13 mayo 2010
Todo parece indicar que ahora que el Vaticano dio la venia papal, políticos, periodistas y poderosos empresarios que durante años pusieron en duda la verdad, o la callaron, se atreven a asegurar que el pederasta Marcial Maciel los engañó, que era un experto simulador. Le dieron el beneficio de la duda que les negaron a todas sus víctimas.
Después de estudiar durante años a las redes de poder que protegen la pornografía y la explotación sexual infantil, estoy segura de que Maciel no hubiese podido cometer semejantes delitos sin la silenciosa complicidad de los poderosos que tienen nombre y apellido. Las estructuras económicas que movilizó Maciel através de su imperio educativo de los Legionarios de Cristo, permitieron que desde 1997, año en que se expuso públicamente en México al sacerdote pederasta, se activaran las cadenas de favores que intentaron desacreditar a los valientes sobrevivientes del abuso. Asimismo presionaron para que periodistas como Ciro Gómez y Carmen Aristegui recibieran órdenes de callar a cambio de no perder su trabajo y credibilidad; les amenazaron si insistían en denostar a quien soñaba con ser canonizado. Vale recalcar que el Vaticano reaccionó finalmente no por sus actos pedófilos, largamente denunciados, sino hasta que se le descubrió un falso matrimonio.
Las y los exalumnos de los Legionarios que desde sus empresas boicotearon la información a pedido expreso del violador de infantes, son sus cómplices. El CISEN que tuvo en sus manos cuatro informes con fotografías y grabaciones de las perversiones de cura, es cómplice. Ni Ernesto Zedillo, ni Fox, ni Calderón tuvieron las agallas para enfrentar jurídicamente al poder de las élites religiosas que protegen la explotación sexual infantil y al igual que los ex procuradores son encubridores en diferentes grados.
Todos estos personajes públicos y privados conforman una red concreta que avala el delito y concita a la ilegalidad de las élites. El caso Maciel demuestra que son ellos, los dueños del patriarcado económico, empresarial, eclesiástico y político quienes desde la cúspide de la pirámide impiden la reconstrucción del sistema de justicia mexicano, son ellos quienes con diferentes matices fortalecen la cultura de la pederastia bajo un doble discurso.
Mientras tanto, señalar con nombre y apellido a todos los responsables del ocultamiento de los crímenes contra la infancia resulta vital, porque con ello la sociedad unida y fuerte desgasta y perturba las estructuras productoras y multiplicadoras de la violencia. Sólo así todos los niños y niñas sabrán que el abuso sexual no es normal ni natural, ni aunque detrás de él estén los Legionarios de Cristo, el góber precioso o Jorge Erderly. Va esta columna en honor de los sobrevivientes de Maciel, que se negaron al silencio y jamás se dieron por vencidos, con ello quebrantaron la estructura y reescribieron la historia.
Después de estudiar durante años a las redes de poder que protegen la pornografía y la explotación sexual infantil, estoy segura de que Maciel no hubiese podido cometer semejantes delitos sin la silenciosa complicidad de los poderosos que tienen nombre y apellido. Las estructuras económicas que movilizó Maciel através de su imperio educativo de los Legionarios de Cristo, permitieron que desde 1997, año en que se expuso públicamente en México al sacerdote pederasta, se activaran las cadenas de favores que intentaron desacreditar a los valientes sobrevivientes del abuso. Asimismo presionaron para que periodistas como Ciro Gómez y Carmen Aristegui recibieran órdenes de callar a cambio de no perder su trabajo y credibilidad; les amenazaron si insistían en denostar a quien soñaba con ser canonizado. Vale recalcar que el Vaticano reaccionó finalmente no por sus actos pedófilos, largamente denunciados, sino hasta que se le descubrió un falso matrimonio.
Las y los exalumnos de los Legionarios que desde sus empresas boicotearon la información a pedido expreso del violador de infantes, son sus cómplices. El CISEN que tuvo en sus manos cuatro informes con fotografías y grabaciones de las perversiones de cura, es cómplice. Ni Ernesto Zedillo, ni Fox, ni Calderón tuvieron las agallas para enfrentar jurídicamente al poder de las élites religiosas que protegen la explotación sexual infantil y al igual que los ex procuradores son encubridores en diferentes grados.
Todos estos personajes públicos y privados conforman una red concreta que avala el delito y concita a la ilegalidad de las élites. El caso Maciel demuestra que son ellos, los dueños del patriarcado económico, empresarial, eclesiástico y político quienes desde la cúspide de la pirámide impiden la reconstrucción del sistema de justicia mexicano, son ellos quienes con diferentes matices fortalecen la cultura de la pederastia bajo un doble discurso.
Mientras tanto, señalar con nombre y apellido a todos los responsables del ocultamiento de los crímenes contra la infancia resulta vital, porque con ello la sociedad unida y fuerte desgasta y perturba las estructuras productoras y multiplicadoras de la violencia. Sólo así todos los niños y niñas sabrán que el abuso sexual no es normal ni natural, ni aunque detrás de él estén los Legionarios de Cristo, el góber precioso o Jorge Erderly. Va esta columna en honor de los sobrevivientes de Maciel, que se negaron al silencio y jamás se dieron por vencidos, con ello quebrantaron la estructura y reescribieron la historia.
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