Mariela Castro Espín habla de la dirigencia y el futuro de su país. Para ella, la afirmación de que en Cuba los dirigentes son viejos es un cliché que provoca la división generacional. Esta mujer –sencilla de palabra y formas, aunque su vida ha transcurrido entre los grandes actores políticos y sociales de América Latina– replica: “¡Como si no fueran revolucionarios por ser viejos! ¡Nos han demostrado que son muy revolucionarios, muy persistentes, muy audaces y con capacidad para tirar hacia adelante con la Revolución!”
Agrega: “Creo que hemos tenido mucha suerte de que Fidel todavía se dedique a la reflexión, al análisis político. ¿Quién mejor que él para escribir la historia de esta Revolución? Porque hay cosas que sólo él las vivió y tiene una tremenda memoria. Es una suerte que nos haga ese legado en vida. Y que esté ahí para que se le consulte una serie de cosas, porque sigue siendo nuestro máximo líder.
“Por otro lado, se ve el esfuerzo de la generación de mi padre para solucionar algunos problemas actuales. Tenemos que tratar de crear las mejores condiciones posibles antes de hacer entrega de la responsabilidad a las generaciones que le siguen; eso lo están haciendo con mucho cuidado y responsabilidad para preservar lo más valioso. Que se modifique lo que no funciona y sacar lo más atravesado que no permite avanzar, y en eso mi padre está trabajando con mucha atención.
“Ha creado muchas comisiones de trabajo que revisan los planteamientos que ha hecho la población en los debates nacionales. Profesionistas de distintas áreas les dan respuesta, algunas no son inmediatas y nos desesperamos, pero no se puede desestructurar un país y estructurarlo de la noche a la mañana. La población observa y opina que se va avanzando, pero todavía tenemos muchas cosas que criticarnos que nos molestan y dan rabia, pero opinamos y proponemos.
“Mi papá no es de esas personas a las que le gusten anunciar los cambios, le gusta hacerlos, y cuando se solidifican, entonces dice: ‘¡Ah bueno!, ahora vamos a comentarlos’. La gente está opinando y sintiendo que las cosas se mueven, despacito pero se mueven. Detrás está la esperanza de lograr una estrategia económica más sólida y de que en ese proceso no se pierda el proceso social de la Revolución. En eso están puestas todas las energías.”
Mariela es hija de Vilma Espín, la química y pianista que luchó en la Sierra Maestra como integrante del Movimiento 26 de Julio, que creó la Federación de Mujeres Cubanas y fue la única esposa de Raúl Castro. Su legado ideológico es notable en la personalidad de la entrevistada: piensa y habla rápido. Esta mujer también se nutrió de los debates y reflexiones de los hombres y mujeres que en la década de 1960 meditaban sobre América Latina y el mundo, y que veían a Cuba como su refugio y esperanza. Esa doctora y pedagoga responde así a la pregunta ¿qué le falta a México?:
“Les falta hacer una revolución. Si no empiezan por ahí, van a perder la otra mitad del territorio que les quedó después de que la primera mitad se las quitaron descaradamente. Ya ustedes han visto quiénes se han apropiado de México: la mafia, el crimen organizado, y los que forman parte de eso están como los tres monos sabios: se tapan los ojos, la boca y los oídos.
“Parece que la política mexicana tiende a eso, pero no me quiero meter en los asuntos internos de México”, explica con una sonrisa jovial.
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