerra" propiciada por el gobierno calderonista, así como las muertes y desapariciones de periodistas, a niveles de lugares donde hay una guerra civil abierta, hacen de México uno de los países más violentos del mundo.
A mitad de su gobierno, Calderón da muestras de un desgaste y una incapacidad inauditas. Ni Miguel de la Madrid en sus peores tiempos.
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