Para empezar, un enigma sangriento
Con sólo nueve días en el gobierno del estado, Aristóteles Sandoval sintió la presión de la delincuencia organizada con el asesinato, de día y en la vía pública, de su secretario de Turismo, Jesús Gallegos Álvarez. Armado el rompecabezas de testimonios, se ve a un oscuro personaje que movía dinero a raudales, que hizo aportaciones a la campaña de Sandoval y cada tanto quedaba mal con sus socios. Falta comprobar si el nuevo gobierno del viejo PRI apuesta por una investigación creíble o le gana la genética y opta por enterrar el problema.
Con apenas nueve días en el poder, ya enfrentaba sospechas de que un miembro de su gabinete estaba involucrado en lavado de dinero, turbios negocios inmobiliarios y casinos.
El secretario general de Gobierno, Arturo Zamora Jiménez, se apresuró a afirmar que los motivos del crimen “probablemente estarían ligados a sus actividades empresariales” anteriores al cargo. Esta afirmación le acarreó al exsenador fuertes críticas, sobre todo en las llamadas redes sociales.
El excandidato a la gubernatura por el partido Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro Ramírez, señala que el asesinato de Gallegos hace obligatoria una explicación clara por parte de Sandoval Díaz, quien por cierto no apareció en actos públicos hasta el miércoles 13.
Y el penalista Fernando Espinoza de los Monteros, investigador de la Universidad de Guadalajara, dice en entrevista que con este crimen se abren interrogantes sobre la posible conexión del funcionario con el lavado de dinero.
Señala que Zamora Jiménez intentó desmarcar al gobierno del estado de cualquier revelación comprometedora de Gallegos, pero “la carga del hecho a sus actividades empresariales significa mucho; quiere decir que este hombre tenía compromisos a lo mejor no confesables y eso lo lleva a la ejecución”.
Añade: “Hace seis años lo habían baleado y eso motivó que se fuera a vivir a Houston. El antecedente nos habla de un compromiso con el crimen, esa es la verdad, con el crimen organizado… y creo que lo más cercano es el lavado de dinero”.
Comenta que con problemas como éste a dos semanas de tomar posesión, Aristóteles Sandoval tendrá que ofrecer una investigación creíble y presentarla lo más rápido posible, pues de otro modo perderá la confianza de la ciudadanía: se percibirá que si se puede tocar a las personas de alto nivel, se puede tocar a quien sea.
Por el bien de los jaliscienses, enfatiza Espinoza de los Monteros, conviene pensar que la posibilidad de riesgo de cualquier otro atentado está superada: “Sería gravísimo que ocurriera otro hecho igual, porque entonces dónde nos vamos a esconder, no podemos hacer una Guadalajara fuera de esta ciudad. Creo que sería un problema político social de orden nacional”.
Por la ejecución de Gallegos, el diputado local panista Alberto Esquer propuso que los funcionarios de primer nivel se sometan a pruebas de control de confianza.
Hasta el cierre de esta edición el fiscal central del estado, Rafael Castellanos, no ha podido determinar ni el móvil ni la autoría del asesinato.
La persecución
El cuerpo del fugaz secretario de Turismo quedó tendido a un lado de su camioneta, entre la avenida Acueducto y Josemaría Escrivá, en Colinas de San Javier (lujosa colonia ubicada en los límites de Guadalajara y Zapopan), a menos de 300 metros de la que fue residencia de Ignacio Coronel.
Gallegos Álvarez regresaba de una reunión de trabajo del gabinete en Casa Jalisco, la residencia oficial del gobernador. Se supone que desde ahí lo siguieron sus asesinos, aunque lo atacaron a pocas cuadras de llegar a su domicilio, en un edificio de su propiedad con departamentos de lujo en Puerta de Hierro, donde también tenía una agencia de autos Ferrari.
Tanto esta colonia como Colinas de San Javier están muy vigiladas con cámaras en la vía pública. Pero los agresores seguramente conocían bien el lugar porque ultimaron a Gallegos en un punto aparentemente ciego, ya que no se cuenta con videos del momento de la ejecución y sí de la persecución anterior, sólo decenas de metros atrás.
Según testigos, el crimen fue perpetrado por varios pistoleros que iban a bordo de una camioneta Blazer azul y un auto Volvo. Algunos vieron que sobre Acueducto y Loma Ancha, cerca del Centro Cultural Colinas, dichos vehículos perseguían a la camioneta Toyota Highlander con placas JHZ-1600, propiedad del gobierno de Jalisco, que utilizaba el funcionario. No es blindada.
