La decadencia está impactando nuestro ánimo colectivo. La depresión nos afecta a todos. Ha sido poco analizada. Las clases emergentes y los jóvenes que son la esperanza de cambio sienten que el país carece de rumbo. Viven en una sensación de futilidad, en un abatimiento del espíritu. Este fenómeno colectivo es negado por las autoridades que intentan engañarnos con un optimismo trágicamente irreal. No hay duda que la depresión ante una coyuntura tan oscura es sana. Estaríamos enfermos si ante el daño que sufrimos en nuestras vidas, en nuestra seguridad, en nuestras posibilidades de progreso, nos sintiéramos bien, optimistas y estimulados. La pesadumbre en la que nos sumergimos todos los días no es algo individual. Todos somos afectados por ella. Como se ha demostrado, la depresión es contagiosa y cuando se extiende a una comunidad, toda la atmósfera se convierte en depresogénica.
Hay razones para estar muy deprimidos. 30 años de raquítico crecimiento económico ha sido anulado por el crecimiento demográfico. Una reciente consulta (TNS Research instrumental, La Jornada 5 de abril 2010) indica que sólo 2 por ciento de los mexicanos sienten que la economía está bien, 62 por ciento de la población general y 70 por ciento de mujeres y jóvenes están abiertamente pesimistas. No hay área de la vida pública que no esté dañada y corrompida. Todos los días tenemos noticias de una violencia salvaje que en 40 meses ha llegado a 22 mil víctimas. Las desigualdades y el desempleo crecen y se están incrementando. No debe asombrarnos el que veamos nuestro destino como fallido y que el cinismo y la exasperación se extiendan en ondas. Las fantasías de colapso y de explosión social se hacen numerosas y vivas. Muchos jóvenes no tienen oportunidad de ir a las universidades ni al trabajo y se integran en las redes del narcotráfico. Millones de trabajadores están buscando su destino en Estados Unidos. Miles de jóvenes universitarios, cuya preparación ha sido muy costosa para el país, han emigrado o están haciendo planes para migrar.
Pero la depresión no sólo está justificada, sino representa una oportunidad única para redefinirnos y resolver nuestros conflictos destructivos de larga duración. Puede llevarnos a la recuperación si sabemos entender que lo que no tiene remedio es una forma de vivir basada en la injusticia social y en la manipulación.
joseaorpin@hotmail.com.
Fuente: La jornada
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