miércoles, junio 16, 2010

Columna Asimetrías. Pobreza: La Paradoja de Slim y Gates




16 junio 2010
“Combatir a la pobreza es ya una necesidad de la economía de México”.

Carlos Slim.

I

Por fin, Carlos Slim y Bill Gates se conocieron personalmente. Los hombres más ricos del mundo coincidieron en México, para anunciar, junto con el gobierno de España y el dudoso aval del de México, combatir la pobreza previniendo enfermedades en Mesoamérica.

Mesoamérica es esa región del continente americano que va desde el Valle de México, Hidalgo y Puebla y el sureste mexicano hasta Panamá, región azotada por la desnutrición, las patologías devenidas de éste y un desarrollo humano muy limitado y un bienestar inexistente.

No dudaríase que tanto don Carlos como don Bill recuperarán lo que aporten cada dólar de los 150 millones ofrecidos, pues la filantropía es un negocio muy redituable y, por añadidura, resulta ser buena inversión en imagen. Al final, los aportadores seremos nosotros. Los pobres.

Por ello, esos aportadores –nosotros— no tenemos ingresos en suficiencia y un gran número no tiene ninguna percepción. Ello preocupa al señor Slim y, pensaríase, también al señor Gates. ¿De dónde van a salir esos dineros para el plan mesoamericano si continuamos siendo pobres?

Si aquellos que, según Andrés Manuel López Obrador, son la mafia de oligarcas y políticos de modus vivendi que se ha adueñado de México para saqueo, cayeran en cuenta de que fomentar y promover por omisión o comisión la pobreza afecta sus negocios, cambiarían sus conductas.

Subráyese precisoriamente que los políticos de modus vivendi son aquellos que acceden al poder político del Estado en cualquiera de sus instancias y niveles de gobierno movidos por ambiciones que, siendo diversas, son ajenas a la razón de ser misma de la política: servir al pueblo.

II

Así, al poder político acceden individuos –hombres y mujeres—movidos por impulsos que nada tienen que ver con ese objetivo supremo de promover y, eventualmente, lograr el bienestar de las familias –es decir, el bienestar social— y sí con el fin de su propio beneficio personal o de grupo.

¿Y cómo materializan su propio beneficio o el de su facción o incluso estrato societal? Vendiendo las potestades de su inserción en el poder político a postores interesados que son, cierto es, los oligarcas mayores que se han adueñado de México, como consigna don AMLO.

Esos son los políticos de modus vivendi que, ya instalados y reinstalados por fiat de los manes de la cultura del saltimbanqui mercenario panista, priísta, perredista, etc., aprenden el oficio nefasto del modus operandi. Aprenden a vender sus investiduras, traicionando a sus votantes.

El político de modus vivendi y modus operandi hace posible, con su actuación mercenaria y traidora a sus representados, que las conductas de los oligarcas sean cada vez más antisociales –antipueblo— y antiMéxico. Ambos, oligarcas y políticos plutócratas, crean pobreza.

¿Y cómo la crean? Edificando el andamiaje institucional que permite a los oligarcas a conducirse sin detenerse a pensar un instante siquiera en que sus conductas aumentan la pobreza y la miseria, hasta que éstas asoman como estantiguas sus demacrados y escleróticos rostros y amenazan.

Pero los pobres son hoy mucho más que fantasmas espectrales y hálitos etéreos, como bien lo dice el señor Slim en el epígrafe de ésta entrega. No amenazan con hacer la revolución, matar ricos, sacar a patadas de Los Pinos a Felipe Calderón, saquear mansiones y comercios. No. Y no.

III

No. En un país de pobres –en México, el 70 por ciento de la población vive en gradación variopinta entre el umbral y las precarias y hacinadas habitaciones de la pobreza--, los señores Slim y Gartes no podrán continuar amasando más dinero, recogiéndolo a carretadas.

Y lo mismo podríase decir de los demás oligarcas insensibles a menos que les toquen el bolsillo. Los pobres simplemente no les robarán sus fortunas, sino que ya no podrán comprarles lo que venden y revenden, servicios o bienes de consumo, muchos de éstos y aquellos innecesarios.

Esas conductas, señálese, son rapiñadoras, independientemente que los procuradores e impartidores de justicia no hallen indicio alguno, con arreglo a las prescripciones letrísticas de los códigos de ley, de acción delictiva alguna. La letra, por lo general, anula al espíritu de los códigos.

Además de esa anulación implícita del espíritu.de la ley, esos letrados letristas –perdónesenos el pleonasmo-- no suelen desplegar esfuerzo de acuciosidad alguno por comprender el ánima y la intención del legislador. No intentan siquiera interpretar el ordenamiento, excepto…

Excepto si hay una motivación poderosa. Por las razones que fueren y que suponemos desprendidas y nobles, suelen ser generosos y comprensivos y hasta laxos al aplicar los libracos legales a los oligarcas. No olvidan que el oligarca es el dueño del sistema político y judicial.

O dueño del país. O de todo, como parece ser el caso en México, sin duda dramático y cada vez más obvio para un creciente número de mexicanos irritados, descontentos, agraviados y atrapados en las zarpas afiladas de la opresión de un statu quo francamente antisocial.

Pero esos mexicanos que, en mafia o en solitario –algunos son lobos esteparios— se han adueñado del país mediante malas artes como las del control recursivo y aleatorio, o directo incluso, del poder político del Estado, empiezan a descubrir que la pobreza les puede empobrecer.
ffponte@gmail.com

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