Por Javier Solórzano
02 julio 2010
Felipe Calderón tiene razón cuando dice que él se va a ir pero la violencia se va a quedar. Lo que le faltó reconocer es su cuota de responsabilidad en esto. El Presidente está en campaña. Nada es gratuito. Quitar la tenencia, invitar al diálogo después de la ejecución de Torre Cantú, y ofrecer opciones para el pago de impuestos, no puede ser visto de otra forma que intentar subirse al carrito del “superdomingo”.
En medio de un proceso electoral cargado de reclamos, el asesinato de Torre provocó que al menos por un rato la case política pusiera su mejor gesto y hasta pareciera sensata. Las buenas intenciones duraron poco. Son tantos los agravios que presumen que no se ve cómo pudiera darse el diálogo. No hay forma porque nadie quiere ceder. Las elecciones han sido un factor más para la agudización de diferencias, agravios y problemas. Nada que hacer hasta que pasen, y como quién sabe qué vaya a pasar, más vale que no juguemos a las esperanzas. En vez de llegar a acuerdos para dar fuerza, respeto y tranquilidad a las elecciones, como un primer paso en función de la voluntad que presumen, optan por esperar a que pase la obsesiva fecha. Firman acuerdos de seguridad para curarse en salud, más que para trabajar en la transparencia del proceso.
El domingo en vez de que los agravios disminuyan, se incrementarán. El lunes será día de reclamos, al menos en 4 o 5 estados, y entre las previsibles nuevas diferencias e insultos nadie se va a acordar del diálogo. Las elecciones del domingo se han convertido en una extensión de los conflictos. Las elecciones son un conflicto con todo y que PRD y PAN son los “nuevos amigos” del vecindario. Sorprende que a estas alturas del sexenio se empiecen a dar cuenta de la necesidad del diálogo. A la vista no hay condiciones para ello, independientemente de la urgencia de nuevas formas de comunicación y acción política. La inminencia de mayores riesgos nos puede llevar a lo inédito y el caos. Todo es posible en el país en el que no pasa nada hasta que pasa. El diálogo urgía desde que Calderón tomó posesión con la “ayudadota” del PRI.
La responsabilidad de la muerte de Rodolfo Torre no recae sólo en los que lo asesinaron. También en la insistencia de seguir bajo un modelo obsesivo de atacar al narco, junto con una clase política que vive enfrentada y que ha hecho de las elecciones del domingo su nueva gran apuesta. Estamos ante un Presidente en campaña; ante un líder partidista que prende fuego sin importar las leyes; ante un partido con todas las de ganar que anda al mismo tiempo recordando lo que hizo el 1 de diciembre del 2006 y sacando todas sus mañas; y un partido que está a nada de pasar de largo el domingo de no ser por alianzas con sus “nuevos amigos”, los mismos que les quitaron la Presidencia.
¡OOOUUUUCHCHCHCH! No se debe criminalizar la protesta social, dijo la Corte; lo entendimos todos menos la SSP.
En medio de un proceso electoral cargado de reclamos, el asesinato de Torre provocó que al menos por un rato la case política pusiera su mejor gesto y hasta pareciera sensata. Las buenas intenciones duraron poco. Son tantos los agravios que presumen que no se ve cómo pudiera darse el diálogo. No hay forma porque nadie quiere ceder. Las elecciones han sido un factor más para la agudización de diferencias, agravios y problemas. Nada que hacer hasta que pasen, y como quién sabe qué vaya a pasar, más vale que no juguemos a las esperanzas. En vez de llegar a acuerdos para dar fuerza, respeto y tranquilidad a las elecciones, como un primer paso en función de la voluntad que presumen, optan por esperar a que pase la obsesiva fecha. Firman acuerdos de seguridad para curarse en salud, más que para trabajar en la transparencia del proceso.
El domingo en vez de que los agravios disminuyan, se incrementarán. El lunes será día de reclamos, al menos en 4 o 5 estados, y entre las previsibles nuevas diferencias e insultos nadie se va a acordar del diálogo. Las elecciones del domingo se han convertido en una extensión de los conflictos. Las elecciones son un conflicto con todo y que PRD y PAN son los “nuevos amigos” del vecindario. Sorprende que a estas alturas del sexenio se empiecen a dar cuenta de la necesidad del diálogo. A la vista no hay condiciones para ello, independientemente de la urgencia de nuevas formas de comunicación y acción política. La inminencia de mayores riesgos nos puede llevar a lo inédito y el caos. Todo es posible en el país en el que no pasa nada hasta que pasa. El diálogo urgía desde que Calderón tomó posesión con la “ayudadota” del PRI.
La responsabilidad de la muerte de Rodolfo Torre no recae sólo en los que lo asesinaron. También en la insistencia de seguir bajo un modelo obsesivo de atacar al narco, junto con una clase política que vive enfrentada y que ha hecho de las elecciones del domingo su nueva gran apuesta. Estamos ante un Presidente en campaña; ante un líder partidista que prende fuego sin importar las leyes; ante un partido con todas las de ganar que anda al mismo tiempo recordando lo que hizo el 1 de diciembre del 2006 y sacando todas sus mañas; y un partido que está a nada de pasar de largo el domingo de no ser por alianzas con sus “nuevos amigos”, los mismos que les quitaron la Presidencia.
¡OOOUUUUCHCHCHCH! No se debe criminalizar la protesta social, dijo la Corte; lo entendimos todos menos la SSP.
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