Ante las atrocidades perpetradas por elementos policiacos en San
Salvador Atenco no puede haber ninguna solución amistosa y sí, en
cambio, es necesario buscar que se haga justicia, aunque sea ante
organismos internacionales. El gobierno de México sufrió un nuevo revés
en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos luego de que
funcionarios de la Secretaría de Gobernación, encabezados por Lía Limón
y Manuel Gómez Robledo, fracasaron en su intento de desactivar la
denuncia que 11 mujeres presentaron ante ese organismo de justicia
internacional en contra del Estado mexicano por las vejaciones que
sufrieron a manos de la policía en mayo de 2006.
Durante la audiencia pública realizada en Washington,
sede del organismo de la OEA, la representación del Estado mexicano
encabezada por la expanista Lía Limón García, subsecretaria de Asuntos
Jurídicos y Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, se topó
con la negativa de 11 mujeres agredidas sexualmente durante el operativo
de mayo de 2006 para negociar una “solución amistosa”, a fin de evitar
una eventual sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CoIDH).
Ante los comisionados Tracy Robinson, Rosa María Ortiz y
Rodrigo Escobar, éste relator de la CIDH para México, los representantes
del Estado mexicano, los abogados de las víctimas –del Centro de
Derechos Humanos Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) y del Centro para la
Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL)– y decenas de personas que
acudieron a la audiencia, en representación de 11 de las decenas de
mujeres ultrajadas el 4 de mayo, Bárbara Italia Méndez Moreno leyó en
una carta:
“No vemos posibilidades y no es nuestro deseo explorar
una solución amistosa, pues el Estado ha demostrado en estos más de seis
años no sólo su incapacidad para responder a nuestras demandas de
verdad y justicia –máxime porque sus únicas acciones han estado
relacionadas con la denuncia que hemos levantado a nivel interamericano e
internacional–, sino también sigue difundiendo información falsa sobre
lo ocurrido en Atenco y sobre la búsqueda de la justicia.”
En esa
misiva dirigida al secretario ejecutivo de la CIDH, el mexicano Emilio
Álvarez Icaza, las 11 mujeres que sostienen el caso identificado con el
número 12.486 pidieron el informe de fondo, preludio para iniciar un
litigio en el tribunal interamericano.
Momentos antes, Limón
expresó “la voluntad del gobierno mexicano de resolver este asunto con
una solución amistosa conforme lo establece la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y el reglamento de la CIDH”. También aseguró que
la administración de Peña Nieto contaba con “un marco jurídico adecuado,
en particular con la Ley General de Víctimas, que establece los
parámetros para trabajar de manera conjunta en la construcción de esta
vía”.
En su discurso, Limón se refirió a la conclusión de
mayor controversia de la resolución de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación (SCJN) sobre el caso Atenco de febrero de 2009, la cual excusó
a los altos funcionarios de los abusos perpetrados durante la represión
policiaca.
Dijo Limón: “Esas violaciones graves de garantías
individuales y de derechos humanos no se debieron a una estrategia
estatal, ni obedecieron a órdenes ilícitas de autoridades superiores
para preparar la agresión o urdir acciones contra los manifestantes”.
La
oferta de la subsecretaria de Gobernación fue apuntalada por el
subsecretario de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la
Secretaría de Gobernación, Manuel Gómez Robledo, quien informó que de
2006 a 2009 21 casos sometidos a la CIDH se resolvieron por la solución
amistosa. Pidió a los comisionados su colaboración para concretar esa
vía y “reparar a las víctimas, de conformidad con estándares de los
derechos humanos y de conformidad con la Ley General de Víctimas”.
La
posibilidad se cerró cuando Bárbara Italia recordó en la lectura de la
carta que el Estado “tuvo oportunidad desde el año 2006 de demostrar una
voluntad para investigar y sancionar las violaciones alegadas”. El
texto enviado a la CIDH el viernes 8 fue firmado por Mariana Selvas
Gómez, Georgina Edith Rosales Gutiérrez, María Patricia Romero
Hernández, Norma Aidé Jiménez Osorio, Claudia Hernández Martínez, Ana
María Velasco Rodríguez, Yolanda Muñoz Diosdada, Cristina Sánchez
Hernández, Patricia Linares, Suhelen Gabriela Cuevas Jaramillo y la
propia Bárbara Italia.
