Desfiladero
Jaime Avilés
Daniel Hernández, de 13 años, César Alejandro Cuéllar, de 15, y Eduardo Cuéllar, de 17, agregaron sus nombres a la interminable lista de niños mexicanos asesinados por el gobierno de Felipe Calderón. Regresaban de la escuela a sus casas, en Reynosa, Tamaulipas, cuando cerca del poblado Los Cavazos fueron ametrallados por elementos del Ejército, según testigos, por no detenerse en un retén militar. Pero, ¿de veras no se detuvieron?
Porque la noche del sábado 3 de abril, Martín Almanza Rodríguez, de 30 años, quien manejaba una camioneta en la que se dirigía con su esposa, sus hijos y otra familia hacia la playa de Bagdad, en Matamoros, sí se detuvo, a la altura del kilómetro 118 de la carretera Nuevo Laredo-Reynosa, ante otro retén militar, y sin embargo los soldados comenzaron a dispararle, dando muerte a Bryan Almanza, de cinco años, y Martín Almanza Salazar, de nueve.
En aquellos momentos, en la memoria colectiva aún estaba fresco el recuerdo del asesinato, cometido también por soldados, de dos estudiantes del Tec, de una rica señora que circulaba en una camioneta negra, y de un matrimonio a la puerta de una fábrica, todo esto en Monterrey. Cuando se produjo el fusilamiento de los niños Almanza en Nuevo Laredo, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, volvió a enrollarse las mangas de la camisa retórica, como queriendo pelear a trompadas contra todos los cárteles del mundo a la vez, y corrió sobre los nuevos cadáveres la enésima cortina de humo verbal del sexenio, para tratar de ocultar lo inocultable.
Millones de mexicanos hemos recibido con indignación el anuncio de que hoy es día de luto nacional, en memoria de los 49 niños que el 5 de junio del año pasado murieron asesinados por la corrupción, la incompetencia y la impunidad gubernamental en la guardería ABC de Hermosillo. ¡Basta de patrañas!
De nada valdrán las caras largas, las corbatas negras, las banderas a media asta, los discursos hipócritas, mientras no sean detenidos, juzgados y sentenciados por sus respectivas culpas en el homicidio de los 49 niños, Juan Molinar Horcasitas, ex director del Seguro Social, quien asignó la guardería a quienes mantenían a los menores hacinados en ella en condiciones de alto riesgo; Eduardo Bours Castelo, gobernador de Sonora el día de la tragedia; Daniel Karam, director del Seguro Social el día de la tragedia, y la decoradora de interiores y amiga íntima de Margarita Zavala de Calderón, Carla Rochín Nieto, coordinadora de guarderías del Seguro Social el día de la tragedia.
Junto con ellos deben ser detenidos, juzgados y sentenciados, por las mismas causas, Sergio Salazar Salazar, Arturo Leyva Lizárraga y Noemí López Sánchez, quienes eran, respectivamente, director nacional de prestaciones económicas del IMSS, delegado estatal del IMSS en Sonora y jefa del departamento delegacional de guarderías del IMSS el día de la tragedia.
Asimismo deben ser detenidos, juzgados y sentenciados Wilebaldo Alatriste Candiani, Ernesto Vargas Gaytán, Fausto Salazar Gómez y Jorge Melchor Islas, quienes eran, en ese orden, titular de Protección Civil, secretario de Hacienda, director general de recaudación de Hacienda y subdirector de control vehicular de Hacienda, por parte del gobierno de Sonora, el día de la tragedia. A la cárcel y a los tribunales deben acompañarlos Ernesto Gándara Camou, quien era presidente municipal de Hermosillo, y Jesús Davis Osuna y Roberto Copado Gutiérrez, quienes eran responsables del área de inspección y vigilancia municipal el día de la tragedia.
