03 mayo 2010
“A nuestros colegas, incluyendo los emboscados les falta saber en dónde se metieron; no tienen idea del conflicto que se vive en Oaxaca, una disputa que alcanza a los expresidentes”.
José Luis Camacho López.
I
No hay gobierno en México. Y como dijo hace poco más de un año Lorenzo Servitje, el patriarca del monopolio ideológico del pan de caja y chatarrita pseudo alimentaria conexa, la administración pública actual, la calderonista, ya se acabó.
El tema es atañedero a la miríada de manifestaciones de anarquía y caos y de vacío de poder formal –el constitucional— y la emergencia de muchos poderes y subpoderes fácticos locales o regionales, en un proceso de balcanización de hecho.
En ese proceso de balcanización se insertarían las actividades de los 40 y pico grupos armados paramilitares que operan en el territorio del Estado mexicano, particularmente en las entidades federadas del sur del territorio nacional.
Ello sugiere, si no es que plantea explícitamente, que no existe un poder político cabalmente funcional responsable de hecho y de derecho –éste último socavado y desplazado por lo ostensiblemente fáctico de aquél que muestre atributo cohesionador.
La emboscada a la caravana de observadores –en realidad, veedores con cierto alcance implícito de oidores-- de Alemania, Bélgica, Finlandia, Italia y México y periodistas mexicanos de la revista Contralínea confirman la existencia de la oquedad.
II
Esa oquedad parece insondable. Un sátrapa de poca monta, el gobernador del Estado de Oaxaca, Ulises Ruiz, personaje de siniestra laya y corrupta vena, empeñado en destruir un municipio autónomo propicia la emboscada a los observadores.
La autoría intelectual y material de esa emboscada es atribuida por fuentes periodísticas a cierta Unión de Bienestar Social para la Región Triqui, de corte paramilitar cuyo execrable quehacer es fomentado por el sátrapa Ruiz.
El uso de fuerza paramilitar como herramienta de represión y desestabilización de un orden sociopolítico dado en varias regiones de México --en particular el sur y el Sureste-- es una expresión de la cultura del poder político de vertiente priísta.
Son, pues, los paramilitares, brazos armados funcionales aunque informales –es decir, irregulares-- típicos de la práctica de los grupos de choque y “porros” del Partido Revoluciuonario Institucional y el “ismo” priísta.
Así, la huella dactilar de los perpetradores de esa emboscada corresponde al grupo paramilitar señalado, aunque bien pudiere haber sido el diseño y la operación de algún ente afín y similar que, como muchos más, también actúan en la impunidad.
III
Esto nos lleva al trasunto del epígrafe de la entrega de hoy, atribuida al señor Camacho López, quien es un politólogo y periodista distinguido como director del diario El Día, en sus tiempos vocero de un sentir popular de la izquierda política.
En una misiva, don José Luis señala, más allá de lo consignado en el epígrafe, que los periodistas secuestrados por los paramilitares que operan en Oaxaca bien pudieron haber sido la proverbial “carne de cañón” de un grupo de interés dado.
La entrega anterior, en la que se abordó éste tema de la emboscada, ha causado varias reacciones, además de la del señor Camacho López. Las leyentes María Reyes y Fátima Gómez Albizu señalaron ciertos aspectos del tratamiento del asunto que se comenta.
La señora Reyes, por ejemplo, contribuyó a corregir cierta imprecisión en la entrega anterior, acerca de la identidad del grupo paramiliitar al que se le atribuye la emboscada a la caravana internacional de observadores de derechos humanos.
Y a doña Fátima se le agradece también su aportación a la misma entrega: “Los paramilitares surgen cuando los gobiernos carecen de salidas políticas viables a un entorno de crisis de gobernabilidad; no sabemos quién gobierna en México”.
Ello inspira una interrogante conturbadora: ¿Quién está al mando aquí? O, formulado de otro jaez: ¿Manda el titular del Poder Ejecutivo? ¿O los miembros del Poder Legislativo? ¿El Ejército Mexicano? O, al parecer, nadie. La silla está desocupada.
ffponte@gmail.com
José Luis Camacho López.