El fiscal central, Rafael Castellanos, dijo que en el lugar del homicidio por lo común se encuentran en operación seis cámaras de vigilancia, pero ninguna enfocó las placas de las unidades de los atacantes.
Cerca del Paseo de la Noria, los asesinos empezaron a disparar. Los tres primeros balazos perforaron el cristal posterior de la Toyota, en cuyo asiento trasero viajaba al parecer Gallegos. En las inmediaciones del cruce de Acueducto y Josemaría Escrivá, la Toyota se impactó contra un Jeep verde que avanzaba entre Colinas de San Javier y Plaza Pabellón. Como la camioneta se quedó varada, el chofer corrió y alcanzó a refugiarse en un edificio aún en construcción.
De acuerdo con un testimonio, un sicario se bajó de la Blazer y le disparó a Gallegos. Después volvió a su vehículo, se abrochó el cinturón de seguridad y huyó sin prisa con rumbo a la avenida Patria.
Empleados de varios negocios y trabajadores de la construcción presenciaron la persecución desde las azoteas. La Fiscalía Central consiguió declaraciones de 40 testigos. Minutos después, la policía de Zapopan detuvo a cuatro personas que viajaban en una Blazer similar a la descrita en los testimonios, pero 24 horas después quedaron en libertad al comprobarse que eran inocentes.
Fantasma empresarial
Hasta ahora se desconoce el origen de la fortuna de Gallegos Álvarez, que a través del consorcio Jegal Project & Construction Management era dueño de grandes hoteles y condominios lujosos en Guadalajara, Puerto Vallara, Nuevo Vallarta, Nayarit, Cancún, Quintana Roo, y, presuntamente, en Texas, Estados Unidos.
La riqueza del ingeniero civil, de 47 años y egresado del ITESO, resulta aún más oscura porque de ser un supervisor de obras en la década de los ochenta y principios de los noventa, en el gobierno de Guillermo Cosío Vidaurri (1989-1992), pasó a ser empleado de la empresa hotelera Mayan Resorts, antes Vidafel, de la cual llegó a ser directivo hasta hace siete años, y no accionista, como aclaró el consorcio al darse a conocer el asesinato.
Mayan Resorts envió un comunicado a los medios de información: “El Consejo de Administración de Mayan Resort y Grupo Vidanta desean por este conducto manifestar que el señor Jesús Gallegos Álvarez dejó de prestar sus servicios laborales en marzo de 2006 (…) a partir de esa fecha no ha habido relación alguna con el señor Gallegos”.
No obstante, los pocos empresarios que admiten haberlo conocido aseguran que la buena suerte de Gallegos se inició cuando se asoció con Daniel Chávez Morán, principal accionista de Mayan Resorts, “aunque después se distanciaron” y cada uno por su lado partió hacia Houston, Texas.
A decir de uno de esos entrevistados, desde entonces el ingeniero Gallegos despegó fuerte, “con desarrollos muy importantes pero también muy sospechosos”.
En Jalisco era poco conocido hasta su designación como secretario de Turismo. Las esquelas del sector privado fueron escasas; se publicaron un poco más del gobierno estatal y de municipios metropolitanos.
Al día siguiente del crimen, el domingo 10, Gallegos fue despedido con una misa de cuerpo presente en el templo de San Juan Macías, cerca de su domicilio y de donde fue ejecutado. Acudieron pocos funcionarios de primer nivel. Entre las ausencias más notables estuvo la del gobernador, que permaneció un rato en el velorio, en casa de quien fue su colaborador. A la misa tampoco fueron Arturo Zamora, Ricardo Villanueva, Mauricio Gudiño ni Alberto Lamas, del círculo cercano al gobernador.
A quienes sí se les vio en la iglesia fueron los secretarios de Educación, Francisco Ayón; de Salud, Jaime Agustín González; del Trabajo, Eduardo Almaguer, y los alcaldes de la zona metropolitana Ramiro Hernández, Jorge Arana y Alfredo Barba, de Guadalajara, Tonalá y Tlaquepaque, respectivamente.
También asistieron el senador Jesús Casillas y el diputado local Miguel Castro, el rector electo de la UdeG, Tonatiuh Bravo, y los dirigentes Francisco Beckman, de la Canaco, y Óscar Benavides, de la Coparmex.
Cuando Gallegos fue designado secretario, Beckman declaró al diario Mural que no conocía sus antecedentes pero le daba su voto de confianza. En el mismo sentido se pronunció el presidente del Consejo Regulador del Tequila, Miguel Ángel Domínguez Morales.