Y desde luego, tienen que enfrentar sus responsabilidades penales los dueños de la guardería, empezando por Marcia Altagracia Gómez del Campo, prima de Margarita Zavala de Calderón, y sus socios. Mientras ninguno de los integrantes de este grupo de infanticidas sea molestado con el pétalo de una orden de aprehensión el país seguirá sumido en la furia y la repugnancia contra quienes dicen y creen que nos gobiernan.
Si hemos de ser congruentes, que también sea de luto nacional la fecha en que por última ocasión fue vista con vida Paulette Gebara Farah, toda vez que luego del hallazgo de su cuerpo en un lujoso condominio del estado de México, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) tomó muestras de su cerebro, sus pulmones, sus riñones, su humor vítreo y su sangre, y tras analizarlas en su laboratorio de la ciudad de Quantico, Virginia, el pasado 12 de mayo a las 15:07 horas, emitió el reporte número 100422023, del caso 163G-MX-14103, y concluyó que la niña había sido víctima de un homicidio, según consta en las redes sociales de Internet.
Por tanto, al avalar con su silencio la versión oficial del ex procurador mexiquense, Alberto Bazbaz, y de su equipo de fabricantes de mentiras, en el sentido de que la muerte de Paulette fue accidental, Enrique Peña Nieto se hizo cómplice, por encubrimiento, de los autores de ese homicidio. En realidad, en México deberían ser de luto nacional todos los días del año, pues a diario pierden la vida inocentes de todas las edades por culpa de una pandilla de fascistas voraces, ineptos e irresponsables, que día tras día edifica una dictadura sanguinaria delante de nosotros y sin la menor discreción.
¿O si no qué significa eso de que, muy pronto, todos los estados de la República y el Distrito Federal estarán a las órdenes de una superpolicía única, dirigida por Genaro García Luna? ¿Y después qué vendrá? ¿La declaratoria del estado de excepción y la suspensión de garantías individuales? ¿Y luego? ¿El aplazamiento indefinido de las elecciones de 2012 y la proclamación de Felipe, el terror de los niños, como caudillo de México por la gracia de Dios, de Obama, de Zapatero, de British Petroleum y de Repsol?
¿Será ese, el de Calderón y García Luna, el grupo de poder al que aludió Fauzi Hamdan ante el micrófono de Carmen Aristegui, al hablar del secuestro de Fernández de Cevallos? Todo puede pasar ya en las ruinas del patio trasero de un imperio gobernado por un canalla como Obama, que optó por agacharse a lamer los zapatos del ejército de Israel y justificar por medio de su vicepresidente el bombardeo con fósforo blanco, la lluvia de balas, las detenciones, las golpizas, el robo de dinero y celulares y demás vejaciones cometidas por Tel Aviv contra una flotilla de ayuda humanitaria a Palestina, en la que viajaba, entre otros, el genial novelista sueco Henning Mankell.
Pero canallas hay en todas partes –¿a poco?, dirán ustedes–, y el gobernante de Francia, Nicolás Sarkozy, olvidó a la secuestradora Florence Cassez en cuanto su homólogo mexicano le compró millones de dosis de una vacuna contra la polio, llamada Opvero, que fabrican los laboratorios galos Sanofi Pasteur, y que terminó de aplicarse ayer en todo el país, en el marco de la Semana Nacional de Salud. El medicamento fue distribuido dentro de un envase con instrucciones, ojo, en inglés, francés y griego, pero no en español, denuncian médicos amigos de esta columna. La innecesaria adquisición de este producto en el extranjero, añaden, perjudicó a los trabajadores del laboratorio mexicano Birmex, que por tal motivo dejaron de producir la vacuna antipolio Sabin.
El negociazo, sin embargo, sirvió para algo que nos debe llenar de orgullo patrio a todos. El pasado 9 de febrero, en París, Sarkozy condecoró como caballero de la Legión de Honor al secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, en reconocimiento a su labor de más de 30 años en favor de las buenas relaciones de México y Francia. ¡Por favor, basta de patrañas! ¡Justicia a Paulette, a los bebés de Sonora y a todos los niños asesinados por Calderodes!
jamastu@gmail.com
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