I
No hay gobierno en México. Y como dijo hace poco más de un año Lorenzo Servitje, el patriarca del monopolio ideológico del pan de caja y chatarrita pseudo alimentaria conexa, la administración pública actual, la calderonista, ya se acabó.
El tema es atañedero a la miríada de manifestaciones de anarquía y caos y de vacío de poder formal –el constitucional— y la emergencia de muchos poderes y subpoderes fácticos locales o regionales, en un proceso de balcanización de hecho.
En ese proceso de balcanización se insertarían las actividades de los 40 y pico grupos armados paramilitares que operan en el territorio del Estado mexicano, particularmente en las entidades federadas del sur del territorio nacional.
Ello sugiere, si no es que plantea explícitamente, que no existe un poder político cabalmente funcional responsable de hecho y de derecho –éste último socavado y desplazado por lo ostensiblemente fáctico de aquél que muestre atributo cohesionador.
La emboscada a la caravana de observadores –en realidad, veedores con cierto alcance implícito de oidores-- de Alemania, Bélgica, Finlandia, Italia y México y periodistas mexicanos de la revista Contralínea confirman la existencia de la oquedad.
II
Esa oquedad parece insondable. Un sátrapa de poca monta, el gobernador del Estado de Oaxaca, Ulises Ruiz, personaje de siniestra laya y corrupta vena, empeñado en destruir un municipio autónomo propicia la emboscada a los observadores.
La autoría intelectual y material de esa emboscada es atribuida por fuentes periodísticas a cierta Unión de Bienestar Social para la Región Triqui, de corte paramilitar cuyo execrable quehacer es fomentado por el sátrapa Ruiz.
El uso de fuerza paramilitar como herramienta de represión y desestabilización de un orden sociopolítico dado en varias regiones de México --en particular el sur y el Sureste-- es una expresión de la cultura del poder político de vertiente priísta.
Son, pues, los paramilitares, brazos armados funcionales aunque informales –es decir, irregulares-- típicos de la práctica de los grupos de choque y “porros” del Partido Revoluciuonario Institucional y el “ismo” priísta.
Así, la huella dactilar de los perpetradores de esa emboscada corresponde al grupo paramilitar señalado, aunque bien pudiere haber sido el diseño y la operación de algún ente afín y similar que, como muchos más, también actúan en la impunidad.
III
Esto nos lleva al trasunto del epígrafe de la entrega de hoy, atribuida al señor Camacho López, quien es un politólogo y periodista distinguido como director del diario El Día, en sus tiempos vocero de un sentir popular de la izquierda política.
En una misiva, don José Luis señala, más allá de lo consignado en el epígrafe, que los periodistas secuestrados por los paramilitares que operan en Oaxaca bien pudieron haber sido la proverbial “carne de cañón” de un grupo de interés dado.
La entrega anterior, en la que se abordó éste tema de la emboscada, ha causado varias reacciones, además de la del señor Camacho López. Las leyentes María Reyes y Fátima Gómez Albizu señalaron ciertos aspectos del tratamiento del asunto que se comenta.
La señora Reyes, por ejemplo, contribuyó a corregir cierta imprecisión en la entrega anterior, acerca de la identidad del grupo paramiliitar al que se le atribuye la emboscada a la caravana internacional de observadores de derechos humanos.
Y a doña Fátima se le agradece también su aportación a la misma entrega: “Los paramilitares surgen cuando los gobiernos carecen de salidas políticas viables a un entorno de crisis de gobernabilidad; no sabemos quién gobierna en México”.
Ello inspira una interrogante conturbadora: ¿Quién está al mando aquí? O, formulado de otro jaez: ¿Manda el titular del Poder Ejecutivo? ¿O los miembros del Poder Legislativo? ¿El Ejército Mexicano? O, al parecer, nadie. La silla está desocupada.
ffponte@gmail.com
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