Cuatro días después del asesinato de su colaborador, Aristóteles Sandoval dijo a los reporteros en un acto empresarial que Gallegos fue incluido en su gabinete en el marco de la propuesta de abrir su administración a la sociedad y después de analizar su perfil:
“A muchos los conocí recientemente, pero con amplias credenciales de experiencia en el ramo, conocimiento, título profesional y que nadie presentara antecedentes penales. No se tenía conocimiento de ningún ilícito.”
Un empresario que pidió no publicar su nombre dijo a este semanario que un ambicioso proyecto denominado La Tranquila pudo hundir al ingeniero, por lo que tuvo que irse a residir a Houston, concretamente al fraccionamiento denominado Woodlands. Sólo ocasionalmente venía Gallegos a Guadalajara.
Vivía una especie de exilio empresarial y la mayor parte del tiempo residía en Texas, mientras que su familia radicaba en Canadá, coincide el industrial Manuel Villagómez Rodríguez. “La invitación para sumarse a la administración estatal la recibió directamente del señor gobernador, Jorge Aristóteles Sandoval”, precisó.
Otras personas consultadas indicaron que días antes de su nombramiento Gallegos incrementó sus visitas a la capital jalisciense. Venía en un avión privado Cessna 414 de dos motores, matrícula N325KC, valuado en 649 mil dólares (más de 8 millones de pesos).
Su meteórica incursión en la política la debió en gran parte a los recursos que aportó para la campaña de Aristóteles Sandoval, aunque oficialmente ningún integrante de su equipo lo admite.
Y aunque representantes de cúpulas empresariales y miembros del gabinete dicen que lo conocían muy poco, lo cierto es que en 2009 Jesús Gallegos y otras personas intentaron comprar el equipo de futbol Atlas. “Para convertirlo en otro Barcelona”, alardeó. La compraventa, estimada en 20 millones de dólares, no se realizó por diferencias entre los inversionistas, entre quienes estaban el futbolista Rafael Márquez, el cantante Alejandro Fernández, El Potrillo, y Guillermo Romo Jr., hijo del industrial tequilero Guillermo Romo de la Peña.
Empresarios consultados por este medio indican que, al llegar al gobierno, Gallegos traía compromisos amarrados y deudas con personas que hasta la fecha no han sido identificadas. Villagómez Rodríguez indica que en la pasada campaña Gallegos invirtió mucho dinero, aunque desconoce la forma en que lo entregó. “Queda por descubrirse si en realidad con su aporte compró la Secretaría de Turismo”, dice.
Gallegos era yerno de Agustín Espinoza, un reconocido constructor local a quien se le atribuye el crecimiento vertical en la parte norponiente de la mancha urbana. Sin embargo, tuvieron diferencias y se distanciaron.
A Villagómez le parece grave que los dirigentes de la Canaco y de la Coparmex en Guadalajara digan que casi no conocieron al funcionario asesinado: “En el primer caso, el organismo se llama Cámara Nacional de Comercio y Turismo; cómo pueden decir que no conocen o que conocía muy poco a la persona que llega para hacerse cargo del sector. También Coparmex brinca y dice que tampoco le conoce, cuando se supone que Gallegos estaba ligado a la Coparmex”.
Añade que no sabe si los empresarios y el gobierno del estado acordaron deslindarse así del crimen. Para él, Arturo Zamora mostró su habilidad política al apresurarse a declarar que el crimen no tenía nada que ver con su trabajo como funcionario, para desmarcarse de inmediato.
Otro asunto del que poco se sabe es que en la administración de Emilio González, cuando Óscar García Manzano dirigía el Instituto de Pensiones del Estado, Gallegos recibió autorización para usar un extenso predio en la zona de alta plusvalía cercano al fraccionamiento Valle Real y el Trompo Mágico, en donde pretendía construir departamentos de lujo.
Y en la avenida Francisco Medina Ascencio, de Puerto Vallarta, frente a la Marina, Gallegos construyó el edificio Deck-12, en cuya planta baja se instaló el casino Vallarta, propiedad del camionero regiomontano Arturo Rojas Cardona.
Por cierto, ese casino fue clausurado por Protección Civil el 15 de noviembre pasado. No obstante, el director de la Policía Municipal, Silvestre Chávez, envió de inmediato a sus uniformados a quitar los sellos. De paso, empleados de la empresa retuvieron ilegalmente durante una hora a la reportera Doraliz Terrón, de Milenio Pacífico, por cumplir con su trabajo de informar. (Con información de Miguel Ángel Infante)
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