Disimulo
En México,
Andrés Díaz Fernández, miembro del equipo de defensa del Centro Prodh,
comenta en entrevista con Proceso: “La solución amistosa era la última
carta que podía jugar el Estado para evitar llegar a la Corte, y que a
su vez el caso fuera ventilado en todo el mundo; es claro que lo que se
pretendía con esa propuesta era bajar el perfil a las violaciones graves
a derechos humanos cometidas en San Salvador Atenco”.
El
litigante confirma que por decisión de las 11 víctimas acudirán ante la
CoIDH en busca de una sentencia contra el Estado mexicano. “El caso de
Atenco seguirá en la agenda pública los dos o tres próximos años,
depende de la carga de trabajo que tenga, primero la CIDH para procesar
el informe de fondo, y después el litigio propiamente”.
Aclara que
la negativa de las mujeres a aceptar la solución amistosa no radica en
que el actual titular del Ejecutivo fue gobernador del Estado de México y
que haya desconfianza.
“Si bien es cierto que Peña Nieto dijo
claramente que se asumía como responsable de los hechos de San Salvador
Atenco en mayo del año pasado en un acto de campaña en la Universidad
Iberoamericana, en la Corte se analiza la responsabilidad de las
instituciones del Estado y al Estado mismo como responsables de
violaciones a derechos humanos, y no se personalizan los señalamientos”,
apunta.
El pasado 11 de mayo, ante reclamos de estudiantes de la
Ibero por la represión en Atenco del 3 y 4 de mayo en la que
participaron 700 agentes de la extinta Policía Federal Preventiva (PFP) y
mil 800 policías del Estado de México, y fueron detenidas más de 200
personas, Peña Nieto sostuvo que el operativo fue ordenado
“personalmente” por él, “para restablecer el orden y la paz en el
legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza
pública”.
De gira por Nueva York y Toronto, en conferencia de
prensa el 16 de junio de 2006, según medios de comunicación, Peña Nieto
se refirió así a las denuncias por los abusos cometidos en Atenco: “Es
conocido que en los manuales de los grupos de insurgencia, de los grupos
radicales, lo primero que el manualito (dice) es declararse violadas en
el caso de las mujeres. En el de los hombres, haber sido objeto de
abuso y maltrato, porque así lo dicen las normas de esos grupos, o los
manuales de los radicales”.
Aun con esa confesión de parte, el
abogado Díaz Fernández insiste en que “ha sido el Estado el que ha
violado el derecho de acceso a verdad y justicia de las compañeras, no
personalizamos, además de que en estos 100 días no vemos señales de un
verdadero cambio. La plantilla de la Secretaría de Relaciones Exteriores
(dependencia que legalmente litiga los casos) no ha cambiado;
permanecen los mismos funcionarios del sexenio anterior y no hay razón
para pensar que ahora sí habrá acceso a la justicia”.
Norma
Jiménez, otra de las peticionarias, entrevistada en la Ciudad de México,
apunta que desde que las 11 mujeres decidieron recurrir al sistema
interamericano su propósito “fue llegar a la Corte porque el objetivo es
que México reciba una sentencia ejemplar, no sólo para nosotros sino
para que lo que nos pasó no vuelva a ocurrir”.
Denuncia que desde
que se inició el proceso ante la CIDH, “muchas hemos recibido amenazas,
telefónicas o por correo electrónico; buscan intimidarnos”.
Incluso
sostiene que durante el sexenio de Felipe Calderón, representantes de
la Secretaría de Relaciones Exteriores las buscaban para tratar de
llegar a acuerdos y desarticular el grupo.
“No han podido con
nosotras. Estamos decididas a llegar hasta las últimas consecuencias,
que todos los que nos agredieron y que nos obstaculizaron el acceso a la
justicia sean castigados, que se llegue hasta donde se tenga que
llegar”, dice.
Sin embargo, al igual que su abogado, insiste en
que no pretenden personalizar su caso en la figura de Peña Nieto: “Si
otro fuera el presidente, hubiéramos hecho lo mismo”.
El infierno
En
su testimonio expuesto en la audiencia pública, Bárbara Italia Méndez
Moreno narró a los comisionados de la CIDH la pesadilla que significó
para ella la tortura sexual a la que fue sometida y la serie de agravios
que sufrió, entre ellos el encarcelamiento y procesamiento judicial por
un delito que no cometió.
Con voz firme y tranquila refirió:
“Cuando subo al vehículo en el que me trasladarían los policías comienza
el infierno para mí. Hay un olor a sangre muy penetrante y una pila de
personas recostadas sobre el suelo del autobús. Los policías están
caminando sobre estas personas y a mí me colocan encima de una pila… los
policías comenzaron a meter sus dedos dentro de mi cavidad vaginal, a
pellizcar mis pezones, a morderme. Me dijeron que eso me estaba
ocurriendo porque yo no me había quedado en mi casa a cuidar a mis
hijos”.
