MÉXICO, D.F., 19 de agosto (apro).- Si fuera poeta iría de la mano con Fernando Pessoa doliéndome y vomitando en la aterradora vida. Acudiría a refugiarme en diálogo con los ojos de Rosario Castellanos por el mar de inmundicia en que se discrimina a los indios, buscaría incesantemente a una nodriza, como la de ella, para refrescarme.
Pero no soy poeta. Sin embargo estoy aturdida y me duele la piel. Me rebelo contra la humanidad que llevo a cuestas a pesar de todo y como Jaime Sabines siento que el diablo está en mi cabecera y se acomoda por las noches a los pies de mi cama.
Leí y releí azorada. Dice Marta Lamas que el cuerpo no garantiza. Se es en cuerpo de mujer o en cuerpo de hombre, de cierta manera, deshuesando a las personas u ofreciendo ternura.
Así, ellas o ellos transcurren en el laberinto de la nada a la que acudió desesperado Pessoa, en noches larguísimas, como adivinando que sólo nos resta la tristeza y, sin embargo, nos puede salvar y salvarse al mundo con el canto a la vida como nos propone Pablo Neruda.
Cómo se puede ser testigo de la vida cotidiana y entrar en el bosque para conocerlo y hasta entonces escribir sobre el bosque como decía Federico García Lorca. A mi me aturde el bosque, donde entramos todos los oficiantes del periodismo. La realidad es más cruel que el sentimiento de un amante abandonado o la pérdida infinita del ser más querido que se haya tenido en la vida.
No hay nada que apacigüe las tremendas profundidades del pozo de la crueldad, que conocimos durante décadas, como el Holocausto nazi: No hay forma de no sentir que se cae en el precipicio.
Mientras van y vienen las declaraciones, las reuniones de palacio que organiza el señor Felipe Calderón, van y vienen los recuentos de atrocidades como las del fin de semana pasado en Acapulco o Monterrey; van y vienen los nombres de los capos y se hacen llamados que nos mandan a una tapia o que nos limitan, como le pasa a los Amorosos de Sabines: solos, siempre solos, intentando tatuar el humo o el agua para salvar al amor y no se salva.
De ida y vuelta se hacen balances estadísticos de la intemperie en que están la adolescencia y la juventud mexicana; se llevan los restos de los héroes a un museo o se dan golpes de pecho porque la juventud está perdida y las mujeres más, vulgares y efímeras noticias: lo cierto es que sucede en pleno siglo XXI, sucede, sucede la tortura.
Fue la nota principal del domingo en La Jornada. ¿Es posible? me pregunté una y otra vez. Mientras caía ante mis ojos el relato, uno multiplicado a mil voces. María del Socorro Gaspar Rivera, directora del Penal de El Llano en Aguascalientes, se disfraza de noche, con un traje negro de cuero, pasamontañas y tal vez un fuete para recorrer los pasillos del penal, sólo de varones y escoger al azar a un preso, para luego llevárselo, para torturarlo.
Al hombre se le golpea, se le patea, se le coloca una bolsa de plástico en la cabeza para hacer el simulacro de asfixiarlo. Luego viene la amenaza de muerte y seguro gritos secos, se le tira de nuevo a una celda de aislamiento. La acción se repite, dos o tres veces por semana, dice la nota.
Esta mujer, que no sé cuántos años tiene ni como es su rostro ni cuál su hoja curricular. ¿Es una víctima? de la espiral de violencia en que vivimos a diario o es simplemente una mala persona, legitimada en una guerra civil inexplicable, la misma en la que hoy nos quiere involucrar a todos y todas el señor Calderón.
Pensé que estaba en otro planeta. Una mujer, funcionaria, elegida para dirigir una cárcel de alta seguridad efectivamente se trasmuta; pienso en la personificación de Cruela De Vil, el personaje estereotipado de la maldad que me asustó en la infancia, personaje popular contra el que me revelé cuando me hice feminista y me expliqué simplemente: “es el patriarcado el que inventó la maldad en femenino para oprimirnos”.
Pero esta es real, tanto como la denuncia que llegó a la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), documentada con la firmada de 59 internos de El Llano, donde se asegura que esa larga y dura noche es cierta, tanto como los fantasmas que atosigaron a nuestros poetas, que puede angustiar nuestra humanidad hasta el tuétano de los huesos. Que hay un personaje que fríamente tortura, veja, desnuda, humilla, ofende, injuria, apalea, magulla, abofetea al escogido, con ese pretexto, fácil, de hacerlo hablar ¿quién vende la droga en el penal?
Pero la pesadilla se encarna. De la misma manera que se tortura a una mujer durante una violación individual o tumultuaria, en un escenario de tortura que se creía de los tiempos de la inquisición o el fascismo. En un terreno oculto como sucede el apresamiento de las mujeres de Guanajuato acusadas de aborto, con otro nombre, de esos engañosos que existen en nuestros códigos penales. Es lo mismo, me estremezco.
Además se informa que en El Llano, desde que María del Socorro Gaspar llegó a la dirección, en marzo pasado, se han disminuido todos esos derechos, esos humanos, elementales, mínimos, a que debe tener acceso el peor de los criminales.
Valientes, Tiberio Bravo, quién recibió puñetazos en las costillas, descargas eléctricas sn sus genitales, que no teme mostrar las cicatrices, y Jhon Mario Villareal Santillana, con la misma historia, ambos colombianos, revelan lo que ahí está pasando.
La denuncia se hizo a la CNDPDH, cuya copia ya estudia la Organización Mundial contra la Tortura (OMCT), ya tiene conocimiento Arturo Chávez Chávez, el Procurador General de la República; el gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat y otros funcionarios. Y tienen conocimiento de los hechos desde el 14 de julio, es decir desde hace más de un mes.
La OMTC sabe de ello desde marzo pasado, digo, de los malos tratos, de la tortura, de que se cancelaron las llamadas telefónicas para los presos, de que se limitó la visita familiar, de que se modificaron los horarios de la visita conyugal y se redujo su duración.
Que ahí también se redujo la cantidad y calidad de los alimentos y cómo para hostigar a la poesía y a la vida, de fondo y con tortura, a esta nueva Cruela de Vil se le ocurrió mandar a destruir todas las áreas verdes del penal, con el objeto, dicen quienes denuncian que la idea es que “que se jodan y vean gris”. Es posible que mande techar el penal, para evitar que también se vea el amanecer, la luz, el ocaso y la vida.
¿De qué está hecha la funcionaria que se llama paradójicamente Socorro? ¿Quién es? ¿Qué le pasa? ¿De dónde llegó a esa situación? ¿Cómo fue? Es probable que como ya escribí hace días se trate de un daño colateral de la irracionalidad que se desató en Los Pinos; de los pendientes agudos en el Sistema Educativo Nacional; de la pobreza económica y espiritual en la que nos debatimos, de ese tocar fondo en una sociedad desigual, donde el poder se yergue sin freno y ya no tendremos salida. Donde es imposible salvar el amor y la poesía.
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