Durante 20 minutos que duró su exposición, señaló que
durante el tiempo que estuvo dentro del camión escuchó gritos de otras
mujeres que al igual que ellas eran abusadas sexualmente.
“Es muy
fuerte recordar la voz de una mujer que se llama María que gritaba que
era de nacionalidad española, que por favor pararan y la dejaran en paz,
que le dolía y que no podía respirar porque padecía asma… escuché
repetidamente el nombre de Norma Jiménez, una chica que estaba en la
misma pila en la que yo me encontraba y le decían que si le gustaba
mientras estaban introduciendo cosas en su vagina. Fue realmente
espantoso ese momento. No se cuánto tiempo habrá durado.”
La
tragedia que inició la mañana del 4 de mayo de 2006 cuando policías
federales ingresaron en forma violenta a la vivienda donde Italia se
había refugiado junto con compañeros de la fundación Vida Nueva en
México, en la que era voluntaria, no terminó con la violencia sexual y
los golpes de toletes en su cuerpo hasta descalabrarla. Las
humillaciones continuaron en el penal de Santiaguito.
En esa
cárcel, médicos legistas le suturaron la herida de la cabeza sin
anestesia y le negaron atención ginecológica, en tanto que los agentes
del Ministerio Público no quisieron abrir una queja por tortura y abuso
sexual ni proporcionarle la asistencia de un abogado.
Méndez
Moreno fue procesada por ataques a las vías de comunicación y
transporte. Obtuvo su libertad bajo caución el 15 de mayo de 2006 y
quedó absuelta en abril de 2008.
De las secuelas de la tortura
reveló a los comisionados: “El común denominador en mi vida es el miedo
de que esto ocurra de nuevo, que le suceda a otras personas. Dejé de
trabajar con niños en vulnerabilidad social, que era parte de mi vida,
porque simplemente no puedo lidiar con el sufrimiento de otras personas…
me desbordo fácilmente. Ya no sirvo más”.
De los daños en ella y
el resto de sus compañeras dijo: “Fuimos expuestas ante el escarnio
público, fuimos criminalizadas, fuimos victimizadas y el sello del
estigma sigue estando. Dejamos de tener nombre: Italia, Mariana, Norma, y
nos convertimos en las violadas de Atenco. El dolor es profundo. Van a
cumplirse siete años y el dolor sigue ahí”.
En la audiencia las
abogadas de CEJIL y el Centro Prodh, Alejandra Nuño y Stephanie Brewer,
detallaron las fallas y omisiones del Estado, y la falta de voluntad
para garantizar el acceso a la justicia.
Después de que en 2009 la
PGR, a través de la Fiscalía Especializada en Violencia contra la Mujer
y la Trata de personas (Fevimtra), declinara su competencia de
investigación a favor de la Procuraduría General de Justicia estatal,
por considerar que ningún policía federal agredió a las mujeres, hasta
ahora de los 2 mil 500 policías que participaron en los operativos del 3
y 4 de mayo de 2006, el 17 de mayo de 2012 se libraron órdenes de
aprehensión contra tres policías estatales, uno de ellos ya fallecido.
El
último escrito entregado por el Estado mexicano a la CIDH está fechado
el 25 de octubre de 2011; es decir, fue elaborado por funcionarios del
gobierno calderonista y en él se responsabiliza a las peticionarias de
“la falta de acceso a la justicia por no denunciar a tiempo”, según
señaló Stehanie Brewer en Washington.
Luego de exponer su
testimonio, la comisionada Rosa María Ortiz preguntó sobre las
expectativas de justicia en México. La activista respondió: “Nosotros no
hemos tenido oportunidad. No hemos encontrado en las instituciones del
Estado voluntad política para atender este asunto, ni para que haya una
investigación imparcial, seria. Hemos hecho todo lo posible para que se
haga justicia y ellos no han respondido. En el ámbito federal para
nosotros fue una burla que haya declinado la competencia y piensen que
vamos a considerar que va a haber justicia en el ámbito local.
“Por
eso acudimos a la Comisión Interamericana porque creemos que tenemos
esperanza de que haya justicia desde este espacio porque lo que nos han
dejado ver las autoridades en México es que no tenemos ninguna esperanza
de que haya justicia”, concluyó.
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